Epílogo

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Diez años después

Uff, que viaje más largo

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Uff, que viaje más largo. Mi espalda me está doliendo, creo que llevo demasiado tiempo sentada. O quizá solo sea que mi niño se ha pasado medio trayecto durmiendo colgado de mi cuello. Tristán es un pequeño muy valiente, pero comprendo que esté nervioso con toda esta situación. Puede que para nosotros solo sea volver, pero para él, cada cosa es completamente nueva. Nueva casa, nuevo ambiente, nuevos amigos. No sabe que en realidad nació aquí.

Es costumbre de la manada tener a los bebés en el cuarto de parto de la casa grande, pero aunque mi esposo y yo nos sentimos honrados de preservar la tradición, prácticamente no nos quedamos después de que me alivie. Él aún estaba terminando la tesis, yo tenía mi negocio, y bueno, hemos vivido en la ciudad desde entonces. Ahora las cosas son diferentes. Tristán va a cumplir tres años, y Meliodas y yo ya somos los adultos que deseamos ser. Estamos listos.

—Cariño, te ves agotada —sonríe mi mate, quien también está despertando de su siesta—. Es mi turno, déjame ayudarte con él.

—¿Seguro?

—Sí. Ven aquí, amigo —dice tendiéndole los brazos, y mi niño le obedece, yendo aún medio dormido a aferrarse del cuello de su padre. Como amo a estos hombres. A estos lobos.

Cierro los ojos con un suspiro de relajación, y espero a que el tren nos lleve al lugar que por elección y por destino debemos ir.


*

—¡Waaaaaaah! —exclama mi bebé con asombro cuando al fin nos bajamos del coche al camino de tierra y bosque que precede a la mansión Demon. Sus ojos están abiertos al máximo, mira a todas partes con curiosidad. Entonces inhala profundamente, y sé que está tratando de entender todos los olores, pistas y esencias que llenan el aire. Sí, definitivamente. Este es el ambiente correcto para criar a un lobo, y su enorme sonrisa me corrobora que como madre he tomado la decisión correcta—. ¡Abuelo!

—¡Hey! —grita alguien a lo lejos. Lo ha percibido incluso antes de que fuera visible, y sale corriendo a su encuentro mientras más personas llegan a ayudarnos con las maletas—. ¿Dónde está mi muchacho fuerte?

—¡Aquí! —le confirma saltando a sus brazos, y no importa cuántas veces lo vea, siempre me conmueve ver al abuelo Demon dar un abrazo a su nieto. Tiene otra costumbre adorable y extraña. Le quita el gorro, acaricia su cabello y besa su frente con reverencia. Claro. Puede que hace tiempo que dejáramos atrás esa profecía, pero para muchos mi niño es, de hecho, el legendario lobo blanco. Al menos el señor Felec parece creerlo, pero no creo que importe mucho. Sin importar su color de pelo, estoy segura que igual lo amaría.

—Ya los están esperando —nos anuncia, y precede la marcha mientras Meliodas y yo nos tomamos la mano. Cielos. La manada ha exagerado, ¡esto es echar la casa por la ventana! No solo la mansión está llena de gente, la fiesta se extendió hasta el patio en medio del cual se alza un enorme pastel.

OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora