Capítulo 14

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"A veces las treguas son lo más importante de la guerra". - El Profesor❤

Metimos el micro y el rastreador en una caja de cristal. La pusimos al lado de una radio en la que reproducimos ronquidos. Y eso durante un largo tiempo; al final la policía se quedaría dormida.

Mientras Palermo y Helsinki se quedaban con la caja, Nairobi volvía al trabajo y cada quien seguía con su vida, yo regresé a mi cuarto. Saqué una libretita de un cajón y estuve dibujando varios minutos. Hasta que decidí bajar a ver si encontraba a alguien.

Cuando estaba pasando por delante del baño, Tokio salió de allí. Parecía entre enfadada y satisfecha, como si se la acabara de devolver a alguien.

- Tokio - la paré poniéndole una mano en el hombro -. ¿Estás bien?

- Sí, sí, sí... - respondió, y se fue.

Ese comportamiento no es que me pareciera precisamente normal, pero lo dejé estar. Era su vida, yo apenas era una desconocida. No tenía que decirle cómo vivirla.

De todos modos, por curiosidad, entré al baño y me encontré a Río y a Denver hablando. Giraron la cabeza en mi dirección, como si les molestara que yo entrase, y Denver se marchó también.

- ¿Interrumpí algo? - pregunté, hasta que mi di cuenta de que Río iba medio desnudo; bueno, tan solo le faltaba la camiseta, pero eso ya era más de lo que yo nunca había visto-. Ah, joder, perdón.

Me puse una mano tapándome los ojos y me sonrrojé mucho.

- No pasa nada - respondió -. ¿Sidney, verdad? Creo que no nos han presentado. Soy Río.

- Lo sé - sonreí.

- Oye, puedes mirarme, que no muerdo.

- Es que.. Sí, claro, perdona.

Me quité la mano de los ojos. Él estaba ahora algo más cerca que cuando llegué, sonriendo.

- Bueno, Sidney. Y dime, ¿cómo fue que te fichó el Profesor?

- Oh, no me fichó; me fiché yo misma.

- ¿Y eso? ¿Por qué una chica tan joven decidió meterse en la boca del lobo con una panda de atracadores de mono rojo?

- Soy sobrina del Profesor.

- ¿El Profesor tiene una sobrina?

- Am. Sí.

- Espera, espera, espera... ¿Eres hija de Berlín?

- Efectivamente.

- Joder - lo dijo sonriendo, como recordando algo -. ¿Sabes? Tu padre casi me pega un tiro.

- No me sorprende siendo él, pero no, no lo sabía. Me voy enterando de todo poco a poco. Hace unas horas conocí a un tal Arturo Román, ¿te suena de algo?

- Hostia, Arturito, pues claro.

- Veo que es famoso entre vosotros. Yo no me suelo quedar con las caras de los rehenes. Y menos con los nombres.

- Es que Arturito es... especial. El gallito del grupo.

- Vale, eso me cuadra.

- ¿Ya has tenido que enfrentarte a él?

- No me ha hecho falta. En cuanto le he dicho que soy la hija de Berlín se ha cagado de miedo.

Río se rió. Yo lo imité. Luego hubo un rato de silencio incómodo. Muy incómodo.

- Oye, Sidney, ¿te importa ayudarme con esto? - señaló la herida que Nairobi le había hecho.

- No, claro que no, ¿pero estás seguro de que no prefieres que te ayude Tokio?

- He cortado con Tokio.

- Oh lo siento, perdona.

- ¿Y...? ¿Me ayudas?

- Sí sí. Voy.

Me lavé las manos y me acerqué al botiquín. Cogí una gasa y algo de alcohol para limpiar la herida, que por cierto aún sangraba. A lo mejor tenía que coser. Y no era lo que más me apetecía, pero no iba a negarme a ofrecer mi ayuda. Mi padre me había enseñado primeros auxilios, así que eso sabía hacerlo bien.

Vertí unas gotas de alcohol sobre la gasa y me acerqué a la herida.

- Puede que esto arda - le avisé.

Acerqué la gasa y la puse suavemente sobre la herida, sin apretar. Río resopló, jadeó unos instantes mientras yo pasaba la gasa por toda la superficie y paró al momento. Una vez estuvo limpia, retiré la gasa y la tiré encima del lavabo. Estaba llena de sangre.

- Creo que deberíamos coserlo - le dije -. Pero como tú veas.

- ¿Sabes coser? Tejido humano, me refiero.

- Sí, no sería la primera vez. Pero si conmigo no te sientes seguro llamamos a otra persona, Helsinki es muy habilidoso.

- No, no. Hazlo tú.

- De acuerdo...

Cogí una aguja, hilo y me puse a ello. Río aguantaba el dolor, no sé cómo pero el único quejido que se le escuchaban eran los suspiros y soplidos que de vez en cuando soltaba. Una vez acabado mi trabajo, le puse una titirita (una pena que no hubiera una de la Patrulla Canina o Peppa Pig) y me levanté.

- Listo - le dije.

- Gracias, Sidney.

- De nada, Río.

Le sonreí y me acerqué a uno de los lavabos para lavarme las manos. Él se acercó y se puso a la derecha detrás de mí.

- Cuéntame, ¿quién te cae mejor de la banda?

- Uy, eso es difícil. A Palermo y a Bogotá los conozco desde niña, pero Palermo es un poco hijo de puta y Bogotá tampoco me hace mucho caso (creo que le gusta Nairobi, lo veo muy pendiente de ella). Tokio es muy maja, pero bueno, ya la conoces. Helsinki es un pedazo de pan, pero a veces me da miedo. Nairobi y Estocolmo me cuidan bien, pero a veces terminan siendo sobreprotectoras. Y Denver... es Denver. Por no decir que todos ellos me ocultan la información; ninguno me trata como una más de la banda.

- Es que eres demasiado joven para estar aquí.

- Sí, eso dicen todos - murmuré, secándome las manos con una toalla que había.

- ¿Y qué opinas de mí?

- Teniendo en cuenta que te acabo de conocer, diría que eres muy amable y que tienes un corazón puro y noble. Que no te gusta que te traten mal, pero no eres muy valiente para defenderte. Y que has sufrido más de lo que podrías aguantar. Pero, aun así, aquí estás. Eres fuerte.

- Más o menos, sí.

- La primera impresión es la más importante.

Le dirgí una sonrisa y le di una palmadita en el hombro. Después me alejé. Iba a salir del baño pero otra persona abrió la puerta.

- No sé qué pensar de que ustedes dos estuvieran aquí solos - dijo Palermo, mirando a Río, que seguía con el torso desnudo -. Pero no hay tiempo. Iniciamos el plan Alcatraz, muchachos.

Holaa
¿Qué tal? Capítulo tranquilito para que la rayis y el Río se conozcan.
Como es mi cumple, dentro de unas horitas publicaré el siguiente capítulo...
Hasta entonces!

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora