8 Cumpleaños

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Hola a todos, aquí Coco, quien se alivio de la crisis alérgica de ayer, y hoy viene a traerles otro pedacito de esta tierna y romántica historia de lobos ^u^ Me alegra tanto traerla de vuelta, les confiezo que ya hasta se me había olvidado dónde lo deje XD Pero bueno, lo bien aprendido siempre vuelve a ti cuando lo necesitas, y por hoy, tenemos una bonita actualización y una noche nubosa en la ciudad de México. Perfecto para leer <3 Ya saben qué hacer, fufufu...

***

—Tomillo, romero, pimienta.

—¡Correcto! ¡Tienes la mejor nariz del mundo! —Ese era el nuevo juego inventado por Elizabeth para entretener a Meliodas mientras le preparaba el desayuno. Ella revolvía todo en diferentes frascos, los tapaba, y luego él tenía que adivinar qué era solo por el tenue olor. Nunca fallaba, y de paso, aprendía el nombre de nuevas especias.

—En realidad no es tan buena Ellie. Es algo natural en nosotros.

—Hablando de eso Mel, ¿cómo supiste que estaba en la biblioteca el otro día si al parecer no tengo aroma propio?

—Es simple —El rubio tocó el tazón donde ella sazonaba las rebanadas de carne para sus almuerzos, y le sonrió con una expresión juguetona—. Tu mochila siempre huele a sándwich de pastrami.

Ambos se rieron un poco más, y tras desayunar, caminaron juntos hacia la escuela. Los días pasaron rápido de esa forma, y octubre llegó como por arte de magia. Meliodas estaba asombrado de lo bien que se llevaba con Elizabeth; ella ya se había convertido en su mejor amiga, incluso aunque no tuviera ningún parecido a Liz. Si lo pensaba bien, más bien eran contrarias.

Su amor de la infancia había sido pelirroja, atlética y alta. Ellie tenía el pelo plateado, era muy suave y algo más bajita, aunque seguía superándolo a él en estatura. Liz había sido de personalidad fuerte, terca y decidida, mientras su nueva amiga era muy dulce, callada y tímida. Aunque también tenía lo suyo. Tal vez lo único que tenían en común es que a las dos las consideraba muy hermosas.

Las horas de clase pasaron tan rápido como el viento del otoño, y cuando éstas por fin terminaron, ella dijo algo que lo sacó de su apacible estado de embeleso.

—Mel, hoy adelántate a casa, debo pasar por algo a la tienda primero —El rubio puso cara de duda ante su inusual petición, pero ella lo aplacó de inmediato con un suave apretón en el brazo—. Estaré bien, lo prometo. Vamos, hace semanas que no nos molesta nadie.

—Te equivocas. Desde que le diste mi número telefónico a Gowther, ahora no puedo estar cómodo ni en mi propia casa —Ambos se echaron a reír con ganas ante aquel comentario, y él se resignó mientras acariciaba la cabeza de su compañera—. Está bien. Solo... no te tardes y ven temprano a casa, ¿sí?

—De acuerdo. —Simplemente no podía evitarlo. Elizabeth sentía que podía bailar de felicidad cada vez que Meliodas se mostraba así de preocupado por ella. Casi saltando, la albina se separó de él y caminó hasta el puente de camino al supermercado. No se dio cuenta de que una silueta alta y silenciosa la seguía de cerca.

*

Harina de trigo, polvo de hornear, y todos los productos de frutas rojas que vea. ¡Estoy tan emocionada por mi cumpleaños! Además, desde que Meliodas y yo nos reconciliamos, no he vuelto a tener pesadillas, ¿qué mejor regalo que ese? ¿Y quién iba a imaginar que convivir con un hombre lobo no estaría tan mal? Al principio admito que tuve miedo, pero como dicen, perro que ladra no muerde, y me alegra por fin tener un amigo en Black Valley. Estoy tan concentrada en mis pensamientos que prácticamente grito cuando siento como alguien me toca el hombro por detrás.

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