5 La pregunta

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Hola a todos, aquí Coco, que aunque está agobiada por las tareas, de alguna manera encontró tiempo para volver aquí con ustedes ^u^ Muchas gracias por su paciencia y apoyo chicos, son mi motor e inspiración, ¡los quiero mucho! <3 Y para demostrárselos... fufufu, les ofrezco un capítulo intenso e interesante *u* Ya saben qué hacer. 

***

—¿Elizabeth? ¡Elizabeth, despierta! —Demonios. Solo me he ido un momento para recuperar mi ropa, y ahora tiene las manos completamente heladas. Ya es de mañana, y la niebla en el bosque es demasiado fría. Creo que se movió, al fin está despertando—. ¡Estúpida! Te dije que fueras directo a casa, ¡¿por qué no me hiciste caso?! —Pero ella se queda en silencio. Me estoy asustando, tiene la mirada perdida, y aunque estoy frente a ella, no creo que en realidad me esté viendo. ¿Acaso estará en shock? —. Vamos Ellie, necesito que me ayudes aquí —La cargo en mis brazos y la sujeto con fuerza, pero ella sigue sin responder. Se ha quedado quieta, está tan inmóvil como... como si estuviera muerta—. No, no por favor. Vamos Ellie, ¡reacciona!

¿Qué puedo hacer? ¿Qué es lo que debo hacer para que se mueva? Analizo cada detalle de su rostro mientras busco una solución. Su piel pálida, sus ojos azules, su cabello plateado... y entonces me detengo en sus labios. Tienen un ligero tono azul por el frío, pero son hermosos y se ven muy suaves. Me preguntó si...

*

Meliodas unió su boca con la de Elizabeth, y siguió moviéndose sobre ella hasta que sintió cómo le correspondía. Suspiró aliviado cuando sintió su suave mano acariciando su rostro. Ya había reaccionado, ese era el momento correcto para detenerse, solo que... decidió que no quería hacerlo. Intensificó un poco más el beso, sus mejillas se encendieron con el calor que desprendía, y acarició su cara mientras un sentimiento nuevo y extraño despertaba en él. Sus labios eran adictivos, él no quería parar. Solo se detuvo cuando sintió que ella había empezado a llorar.

—¡Ellie! ¿Estás bien?

—Lo siento. —Sus lágrimas dejaron a Meliodas completamente desarmado, y aunque en el fondo estaba muy enojado con ella, lo único que hizo fue sujetarla más fuerte.

—Tranquila Ellie. Estás a salvo. Estoy aquí...

*

Elizabeth estuvo en cama por tres días, y en todo ese tiempo, Meliodas no había ido a verla ni una sola vez. Al menos no mientras estuviera despierta. La cuarta mañana, la peliplateada finalmente decidió ser la que tomará la iniciativa, y se levantó dispuesta a recuperar el control de su vida.

—¿Estás segura de que quieres ir hoy a la escuela cariño? No pasa nada si te quedas unos días más.

—Estoy bien tía. Aún alcanzo las clases después del descanso. Además... necesito hablar con él. —La pelinegra asintió y abrazó a su sobrina como muestra de apoyo.

Ahora ella también lo sabía. Elizabeth le había contado a Merlín todo lo que pasó la noche del ataque, y a pesar de lo descabellado de su historia, la pelinegra no pareció sorprendida cuando le insinuó que aquel lobo que la había salvado podría haber sido Meliodas. ¡Pero es que se había sentido como si fuera él! Y cuando despertó en sus brazos de camino al hospital... estaba segura que los ojos de aquel animal y los suyos eran los mismos. Sonaba a locura, a un producto de las alucinaciones por la fiebre y el dolor. Sin embargo, la morena estaba tan tranquila como si le hubiera dicho que el muchacho se apellidaba Demon, y no porque estuviera dándole por su lado. Parecía que sabía justo de lo que estaba hablando. E incluso como si supiera más del asunto que ni ella misma. Elizabeth volvió al presente cuando sintió como la dama le daba un beso en la cabeza y le ofrecía las correas de su mochila.

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