Paris, ¿cómo estás?

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La verdad, la llamaba porque lo sentía como una obligación más que porque yo quisiera hacerlo, no quiero entrometerme entre ellos, porque no quiero salir herida, lo que quiero es olvidarme de Quetzal, pero siento que cada vez es más difícil, porque está en todas partes, me ha sido imposible sacármelo de la cabeza, cada vez pienso más en él y en cómo estará, estoy decepcionada de mi misma por estar así por un chico, pero no se puede controlar al amor, ¿o sí?.

Lo mejor sería dejar de divagar sobre aquel chico y llamar de una buena vez a Paris para saber qué pasa, porque sé que ella me dirá qué fue lo que pasó.

-Paris, ¿cómo estás? - hablé apenas contestó.

- ¡amiga!, estoy terrible, peleamos con Quetzal- dijo con voz gangosa de tanto llorar.

-pero, ¿qué pasó? - me sentía muy intrigada.

-peleamos porque yo estaba hablando con otro chico- y comenzó a llorar.

- ¿solo estabas hablando con ese otro chico? - mencioné dudosa.

-la verdad nos besamos, pero yo no quería, ¡él me besó a la fuerza! - sabía que esto pasaría.

-pero Paris, ¿cómo dejaste que lo hiciera? - me sentía enojada con ella, pero no podía demostrárselo.

-lo siento mucho, de verdad, yo no quería, ¡lo juro!, tienes que ayudarme Zoe, sé que Quetzal te escuchará- ¿debería ayudarla?

-está bien- dije- hablaré con él mañana, pero no te prometo nada.

- ¡muchas gracias amiga! - habló ella con un poco más de ánimo.

Corté la llamada, mañana tendría que hablar con Quetzal por la torpeza de Paris, yo sabía que ella terminaría cometiendo ese error, pues siempre ha sido así, cuando le aburren los chicos, los reemplaza, pero pensé que con él sería diferente, ya no sé qué pensar, una parte de mi quiere creerle que fue un error, pero otra parte de mi sabe que es la naturaleza de ella y no cambiará.

Al otro día me fui caminando al instituto, pues George me avisó que se había retrasado y que se iría directamente, una vez que llegué pasé a mi casillero para sacar algunos libros y cuadernos, luego me dirigí al salón de clases que me corresponde y apenas puse un pie dentro de ella pude ver aquella cabellera, ¿hablaré con él ahora o después?

Decidí mejor conversarlo ya, para que ese problema se solucione, me acerqué a él, se veía algo demacrado, como si se hubiera pasado la noche llorando.

-hola, ¿cómo te encuentras? - mencioné con un tono suave.

-pésimo, la verdad no tengo ganas de charlar Zoe, lo siento mucho- y se iba a parar de su asiento, pero lo detuve tomándolo del brazo suavemente.

-hablemos, estoy dispuesta a escucharte- dije de manera tranquila.

Se volteó a verme- la verdad no quiero Zoe- contestó.

-déjame ayudarte, así como tú me ayudaste a mi- dije mostrando una pequeña sonrisa.

-está bien, a la hora de comer hablemos- en ese momento comenzaron a entrar más chicos al salón, por lo que lo solté y este salió por un rato y entró cuando la maestra llegó.

Cuando llegó la hora de comer, busqué a Quetzal por el casino, pero no estaba allí, lo busqué por los salones, pero tampoco estaba, hasta que lo vi sentado en las gradas, me acerqué a él y noté que estaba fumando.

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