43 La verdadera historia - Parte 1

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Hola a todos, aquí Coco, quien casi acaba de salir de su éxtasis literario escribiendo este capítulo 9u9 y que espera que, pese a lo intensa de la historia, puedan disfrutar de algunas de las impactantes revelaciones que se vienen. Sé que muchos de los fans de OMEGA llevan los mismos meses que yo llevo escribiéndola especulando sobre la verdadera historia de la bruja de Black Valley y deseando saber: ¿Cómo se conocieron Regulus y Rhiannon? ¿Quién era el malo? ¿Por qué acabaron así? ¿Y quién es la Bestia? Pues bien: hoy, por fin, el misterio empieza a revelarse 0u0 Este capítulo fue tan largo que, al final, he decidido cortarlo en dos partes, pero no se angustien. La continuación casi está lista, y en cuanto termine mis deberes laborales, volveré a ella y se las traeré bien puntual el próximo fin de semana ❤ Mientras tanto, por favor disfruten del capítulo de hoy ^u^ Les mando un beso, un abrazo y, como siempre digo, ya saben qué hacer. 


***

—Estoy empezando a preocuparme por ellos —susurró Gowther a Merlin, y ella no pudo menos que estar de acuerdo, sin importar lo favorable que se hubiera vuelto la situación. Habían logrado recuperar todas las reliquias de la bruja pese a sus terribles pruebas. Estaban a salvo bajo una barrera en la casa Liones. Nadie estaba mortalmente herido. Pero Elizabeth y Meliodas aún parecían vivir una especie de trance, y la morena tenía muy en claro cuál era la causa.

No habían apartado la mirada del bebé desde que llegaron. Lo contemplaban como si fuera suyo, en silencio, con tal ternura y tristeza que definitivamente no era natural. La albina acariciaba la pálida figura apenas rozándola con los dedos, y su mate la cargaba a ella, envolviéndolos a ambos como si se tratara de una auténtica familia.

—Necesitamos el conjuro especial pero ya. ¿Dónde está Escanor con mi encargo? —Casi en el momento en que lo dijo las puertas se abrieron, y el equipo en pleno entró con el cazador a la cabeza llevando aquello por lo que Merlín clamaba.

—Aquí estoy —proclamó con voz potente colocándolo ante ella sobre la mesa de la sala. Un enorme cofre antiguo, pesado, considerando el esfuerzo que el hombretón había hecho para cargarlo—. Madera de serbal, lleno hasta el tope con cenizas de lo mismo, candado de acero con doble llave de plata. Es lo más poderoso que las brujas del consejo pudieron elaborar.

«Un lugar para atrapar el mal», pensó aliviada la morena. Era más que suficiente. Un conjuro así de potente serviría para guardar todas las reliquias junto con el niño que sus amigos cargaban. Abrió el arca con reverencia, murmuró las palabras necesarias para preparar el lecho arenoso y, cuando todo estuvo listo, volteó hacia la pareja en cuyas manos estaba el avatar de la destrucción.

—Querida —llamó gentilmente a Elizabeth—. Dámelo. Yo cuidaré de él. —La reacción fue tan violenta como se esperaba. Pese a lo dulce de su tono, la joven se encogió como si hubiera recibido un golpe, llevó el bulto envuelto en mantas contra su pecho, y a su vez fue rodeada con los brazos de su mate, que gruñó mirando a Escanor y Merlin como si no fuera capaz de reconocerlos.

—Reacciona, lobo. Necesitamos que vuelvas con nosotros. —Otro gruñido, los murmullos angustiados de la albina, y fue el turno de Gowther para intervenir.

—Está envenenando sus mentes. Por favor, ¡suéltenlo! —Pero apenas pudieron acercarse. Sabían que no podrían tocarla a menos que estuvieran preparados para salir heridos. La única a la que eso no le asustaba fue la primera en atreverse.

—Muy bien, ya es suficiente—dijo Gelda con voz autoritaria—. Es momento de que despierten. Meliodas, Ellie, ¡arriba! —El zarpazo no tardó en llegar. Apenas la rubia tocó a Elizabeth, las garras de su compañero le dejaron tres marcas sangrantes a la cazadora, que apenas se inmutó. En cambio, colocó la otra mano sobre el hombro del lobo, clavó su penetrante mirada en él, y lo sacudió con fuerza tratando de hacerlo reaccionar—. Te necesitamos con nosotros, alfa. ¡Vuelve! —Algo de reconocimiento brilló en el fondo de los ojos verdes del muchacho y, animado por esto, su pareja también se unió a la súplica.

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