Capítulo VIII: Drake, tu chico de confianza para pasar un buen ratito *guiño guiño*.
GALIA.
—¿Queréis cenar algo? —pregunta Damaris.
Coral asiente de inmediato con un sonrisa de niña pequeña. Damaris sonríe como si estuviera tratando a una niña pequeña justamente.
—¿Tu quieres algo, Galia? —me pregunta.
Yo dudo. Quiero, pero no quiero molestarles más de lo que les molestaré estando aquí por unas horas. Así que finalmente, niego.
Voy vestida con un vestido blanco. Los bordes de los detalles en este son de color dorado.
Él de Nerea es del mismo color, pero con los bordes azul oscuro. El de Bahari tiene los bordes negros. El de Briseida los tiene verde claro y por último Coral los tiene brillantes.
Coral se va con Damaris ha la cocina y yo me quedo sola inmediatamente. No es que me moleste, pero...no me gusta la sensación de sentirme sola. La odio.
—Hola. —dice Zigor de repente.
Pego un respingo al escuchar su voz mientras estaba sumida en mis pensamientos.
—Hola. —respondo con una sonrisa, no muy grande, y tampoco realmente verdadera, solo cordial.
—¿Puedo... puedo preguntarte algo? —cuestiona inseguro.
Yo asiento extrañada, —Sí, adelante.
Él se sienta en una silla frente la mía. Yo tengo una pierna subida y apoyada en la madera de la silla. Pero aún con la posición, mi ropa interior no se ve por lo largo del vestido.
—¿Porqué... porque no nos odias? —pregunta, yo le miro sin entender—. A los piratas. Pero...sobre todo, ¿porque no odias a mi familia? ¿porqué me ayudaste? —explica.
Yo lo miro con los ojos muy abiertos.
—Porque no soy un monstruo, Zigor. —digo obvia—. Y no os odio porque vosotros no tenéis la culpa de lo que le pasó a mi padre, ¿no? —al preguntarle eso, su cuerpo se tensa.
Pero niega de inmediato tras tratar grueso. Yo arqueo una ceja, mirándole con intriga.
—¿Qué se siente al ser sirena? —cambia de tema radicalmente.
Yo hago un verdadero esfuerzo por hacer que no me di cuenta.
—Fastidioso para algunas, y maravilloso para otras. —digo sin mucha importancia.
—Y por lo que veo, tu eres de las primeras. —analiza—. Y tus amigas también. —añade a su deducción.
—Woah, Sherlock. — bromeo.
Él me mira pasmado, —¿Sabes quien es Sherlock?
Yo asiento, entre risas, —Que vivamos bajo en agua no significa que estemos desinformados, Zigor.
—Ah. —dice un poco avergonzado.
Nos quedamos un rato en silencio, yo con una sonrisita, que el imita creo que inconscientemente al bajar su vista hacia ellos y subirla rápidamente ha mis ojos.
—¡Zigor! —le llama Damaris, cortando la tensión entre ambos de golpe—. Drake está aquí —le anuncia en un último grito.
Él sacude su cabeza y se levanta. Yo le sigo, pero rápidamente me tropiezo y me agarro de su mano mientras que mi otra mano se posa en su antebrazo. El se tensa pero no se aparta, pues sabe el porqué del contacto físico.
—¿Porqué carajos las chicas ya pueden andar con estas...cosas, y yo no? —pregunto frustrada.
Él me mira, regañandome con los ojos, —Habla bien.
Yo ruedo los ojos.
—¿Podrías dejar de quejarte por cada cosa que haga o salga de mi boca, y ayudarme? —le pregunto en tono acusador.
Él enrojece por mi acusación pero no tarda en reaccionar. Me agarra de la parte de atrás de mis rodillas (lo estudié en la biblioteca de humanos en Acuarium) y me lanza a su hombro.
—¡¿Qué mi-?! —digo enfada.
Él me corta, —¡Que hables bien, Galia!
Yo suspiro frustrada, —Pues tu cojeme bien entonces.
Él se ríe, y no entiendo el porqué de su risa hasta que habla.
—¿Sabes que eso en otras partes, se podría malpensar? —dice aún entre risas.
Yo noto que enrojezco de pies a cabeza.
—¡Maldito idiota pervertido! —digo furiosa al igual que avergonzada. Pero el muy idiota sigue riéndose de mi.
Él no hace caso de mis removidas como posesa por soltarme, pues me aprieta más fuerte para no poder hacerlo. Cuando llegamos, veo al supuesto Drake.
Es un...hombre atractivo, cabello recogido en un moñito pequeño y castaño, barba ligera pero arreglada, ojos grandes y azules, pestañas largas, labios gruesos y nariz recta. El también tiene tinta por algunas partes de su cuerpo.
Zigor me deja con toda delicadeza olvidada sobre el sillón, haciendo que mi trasero duela. El me mira con una ceja arqueada y un brillo malicioso en sus ojos. Claramente me está retando a quejarme.
—Eres un imbécil. —mascullo de mala gana.
Él se ríe igualmente y canturrea, —Habla bien, Galita.
Yo le pongo mala cara apretando los dientes tanto que creo y se me podrían partir. Drake nos mira, divertido.
—Woah amigo, que carácter. —me mira divertido Drake.
Pero ha Zigor no le hace tanta gracia su forma de mirarme. Intenta interponerse entre Drake y yo cuando el avanza hacia mi. Pero este le aparta de un empujón muy poco considerado.
—Encantado, bella dama, soy Drake...¿Tu eres...? — pregunta extendiendo la palma de su mano hacia arriba para que pose la mía sobre la suya.
—Galia. —digo sin más, posando mi mano sobre la suya.
Cuando hago eso, Drake lleva mi mano hasta sus labios carnosos, rosados y suaves. Plantando un beso en el dorso de esta. Esuchco como Zigor gruñe de molestia.
—¿Puedes dejarla, idiota? —le pregunta de mala gana Zigor.
Drake le da una breve mirada divertida.
—Bien, como quieras, pero Galia... —se para un momento—. No me he presentado en formas. Soy Drake, tu...amigo...o amigo de...confianza. — añade remarcando sus palabras y dándome un guiño elegante y seductor.
Zigor lo agarra de un hombro más bruso de lo que pensé y lo tira hacia atrás. Drake en vez de molestarse, ríe divertido.
Okey los humanos...son gente muy rara.
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La Última Dulce Canción
FantasyGalia, una sirena a punto de pasar a trono de cristal. Sí, las sirenas existen. Y no todo el rato son bellas y hermosas. Galia se niega a matar a los piratas que se crucen en su camino. Ella no es como su madre. Y no quieres serlo. Le salvó la vida...