Capítulo XX: Rey Caín, rey de los licantropos. Recuerdos no tan bonitos.
GALIA.
Se escuchaban todo tipo de cosas una vez metidas en la niebla. Gritos, murmuros que no se entendían nada, amenazas, peleas...
Briseida gruñe con molestia cuando un grito ensordecedor ataca nuestros tímpanos.
—MALDITOS DEMONIOS —grita Briseida haciendo que me sobreslate por la sorpresa—. DEJAD DE GRITAR YA, JODER.
La miro con los ojos abiertos como platos.
—¡Idiota! —le grito—. ¡¿No ves que así podrán matarnos más fácil?!
Bri enrojeció un poco. Pero se cruzó de brazos muy digna. Ruedo los ojos exageradamente para después seguir. Puedo sentir mis ojos escocer y tornarse rojos con lágrimas en ellos. La intensidad de la niebla aumenta deliberadamente. Alguien está controlando esto porque no es normal tanta niebla cuando Bri gritó comenzó a subir.
—Has enfadado al jodido demonio —masculle de muy mal humor.
Ella se muestra ligeramente culpable por un segundo para recomponerse y colocar de nuevo su máscara fría.
—Vale, hay que matar al demonio, ¿no? —dice Bri más para ella misma que para mí pero de igual manera respondo.
Bufo burlona.
—¿De verdad piensas que matar a un demonio es así de fácil como matar a un mortal?
Ella me mira, conteniendo las ganas de estampar mi cara en algún árbol.
—Vale, ¿como hacemos, oh gurú de cómo matar inmortales? —masculla de mal humor.
—Lo primero es no alzar la voz y andar con cautela —digo ignorando el evidente sarcasmo en su frase anterior.
Pero ella parece estar receptiva pues sorprendentemente me hace caso y comienza a andar de una manera sigilosa.
—Tengo miedo —la escucho murmurar de repente.
La miro, un poco sorprendida.
—Ahora que he encontrado a alguien por quien luchar no quiero morir, Galia —dice.
Deja su máscara fría de lado para mostrarse vulnerable. Muy vulnerable.
—No te pasará nada —digo más segura de lo que estaba.
—No lo sabes —contesta con voz dura. Dirige su mirada a mi—. No lo sabemos.
Suspiro pesadamente. Iba a abrir la boca pero un ruido me interrumpe. Briseida y yo nos colocamos a la defensiva de inmediato.
—¿Quién está ahí? —pregunta Briseida.
—¿De verdad te crees que si hay alguien o algo te dirá algo? ¿Qué planeas que te diga? ¿"Oye nena, que lo siento pero soy un demonio retorcido y quiere rebanarte el cuello"? —mascullo irónica.
Bri me asesina con la mirada. Pero su mirada se corta en cuanto se fija en una figura deforme delante nuestra.
Tenía la figura de un arácnido, pero cuando la nubla disipó un poco dejando ver que no era una aracnes. Básicamente son cabezas humanas con cuerpo de araña. Dan asco, mucho asco. Era un...bicho color blanco papel en una postura realmente incómoda. Parecía que...parecía que iba a partirse en dos.
—Jodida...
—...mierda —termino yo.
El bicho blanco nos mira fijamente. No tiene ojos ni boca, es todo color blanco.
—¿Deberíamos empezar a correr por nuestra vida? —pregunta Briseida en voz muy baja.
Yo asiento sin mirarla.
—Aunque... —comienzo—. Quizá no tengo tantas intenciones malignas con nosotras. Quizá no sea tan ma-
Mis palabras se cortan por un rugido provinente de la garganta del bicho. La figura de una boca grande y larga se forma. No tiene pero el hondo del hueco que simula una boca para rugir lo hace parecer como aquello.
La niebla se convierte en completa oscuridad. El bicho cada vez abre más su boca y el sonido es más ensordecedor.
De repente dos sombras aparecen detrás de él. Nos hacen un gesto para que no hablemos no hagamos ningún ruido.
Las tres sombras se lanzan sobre la bestia. Una de ellas saca una lanza de lo que parece Amnesita. Es la piedra que se suele usar para matar inmortales oscuros como vampiros o seres demoníacos. También brujas de magia negra sea cual sea el poder que tengan.
—Perfecto. Está terminado —dice la voz de una chica.
Cuando la niebla se va en su totalidad, veo a unos...creo que son licantropos.
—¿Quiénes sois? —pregunta desconfiada Briseida.
Ellos dirigen sus miradas a nosotros. Nos examinan de arriba abajo. Yo me remuevo un poco incómoda.
—Somos el Rey Caín y sus dos hermanos —dice una voz masculina que me hace estremecer.
El que ha hablado entra a visión de todos los ojos, pasando por unos arbustos que daban al camino de piedras en el que estábamos. El cual cabe aclarar que tampoco veía.
—¿Y eso me resuelve la vida o que? —me pongo a la defensiva.
El suelta una risilla perpleja pero muy divertida.
—No pensé que ibas a ser tan grosera, Galia —dice burlón.
—¿Se supone que te conozco? —pregunto confusa.
El asiente sin quitar su sonrisilla. La cual está acabando con la poca paciencia que tengo.
—Vale, gracias por salvarnos, pero tenemos prisa por irnos —masculla Briseida a mi lado.
—No creo que podáis ir muy lejos. Sin ofender, princesa, pero...no se como no has notado la linda serpiente que corre por tu pierna izquierda —dice burlón el otro chico—. Soy Klaus, por cierto.
—Y yo soy Belinda —dice seca la chica.
Pero yo ya los escucho de fondo. Solo puedo ver la serpiente blanca en mi pierna y sus ojos rojos atrapandome en un limbo.
Mi vista se tapa por una espiral negra y roja que dio vueltas y vueltas, mareandome.
Ahí fue cuando recordé...lo recordé todo...Zigor me había mentido todo este tiempo...
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La Última Dulce Canción
Viễn tưởngGalia, una sirena a punto de pasar a trono de cristal. Sí, las sirenas existen. Y no todo el rato son bellas y hermosas. Galia se niega a matar a los piratas que se crucen en su camino. Ella no es como su madre. Y no quieres serlo. Le salvó la vida...