29 La culpa del lobo

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Hola a todos, aquí Coco, quien ya se puso intensa por la presión de la escuela, y piensa desquitarse en el capítulo de esta semana dándole a los protagonistas un vistazo a su pasado trágico *w* Por fin retomamos los domingos de lobos y, como de seguro recordarán, la tensión y el misterio están llegando a su punto álgido mientras Mel y Ellie tratan de resolver el misterio de Black Valley antes de que sea juzgada por brujería. ¿Lo lograrán? ¿Por fin veremos un poco de la bruja original? ¿Sabremos cómo comenzó la maldición? Bueno, pues si quieren saberlo, ya saben qué hacer ^w^ 

Posdata: muchas gracias por seguir aquí conmigo, me motivan mucho, son mi luz al final del tunel en este caótico fin de semestre XD ¡Dadme votos y frambuesas, así tal vez podré sobrevivir! 

***

Era una casa hermosa. Cuando Elizabeth dió con la dirección del profesor Ludociel Druid, lo primero que pensó fue que su vivienda no se parecía en nada a lo que imaginó. Había creído que, al tratarse de una "bruja", su hogar sería una especie de cabaña vieja en el bosque con un jardín y hierbas. No se esperaba aquel pulcro edificio blanco casi en medio del pueblo, con un césped cortado a milímetro, y un único gran árbol plantado en medio del inmaculado terreno.

—Serbal —murmuró Meliodas entre dientes, y dio unos pasos hacia atrás como si estuviera ante una presencia amenazante—. No me gusta este lugar, Ellie. Será mejor que nos vayamos.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No hay nadie en casa.

—¿Cómo lo sabes?

—No huelo la esencia de ninguna persona dentro. Tal vez salió, o supo que veníamos y simplemente no quiso atendernos. Vámonos, encontraremos otra persona que nos narre la versión de las brujas sobre la maldición.

—No —dijo Elizabeth con los ojos clavados en la puerta—. Él está aquí, sólo... no sé porqué pero, siento que definitivamente sí está —El rubio exhaló por la nariz, los labios apretados en una muñeca amarga, y la chica se le acercó con cara de preocupación—. Me crees, ¿verdad?

—Claro que sí —respondió de inmediato—. Pero eso no me deja más tranquilo.

—¿Confías en mí? —Un segundo de silencio, una mirada intensa, y acto seguido le tomó la mano.

—Sí —suspiró—. Siempre. Bueno, entonces...

—Oigan, tórtolos, nosotros seguimos aquí —dijo una voz tras ellos, y ambos voltearon a ver al resto del equipo, a un Estarossa fastidiado con los brazos cruzados y cara de impaciencia—. Ya encontramos al supuesto druida, ¿por qué no vamos y tocamos a su puerta de una vez?

—No es estratégico —apuntó la chica de trenza—. Podría tomar como una agresión si vamos todos.

—Entonces, ¿qué propones?

—Vayan ustedes —sugirió Elaine con voz conciliadora a Meliodas, Elizabeth y Gelda—. A aquellos que seguimos las tradiciones antiguas nos gustan las cosas en tres. Además, al ser uno de cada clan, es más probable que elija a alguien para hablar. Vayan, nosotros haremos guardia afuera.

—¿Están de acuerdo? —preguntó Meliodas a sus hermanos y, apenas estos asintieron, les dio la espalda y se encaminó con la albina y la rubia hacia la elegante puerta. No había terminado de estirar los dedos para tocar el timbre cuando retiró la mano como si se hubiera quemado.

—¡Mel! ¿Estás bien?

—Es muy listo —dijo riendo entre dientes—. Parece ser que este inofensivo profesor de historia sabe algunas cosas peligrosas.

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