7 Amigos

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Hola a todos, aquí Coco... quien se alegra de decir que sigue viva frente a la marea de tareas 9u9 Dos menos chicos, faltan seis. Pero mientras el calvario termina y me acerco a mi resurrección, aprovecho para decirles que los quiero mucho, que gracias por su paciencia... ¡y que faltan solo 5 cocoamigos para los 300! >u< Que felicidad, fufufu. Bueno, ya saben qué hacer. 

***

—Toda esta locura, la maldición de la bruja, los asesinatos... ¿Es real, cierto? —El rubio se quedó helado un momento e intentó disimular su miedo con una risa nerviosa.

—¿De qué rayos hablas Ellie? No pensarás que...

—¡La verdad, Meliodas! Lo prometiste —Esto selló cualquier excusa o protesta que hubiera podido salir de sus labios. Lento pero con firmeza, movió la cabeza de arriba abajo, y la albina abrió los ojos como platos ante su confirmación. Luego respiró temblorosamente y siguió con sus preguntas—. Los lobos, aquella noche que fui atacada. ¿No eran simples animales, cierto? —Él negó con un gesto, y ella se quedó tan quieta como un conejo en su madriguera—. Última pregunta... ¿Vas a matarme?

—¿Qué? ¡No! —Elizabeth soltó todo el aire que había estado conteniendo, y se agarró de forma temblorosa a los brazos de Meliodas.

—¡Gracias a cielos! Por un segundo creí que... pero claro, eso no habría tenido sentido. Después de todo, ¿por qué te molestarías en rescatarme solo para asesinarme después? Porque eras tú, ¿no es así? Tú eras el lobo que me defendió cuando los demás me acorralaron. —El rubio se quedó quieto un momento buscando su voz. Cuando por fin logró encontrarla y reunió el valor para hablar, le dijo a su amiga la simple y llana verdad.

—Sí. —La reacción de Elizabeth fue todo menos esperada. Se lanzó sobre él, le echó los brazos al cuello, y lo estrujo con toda la fuerza que tenía.

—¡Gracias! ¡Gracias Meliodas! —Nadie lo había abrazado de esa manera. Sintió que se derretía en sus brazos, fue como si su alma estuviera hambrienta de sus caricias, era un deseo del que él simplemente no había estado consciente hasta ese momento. Y nadie, nadie lo había tocado así, al menos no desde...—. ¡Uff! Qué alivio, por poco voy y me interno en un manicomio yo misma. —El comentario le sacó una sonrisa al rubio, quien le acomodó la almohada a la chica y la empujó con suavidad para que se acostara otra vez.

—Eres rara Ellie. Esa no debería ser la reacción de una chica que se acaba de enterar que los hombres lobo existen —Decirlo así lo hizo sentirse ridículo. Pero al menos el ambiente era tan relajado y ameno, que podía aprovecharlo para preguntar algunas cosas él mismo—. Es mi turno. ¿Por qué te fuiste con Ross esa noche?

—Yo... él dijo que tenía algo muy importante que contarme sobre ti. Era todo lo de la maldición —Meliodas tensionó el cuerpo y apretó los dientes al oír eso—. Por favor, no te enojes. —En cuanto vio la expresión que ella estaba haciendo, se obligó respirar y a calmarse a sí mismo. Luego estiró los dedos para acariciar la cabeza de la chica, y muy despacio, se deleitó en el tacto suave y sedoso de su pelo.

—No Ellie, es solo... no es contigo que estoy enojado.

—¿En serio? —El rubio volteó para encontrarse con sus enormes ojos azules clavados en él resplandeciendo como zafiros. Le parecieron increíblemente adorables, y cuando comenzó a inclinarse para verlos más de cerca, se dio cuenta de lo que estaba haciendo; decidió relajarse un poco, se hizo para atrás, y con la sonrisa de vuelta, le siguió acariciando la cabeza.

—En serio. Segunda pregunta. ¿Qué sabes de Liz?

—No mucho. Solo que Ross te culpa por su muerte —Lo último ella lo dijo con una mueca de enfado. Meliodas se sintió conmovido por su muestra apoyo, pero en el fondo no pudo evitar sentirse culpable por estar desperdiciando su empatía. Sobre todo porque... tal vez él sí era el asesino.

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