35 Juramentos y promesas

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¡Hola a todos! ^u^ Aquí Coco, quien regresa del break de san valentin para darle la bienvenida a la primavera, y se complace en anunciarles que, a partir de hoy, su obra favorita de hombres lobos vuelve todos los domingos por acá, ¡yeah! ❤ Retomamos nuestra historia en una de las partes cruciales de nuestra trama: ¿quién es la Bestia en realidad? 0_0 Elizabeth y sus amigos están por averigüarlo, pero como no quiero interrumpirlos ni que se me salga ningún spoiler >u< Pues mejor los dejo con su lectura de hoy diciendo: ¡ya saben qué hacer! ✨

***

La niebla era muy intensa, su humedad fría se pegaba al cuerpo de todos los presentes como una capa extra de miedo mientras esperaban a que el plan se pusiera en marcha. Estaban listos, la luna saldría en cualquier momento, la trampa era perfecta. Y no había uno solo de ellos, entre cazadores, lobos y brujas, que no dudara de lo que estaban a punto de hacer. En especial un joven moreno cuya compañera de equipo resultaba ser también su verduga elegida.

«Recuerda Gelda, lo prometiste», habían dicho esa misma mañana en la cama. «A la más mínima sospecha, dispara», y ella había jurado hacerlo. El problema es que ya no estaba tan segura, y no se debía sólo a que estuviera enamorada. Para ese punto prácticamente podía aseverar que él no era la Bestia, y la causa de ello la asustaba aún más que la perspectiva de enfrentarse al monstruo. Su cuerpo estaba presentando síntomas.

¿Era solo por la adrenalina que sus sentidos estaban más agudos? ¿Estaría más sensible a los olores por haber pasado toda la noche inhalando el embriagador aroma de Zeldris? ¿Y esa hambre voraz desde que tuvieron sexo? Con solo verlo quería arrancarle la ropa, arañarlo, morderlo. Y esa última parte era la que más le aterraba. Bajo su ropa negra, el cuerpo de su amigo estaba cubierto con marcas de sus dientes, y ella sentía que se había debido a algo más que la pasión. ¿O acaso sería pura paranoia?

«Contrólate», se había ordenado a sí misma. «Eres una cazadora, sigue el código». Eso era muy simple. Solo se procedía a matar tras obtener pruebas contundentes, y para su caso particular, la única forma de obtener confirmación era capturar a su presa. Su mente y corazón se enfriaron, retiró el seguro de su arma, y tras inhalar lentamente, clavó la vista en el claro donde su amiga Elizabeth se preparaba para enfrentar a su enemigo mortal.

—Con un poco basta, no es necesario que sea demasiada —dijo el joven druida entregándole una daga—. El hechizo se activará apenas tu sangre toque la tierra. No salgas del círculo de protección bajo ninguna circunstancia.

—No lo haré. Gracias, King —sonrió la albina, pero él apenas pudo devolverle el gesto, tan preocupado estaba—. Todo saldrá bien, ya lo verás. Estamos juntos en esto, y estamos tan listos como se puede estar.

—Sí, lo sé pero... sólo quiero decir... Elizabeth, gracias.

—¿Por qué?

—Por ser tan valiente. Por perdonar lo que se te hizo. Por no rendirte con este pueblo. Gracias por todo. —No había respuesta para eso. La chica se sintió profundamente conmovida por sus palabras e, incapaz de contenerse, dió al castaño un abrazo que el otro no tardó en corresponder. Ya no era una extraña en Black Valley. Su familia estaba ahí, sus amigos también. Claro que se quedaría para luchar por ellos.

—Ejem —tosió una persona a sus espaldas haciendo que se separaran, y ella no pudo evitar sonreír al ver a su novio con expresión arisca y la ceja levantada—. Tu hermana ya está en posición, King. Te recomiendo ir a la tuya para que empecemos con esto.

—¡Sí! Claro, esto... suerte, Ellie.

—Suerte —rió un poco más mientras el pobre salía corriendo, y cuando tuvo a su mate justo a su lado como para poder hablarle, también levantó la ceja en una expresión de incredulidad.

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