Capítulo 5

1.3K 61 0
                                    

"No me jodas Berlín, que esto no es una película de Tarantino" - Nairobi❤

Pasaron unos días hasta que mi tío dijo que iría a recoger a Tokio al templo. Se marchó y, unas horas más tarde, Lisboa salió de casa.

- ¿A dónde vas? - pregunté.

- A ver si llegó nuestra invitada - respondió, dejándome sola en la casa.

Pasaron menos de cinco minutos antes de que regresaran a casa Lisboa, mi tío y una chica muy guapa de pelo corto.

- ¿Quién es? - preguntó, señalándome.

- Tokio, te presento a mi sobrina, _______ - dijo mi tío, a lo que yo sonreí.

- Hola - saludé - Puedes llamarme Sidney.

- ¿Eres hija de Berlín? - preguntó ella.

- Creo que así le llamábais - respondí.

- Chicas, sentaos - nos mandó mi tío -. Tenemos que hablar.

Ellas se sentaron, yo ya lo estaba. Tomamos algo y charlamos un rato; Tokio me caía bien, aunque tenía pinta de ser un poco irritante a veces. Pero, ¿acaso no era así yo también?

- ¿Hace cuántos días? - preguntó mi tío tras un rato.

Se había levantado y se movía de un lado para otro detrás de Tokio, mientras ella nos contaba lo que había pasado. Parecía tan nervioso como cuando lo había llamado días atrás.

- Once - respondió ella.

- ¿De dónde sacasteis los teléfonos satelitales?

- Cuando nos separamos en dos barcos, hicimos puerto en Casablanca 24 horas. Los compró en el mercado negro. A un libio - explicó.

- Casablanca... - suspiró mi tío.

- No estaban registrados - se defendió Tokio.

- Ya ves que sí lo estaban - rebatió él.

- Y no solo eso - interrumpió Lisboa -. Quien os los vendió os denunció. Y seguramente cobró la recompensa por la información.

- Profesor - dijo Tokio. Se ve que mi tío era ese tal "El Profesor" -. ¿Está completamente seguro de que tienen a Río?

- Sino, habría llamado al transportador, como hiciste tú, ¿no crees? - contestó él. La verdad yo no me estaba enterando de nada.

- Pero no han publicado nada - siguió Tokio -. Lleva once días detenido. Es la noticia más grande que podría dar el Gobierno. ¿Por qué iban a mantener ese secreto? ¡Con el bombazo que tienen!

Hubo un silencio incómodo en el que tan sólo nos miramos a los ojos unos a otros. Al final, Tokio paró su mirada en Lisboa y preguntó:

- ¿Cuánto tiempo pueden tenerlo incomunicado?

- Setenta y dos horas - respondió ella.

- ¿Y dónde lo tienen? - preguntó Tokio -. ¿No lo están torturando?

- No lo sé, Tokio, no lo sé - contestó mi tío, estresado. 

- Claro que lo están torturando - intervino Lisboa -. Todos los países democráticos se reservan un patio trasero donde jugar sucio cuando las cosas se ponen feas. Y nosotros se las hemos puesto muy feas. Bueno, vosotros.

- No pueden torturarlo - dijo Tokio -. Estamos en el siglo XXI.

- Claro que pueden - respondió mi tío, que ahora estaba de pie de espaldas a nosotras a unos pasos de la mesa -. A 35 000 pies de altura fuera de toda jurisdicción, en los vuelos de la CIA, en el mismo Guantánamo. Hasta España tuvo comando terrorista, Tokio, no me jodas, ¿de qué guindo te acabas de caer?

Yo tan solo miraba la escena, asustada, encogida en mi asiento rodeándome las piernas con los brazos. Nunca había visto a mi tío en ese plan.

- Profesor - Tokio se levantó de su silla y se acercó a él -. Tenemos que sacarlo de allí, ¿me oyes? Hay que rescatar a Río.

- ¿Comprasteis más teléfonos? - preguntó mi tío, aparentemente sin darle mucha importancia a lo que Tokio le acababa de decir.

- Sí, Helsinki - contestó Tokio, preocupada.

- Hay que convocar a la banda - sentenció mi tío.

Inmediatamente después de haber dicho esto, salió de la cabaña seguido de Tokio.

Varios días más tarde, mi tío me mandó a mi habitación.

- Quédate aquí un par de días - me dijo -. La banda va a venir, no quiero que los distraigas. A lo mejor cambian de opinión sobre si seguir adelante si te conocen o sabes que existes.

- Pero me conocerán de todos modos, voy a ser parte de la banda - respondí, sonriendo.

