31 La culpa del cazador

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Hola a todos, aquí Coco, quien ya quiere acabar sus tareas para dedicarse a esto, y espera ansiosa a que de inicio las vacaciones de invierno. Fue un poco difícil sacar nuevo cap estando en mi última semana de clases pero bueno, como siempre, aquí me tienen fiel y obsesiva a nuestra historia de hombres lobo favorita, fufufu *w* El juicio se acerca, Ellie acaba de pasar por una terrible experiencia, y ahora, sólo falta oír una versión más de la maldición. Creo que sabemos lo que sigue, ¿no? ^w^ Y por supuesto, ya saben qué hacer <3

***

Estaba nevando. Los copos de nieve, livianos como plumas, volaban a su alrededor envolviéndola de resplandor. La joven levantaba sus manos hacia ellos hipnotizada por su belleza y, al mover los dedos, se dio cuenta que los pequeños cristales obedecían a su voluntad. Se aglomeraban en sus yemas formando figuras fantásticas, y ella sonrió cuando, tras concentrarse un poco, logró crear la silueta de un ángel.

-¿Elizabeth? -Él había vuelto. Liberando la magia que había hecho danzar las motitas blancas, la joven se giró hacia su novio, quien traía una pequeña caja de primeros auxilios. Sus ojos se encontraron, verde primavera contra blanco invernal y, pese a que el cuerpo de ella aún estaba diferente, su amado sonrió en reconocimiento-. Ven, siéntate aquí para que te cure. -Obedeció en silencio, y se movió con tal gracilidad que pareció flotar.

Sus cabellos aún brillaban con luz propia, su piel resplandecía y sus ojos eran dos lunas. Pero Elizabeth descubrió que seguía siendo ella misma y, de no ser por la espantosa experiencia que acababa de vivir, le hubiera fascinado seguir jugando con sus poderes recién descubiertos. Se sentó en el tocón de un árbol talado, le recibió la caja a su chico, y dejó que este se arrodillara entre sus piernas. Quería decirle lo mucho que lo amaba, agradecerle lo que hacía, pero fue el primero en hablar, y su petición borró cualquier otro pensamiento de su mente.

-Descúbrete, por favor -De pronto lo gélido del aire se volvió más real. Lenta, muy lentamente, la albina se quitó la bufanda, revelando las terribles heridas alrededor de su cuello, donde habían quedado marcados los dedos de la persona que trató de matarla. Largas líneas moradas rodeadas de azul y rojo, los bordes aún sangrantes por el roce de sus garras. Meliodas se quedó sin aire al verlas, y tuvo que tragar varias veces para deshacer el nudo en su garganta-. Arderá un poco. -Ella simplemente asintió, y cerró los ojos para que él no viera en su expresión lo mucho que dolía.

El alcohol quemó su piel apenas pasó la compresa, y Elizabeth se sintió muy orgullosa cuando se dio cuenta de que había logrado no reaccionar. Una vez limpia, le puso una pomada y, para terminar, la cubrió cuidadosamente con una venda. Tomó un puñado de nieve acumulada y la envolvió en un trapo pero, justo cuando estaba por aplicarla sobre el vendaje para bajar la inflamación, tuvo que detenerse. Estaba temblando. Su mano temblaba con tanta fuerza que apenas podía sostener la bolsa con hielo. La joven abrió los ojos al percibir el movimiento y, nada más mirarlo, supo que aquello no se debía al frío.

-Perdóname... -susurró el rubio ya sin poder contener las lágrimas-. Perdóname, Ellie.

-Mel... -lloró también, y ninguno dijo nada mientras él apoyaba la cabeza en sus piernas y se entregaba al llanto. Ella se reclinó encima suyo, envolviéndolo con sus brazos y así, en ese gesto protector, se dedicaron a consolar al otro mientras eran cubiertos de blanco. La escena era tan desgarradoramente hermosa y triste que los jóvenes a unos pasos de ellos no podían ni hablar.

-Yo no creo que sea una bruja mala -Por fin se animó a decir el peliplateado con voz ronca y, cuando el menor lo miró, se dio cuenta de que sus ojos estaban cristalizados-. Es decir... mírala. Bien podría ser la Diosa luna. -Zeldris no podía menos que estar de acuerdo. Su cortina de pelo luminoso caía sobre Meliodas como un manto, su aura parecía envolverlo como una bendición. Cuando finalmente abrió sus ojos y le dedicó una sonrisa, no pudo seguir mirando.

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