Capítulo 10

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"Tú no eres machista: tú eres gilipollas." - Nairobi❤

- Sidney, será mejor que te vayas a tu habitación - me dijo Estocolmo.

- No, no - negué con la cabeza -. Me quedaré aquí. No me muevo; no diré ninguna gilipollez. Perdón.

Helsinki montó el arma, metralleta o lo que coño fuera eso. Estocolmo se acercó a hablar con Denver.

Al rato, Nairobi y Palermo bajaron con el Gobernador. Les dejé espacio para que pasaran; ella me saludó con una sonrisa. Yo se la devolví, aunque mi sonrisa era más bien falsa. Palermo tenía los ojos con vendas.

Les tocaba bajar, ir con Bogotá y hacer que el Gobernador del Banco de España abriera la puerta de la caja fuerte donde se encontraban los maletines. Al rato, Denver bajó también.

Mientras tanto, los rehenes colaboraron pasándose sacos llenos de algo que, al no haber estado en algunas clases, no podía saber que era. Los sacos llegaban a Helsinki, quien los colocaba junto al arma que había montado antes para tener un apoyo y, a parte, un lugar donde esconderse y refugiarse de las balas enemigas.

Una de las rehenes no paraba de tirar los sacos que le pasaban. Debían de pesar mucho, y se le caían. Pobre.

- Señora - le dijo Tokio en una de estas -. Salga de la fila.

- No, que puedo, que puedo - respondió ella -. Que tengo las manos fuertes.

- Señora - Tokio se acercó a ella -. Salga de la fila, por favor - la mujer hizo caso -. ¡Y los demás, seguimos trabajando!

- Muchas gracias - le dijo la mujer -. Tokio. Yo viví el último pegada al televisor. Os conozco a todos.

- Siéntese - ordenó Tokio, señalando con la cabeza el lugar en el que yo estaba.

Ella vino y se sentó a mi lado.

- Antes le has disparado a ese chico - me dijo.

- Lo sé. A veces soy muy impulsiva - respondí.

- ¿Quién eres? ¿Estás con ellos porque quieres o te han obligado?

- Porque quiero. Imagino que sabrás quien está detrás de todo esto...

- El Profesor.

- Él quería que me quedara fuera. De hecho, me prohibió participar en nada relacionado con este atraco. Pero no le hice caso.

- ¿Por qué? Esto es algo muy importante para ti, ¿no?

- Dijiste que conoces a todos los atracadores. ¿Te suena de algo el nombre de Berlín?

- Por supuesto, era el atracador al mando en el anterior. La mano derecha del Profesor. Murió en la huida.

- Sí. Era mi padre también.

- Lo siento.

Le sonreí y luego giré la cabeza de nuevo. En un atraco no era buena idea hablar de temas personales con rehenes.

Apenas pasaron unos segundos y los rehenes estaban situados en dos filas.

- Vale. La fila de Sayonara-Baby con Estocolmo. Los demás conmigo, ya - ordenó Tokio.

La fila de Tokio subió las escaleras. La otra, se marchó en dirección contraria.

- Sidney, ¿por qué no bajas a ver cómo les va ahí abajo? - propuso Tokio cuando pasaba por mi lado.

Me levanté y fui hacia el ascensor. Pulsé el botón de bajar y suspiré, rezando porque todo estuviera bien allí abajo.

Que obviamente no era así.

- ¡Joder, me cago en la puta! - gritaba Nairobi cuando se abrió la puerta del ascensor.

- ¿Qué pasa, Nairobi? - preguntó Palermo, estresado por no poder ver.

Me acerqué corriendo y pude ver al Gobernador inconsciente tumbado en el suelo.

- Ha perdido la consciencia - indicó Nairobi.

- ¡Pero por Dios! - gritó Palermo.

- Ciento treinta pulsaciones, a este tío le va a dar un infarto - avisó ella.