- Ni hablar.

- ¿Por qué no? ¡Yo también puedo ayudar!

- ______, ahora no hay tiempo para eso, solo te pido que cuando ellos vengan te quedes en tu habitación, ¿de acuerdo?

Y, cuando ellos llegaron, eso hice. Pude distinguir hasta cuatro voces más; dos mujeres y dos hombres. Y juraría que había también un niño pequeño. Desde mi habitación, escuchaba las risas y las conversaciones, aunque no se oían claras y no saqué ningún dato de lo que hablaban, pero supe que empezaron a hablar del tema Río en cuanto empecé a escuchar gritos y alguien dio un puñetazo a la mesa.

Al rato, todos se callaron. Ya solo escuchaba la voz de mi tío, y aunque no podía saber lo que decía, imaginé que estaba usando los sentimientos de los demás para unir a la banda de nuevo. Era una bonita forma de manipulación.

Y parece que funcionó, porque un día como otro cualquiera volvimos a Florencia. Mi tío obviamente no me explicó nada, estaba decidido a que yo no conociera los detalles para que, aunque quisiera, no me entrometiera en el plan.

Viajé a parte, escondida, para que la banda no me viera. No sé cómo pensaba mi tío que íbamos a vivir todos en el mismo sitio sin que ellos se dieran cuenta de mi existencia. El sitio era grande, pero aun así...

Al llegar, me escondieron en mi antigua habitación. Pero yo no quería quedarme de brazos cruzados. Así que, el primer día que la banda tuvo "clases", me presenté por allí.

Llegué por detrás de las sillas, de modo que todo el mundo me daba la espalda excepto mi tío y Lisboa. Él se me quedó mirando, regañándome con la mirada y provocando que todos se dieran la vuelta. Martín sonrió al verme.

- ¿No pensabas invitarme a la clase, Profesor? - pregunté acercándome a él mientras todas las miradas me seguían.

- ______, ya habíamos hablado de esto - me susurró él cuando llegué a su altura.

Sin darle importancia, me giré hacia los demás y sonreí.

- Creo que no nos conocemos. Soy Sidney.

- Hola, Sidney, soy Nairobi - saludó una de las presentes -. Ellos son Helsinki, Denver, Estocolmo, Tokio, Bogotá, Marsella, Palermo y supongo que ya conoces a Lisboa.

- Sí, conozco a varios de aquí - dije, mirando a Tokio, para luego dirigir mi mirada a Martín -. ¿Y tú? ¿Palermo? ¿En serio? No tenías otro nombre mejor.

- ¿Qué tiene? - preguntó, sonriendo. Estaba feliz de verme de nuevo, seguro.

- Has crecido - intervino aquel que ahora se llamaba Bogotá -. Estás muy guapa.

- Gracias - sonreí, poniendo mi cara de niña buena.

- ¿Y quién eres? - me preguntó el tal Denver.

- Soy hija de Berlín - respondí, poniéndome seria de pronto. Todos enmudecieron -. Sobrina del aquí presente Profesor. Y, lo más importante, soy parte de la banda.

- __(primeras dos letras de tu nombre)... Sidney - interrumpió mi tío -. No puedes, ya lo sabes.

- ¿Por qué no?

- Es peligroso.

- ¡Es peligroso! Eso mismo me dijo mi padre antes de marcharse al atraco ese, y mira, ahora no está. ¿Crees que me apetece perderte a ti también? Quiero luchar yo también. A vuestro lado. Hacerlo por mi padre. Por favor.

- No puede ser, lo siento. Tu padre me dijo que te protegiera, y llevándote con nosotros no estás a salvo. Volveremos a por ti cuando acabemos.

- ¡Pero yo quiero formar parte de esto!  ¡No puedes apartarme así como así!

- ¡Sí puedo, y lo haré! ¡Podrían arrestarte o incluso matarte! ¡No me voy a arriesgar a que eso pase!

- ¿Arriesgar? ¡Joder, yo os puedo ayudar, soy buena en esto!

- Este no es un atraco cualquiera.

- ¡Me da lo mismo! ¡Voy a participar y me da igual lo que digas!

- ¡Sidney, a tu cuarto ahora! ¡Se acabó! ¡No vas a participar en nada y punto!

- Vete a la mierda, Profesor - susurré, y me alejé corriendo.

A lo lejos pude escucharlo dando por terminada la clase del día.

Hola
Perdón por no publicar capítulo ayer, estuve muy liada
Pero aquí lo tenéis
Gracias por leer, recuerda votar y/o comentar
Bye

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora