34 Transformación

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Hola a todos, aquí Coco, quien aún está un poco ruborizada por lo que acaba de escribir, pero que está feliz de anunciarles que, por primera vez en esta historia, toca un momento Geldris bien intenso, ¡qué cosa! *w* Advertencia de spoiler, va a haber lemoncito 7u7 Pero antes de ir a por él, vamos a ver la que probablemente sea una de las escenas más importantes de esta segunda parte de mi historia *_* Ellie ya no es esa adolescente indecisa y temerosa. Se está convirtiendo cada vez más en una líder a la altura de Meliodas, y hoy vamos a ver un despliegue de eso. Por eso, mejor ya no los distraigo y vamos a la lectura de hoy, fufufu <3 Ya saben qué hacer. 

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—En verdad, Zeldris, estoy bien —decía la rubia mientras era llevada en brazos por el joven lobo—

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—En verdad, Zeldris, estoy bien —decía la rubia mientras era llevada en brazos por el joven lobo—. Me mordió el brazo, no la pierna, puedo caminar perfectamente.

—¿Estás segura? —replicó el otro, y sus enormes ojos verdes le parecieron tan adorables que no pudo contener el impulso de acariciarlo. Con la mano sana, enterró los dedos en su cabello, y los deslizó hacia atrás generándole un escalofrío de placer seguido de un refunfuño—. ¡Oye! No soy un perro, suelta.

—Suelta tú primero. —Un par de ceños fruncidos, un tosido del vigilante del edificio de apartamentos, y entonces se separaron riendo.

—De acuerdo. Solo déjame saber si sientes mareo —Delicadamente, el moreno bajó sus pies hasta el piso. Un ligero tambaleo, el sonido de sus tacones, y ambos se vieron con sonrisas igual de cómplices—. ¿Y bien?

—Todo en orden.

—Bueno. Igual tomaremos el ascensor. —continuó agarrando su maleta, y ella volvió a reír, nunca tan feliz de haber sido herida en combate.

Desde que él se había enterado que fue mordida por la Bestia no se había separado de ella ni un momento. Gelda no comprendía su actitud. Tal vez solo se sentía culpable por que el monstruo entró por la puerta que él custodiaba. O quizás, simplemente se debía a que eran amigos. Como cazadora era muy consciente de la lealtad natural de su especie, y seguramente la consideraba como parte de su manada. No la de los Demon, que aún la veían como intrusa, sino la pequeña manada que se formó alrededor de Elizabeth, y que estaba compuesta por miembros de tres grupos enemigos. Tal vez ya no tendría que volver a ser así.

—Este es mi apartamento. ¿Quieres quedarte un rato?

—No, sólo estaré lo suficiente para instalarte. Déjame, yo abro. —dijo tomando las llaves que ella sostenía difícilmente con su mano izquierda, y Gelda volteó los ojos, fastidiada de lo ingenuo que era su amigo canino. Al parecer no había entendido la indirecta. Sin embargo, sí que se había tomado en serio lo de instalarla, pues limpió y organizó sus cosas a tal velocidad que parecía un profesional.

—Que buen servicio.

—De sirviente nada. Si vas a tratarme como tal, al menos pagame.

—Claro que sí —contestó la rubia, sintiéndose súbitamente valiente . ¿Qué más daba hacerlo? Además se lo había ganado. Levantándose del sofá donde la había puesto, se acercó tanto a él que lo dejó petrificado.

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