- ¿Cuánto tiempo tenemos? - preguntó Bogotá, que se estaba poniendo el traje de buzo para meterse él a la cámara en lugar del Gobernador.

- Un minuto y veinte segundos - respondí, apareciendo a la derecha de Palermo.

- ¿Tanto? - dijo él.

- Como si nos sobrase el tiempo o algo, campeón - le dije.

- Matías, el botiquín y las grapas - exclamó Nairobi -. Hay que cerrarle la herida. ¡Denver, tapónale la herida, coño!

- Dale, Denver - lo apuró Palermo, quien no podía hacer nada por su "pequeño" problema de visión.

Bogotá ya estaba listo para meterse a la cámara. Iba a poner el explosivo que abriría la puerta; era peligroso, pero valía la pena correr el riesgo. "Ni su padre sabe lo que puede pasar ahí", había dicho papá.

- Con cuidado, hermano - le dijo Palermo.

- Ciento cincuenta pulsaciones, este tío va a explotar - nos avisó Nairobi mientras le ponían las grapas.

Yo tan solo miraba la escena entre asustada, desesperada, triste y decepcionada.

- Denver, haceme acordar cuando termine esto que te cague mucho a trompadas, hijo de remil putas - le dijo Palermo.

Segundos más tarde, se escuchó la explosión.

- ¡Dios! - exclamé -. ¡Bogotá!

Me acerqué al "pasillo" que usaban para entrar a la cámara. Pero no podía ver nada.

Del otro lado, fuera del agua, consiguieron regular el pulso del Gobernador. Y menos mal. Dentro del agua, solo podíamos rezar porque todo hubiera salido bien.

Al poco tiempo, Bogotá salió de allí con dos maletines rojos en la mano. Denver los cogió y, sin tiempo que perder, salió corriendo de allí. Yo lo seguí.

Los rehenes ya estaban fuera, Helsinki preparado con el arma y los guardias de seguridad de pie delante de todo. Denver se acercó a Gandía y le tendió uno de los maletines.

- Voy a abrir la puerta y vas a salir con esta caja por todo lo alto - le dijo.

- ¿Tú crees, huerfanito? - a Gandía le gustaba jugar... sí, le encantaba.

- Me cago en la puta - masculló Denver.

- ¡Denver, ¿qué haces?! - exclamé cuando este abrió las puertas.

- Te estoy diciendo que salgas, perro - insistió a Gandía.

- Que nadie se mueva - dijo este, tranquilo.

- ¡Que salgáis de una puta vez! - gritó Denver.

- Las fuerzas especiales están a punto de llegar. No se mueve nadie. ¿Qué vais a hacer? ¿Nos vais a disparar como dispararon a tu papá?

Y ahí fue cuando Denver le metió una hostia. Se la merecía, la llevaba pidiendo a gritos un buen rato.

- Joder, Gandía - intervine -. Sí te gusta recibir hostias.

Denver cogió los maletines, un trapo blanco, y se dirigió a la salida.

- ¡Denver! ¡Denver! - gritamos Helsinki y yo.

Pero no parecía escucharnos. Salió de allí ondeando el trapo como si de una bandera se tratase. Y alzó las cajas. La policía se quedó quieta; poco después, inició la retirada.

¿Por qué? Porque esos maletines contenían los secretos del Estado: los secretos del Ministerio del Interior, Exteriores, Inteligencia, en qué gastan los fondos reservados... todo lo que el sistema no puede permitir que se sepa. Si salían a la luz, estaban jodidísimos.

Lo habíamos conseguido. Punto para nosotros. Pero, visto lo visto, nos iba a costar mucho llegar hasta el final. Porque, si no éramos capaces si quiera de hacer bien la primera parte, la más sencilla, no creo que sea necesario aclarar que las cosas se iban a poner feas de aquí al final.

Hello
¿Qué tal? Como siempre espero que todo bien y muchas gracias por leer♡

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora