Capítulo 29

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"Soy un hombre con suerte... nunca olvides eso". - El Profesor❤


- Espera ¿qué? - exclamé -. ¿Hermanita? ¿Eres...?

- Sí... Te dije que te ibas a sorprender - respondió mi acompañante.

No me lo podía creer. Tenía un hermano mayor. Y mi padre no me había dicho nada. Por un momento no me lo creí, pero luego me di cuenta de que aquel chico hablaba muy en serio.

- ¿Por qué papá nunca me lo dijo? - pregunté.

- No lo sé. A mi me dijo que tenía una hermana, sí. Pero me advirtió que no tratase de buscarla. Y no lo hice - explicó.

- Dios. Esto es muy raro. El otro día, Nairobi - tragué saliva al decir su nombre - me dijo que papá tenía una enfermedad. Que se iba a morir. Y yo tampoco lo sabía.

- Papá tenía muchos secretos. No debes sorprenderte.

- Lo sé, pero... Yo creía que nos lo contábamos todo. Pero veo que yo en realidad no le conocía. Ha tenido que morir para que me enterase de que tenía más familia de la que pensaba.

- Tranquila. Sé que es duro, pero así era papá. Y, hablando de familia, deberíamos ponernos en marcha.

- Sí... claro, sí, vamos.

Me subí de nuevo a la moto. Todo me daba vueltas. Mi padre, al que tanto había querido, me mintió toda mi vida. ¿Había algo más que no me había contado? ¿Seguía vivo? Ya no sabía que creer de mi vida y que no. Tal vez solo podía creer en lo que veía. Y veía que tenía un hermano.


Durante todo el viaje estuve dándole vueltas. Cuando por fin llegamos, pude dejar de pensar en mi padre y todo lo que no me había contado.

- Toma - me dijo mi hermano, tendiéndome una pistola -. La necesitarás.

- Gracias - respondí, con una sonrisa en los labios -. Espérame aquí por si acaso. Si en media hora no he salido, ve a buscarme.

- Claro. Ten cuidado; no estaría bonito que te matasen cuando acabamos de conocernos.

- No estaría bonito que me matasen de ningún modo.

Empecé a caminar hacia el lugar del que salían voces. Podía oír el eco de mis pasos, respirar la humedad. Dios, aquel lugar daba asco. Desde luego, era un buen escondite. Caminé despacio, siguiendo siempre las voces. ¿Estaban viendo la televisión? Eso parecía, hablaban de Alicia Sierra. La famosa inspectora a la que iba a conocer. Mi corazón latía a mil por hora y no podía concentrarme en lo que decían en las noticias.

Llegué a una puerta. Estaba cerrada. Apoyé la cabeza en ella para ver si escuchaba algo al otro lado. Las voces salían de allí. Me eché hacia atrás y le di una patada, abriéndola de golpe. Todos se giraron para mirarme y yo levanté la pistola y la dirigí hacia la única mujer de la sala.

- Sorpresa - dije, entrando.

- __________, supongo - respondió ella -. Estaba teniendo una conversación muy agradable con tu tío y con esos dos.

- ¡Marsella! - exclamé, al verlo atado allí. Estaba dormido -. Con razón no contestaba. ¿Y tú quién eres? - le pregunté a un hombre mayor.

- Mi amigo Logroño - contestó Alicia.

- Me llamo Benjamín - dijo él -. Soy el padre de Julia.

- ¿Quién? - pregunté.

- Manila - intervino mi tío.

Me giré para mirarle. Hubo un largo silencio en el que nos miramos a los ojos, sonriendo.

- Me alegro de verte - dijo.

- Y yo a ti - aseguré -. Tenías razón, tendría que haberme quedado en casa. Pero creo que no es momento para arrepentimientos.

Me giré hacia Alicia y señalé a los otros tres con un movimiento de cabeza.

- Desátalos - dije.

- ¿Me estás amenazando con una pistola? Porque yo también tengo otra - dijo, y levantó una pistola hacia mi tío -. O bajas el arma, o le pego un tiro.

- Creo que no has entendido la situación. Por lo que dicen en las noticias, ya estás muy jodida. Si matas a alguien será peor, y yo que usted pensaría en mi hijo - expliqué, señalando su barriga de 9 meses -. Así que sueltas el arma, los liberas y nosotros te ayudamos.

- No quiero ayuda de gente como vosotros.

- Tú dirás. Pero creo que necesitas ayuda y somos tu única esperanza. Los tuyos te han traicionado.

- Cállate.

Me acerqué a ella.

- Baja el arma y yo también lo haré. Vamos.

- Cállate.

- Solo nosotros podemos...

- ¡Cállate! - me interrumpió.

De pronto, oimos un sonido de un líquido cayendo al suelo en un chorro. Bajé mi mirada.

- Mierda - dijimos a la vez ella y yo.

Ambas bajamos las armas.

- Ha roto aguas - informó Benjamín.

- Gracias, Logroño, no nos habíamos dado cuenta - dije -. Por cierto, te queda bien el nombre.

- Joder - murmuró Alicia.

- No puede ir a un hospital - habló el Profesor.

- No pasa nada. Puedo parir sola.

- No, no puedes. Deja que te ayuden - dije.

- No. Si necesito ayuda... te tengo a ti.

- Pero yo... yo no sé qué tengo que hacer.

No mentía. Aquella situación me superaba. Para mi era más fácil negociar con un arma apuntándome a la cara que ayudar a alguien a parir.

- Muy bien. Pues tendré que hacerlo sola.

Suspiré. Insistir no serviría de nada. Muchas mujeres han parido solas a lo largo de la historia y no les ha pasado nada. Tenía problemas más graves que atender.

Me giré hacia las pantallas en las que se veían las cámaras de seguridad del Banco. Me acerqué a ellas y cogí el walki.

- Usa mejor los cascos - indicó el Profesor.

- Vale, gracias.

Me puse los cascos que mi tío me dijo. Y me senté en una silla delante de las cámaras.

- Hola - saludé -. ¿Me echasteis de menos?

Vi las caras de sorpresa de todos a través de las cámaras. Me alegró ver que estaban bien y con que todo parecía en orden.

- ¡Sidney! - exclamó Tokio -. ¿Lo has conseguido?

- No. Bueno sí. Es raro - dije, y reí ante lo extraño que había sonado todo.

- ¿Qué es ese ruido? - preguntó Lisboa.

Me giré para ver a Alicia, que gritaba de dolor mientras que mi tío le daba consejos e intentaba convencerla de que se dejase ayudar.

- La inspectora Alicia Sierra está de parto - indiqué -. Y no quiere ayuda de nadie.

- ¿Por qué no la ayudas? - preguntó Denver.

- ¿Estás sordo o eres tonto, risitas? He intentando ayudarla, pero no quiere. Y no me voy a quedar de brazos cruzados mirando para ella.

- ¿Y por qué no liberas al Profesor? - preguntó Estocolmo.

- Porque tengo a una loca detrás que en cuanto lo intente me va a disparar - dije.

- Exacto - gritó ella desde atrás.

- Van a entrar - habló Palermo -. Estábamos preparando todo para la batalla.

- Vale, todavía no veo nada - indiqué -. Os avisaré al más mínimo movimiento, y cuanto pueda volveré para ayudaros.

Me quité los cascos y me acerqué a la inspectora que estaba tumbada en el suelo sobre una colchoneta. Me arrodillé a su lado.

- ¿Estás segura de que no quieres ayuda? - insistí.

Ella como única respuesta me miró y soltó un gruñido.

- Avisa cuando la quieras.

Me levanté y me alejé de ella. Miré lo que tenía entre mis manos: la pistola de Alicia Sierra. Ya podía desatar a los demás sin miedo a que me metieran una bala en la cabeza.


Holaaa

Sí, lo sé, estuve 2 semanas desaparecida. Y posiblemente después de esto voy a desaparecer otra vez. Pero bueno.

Estoy escribiendo esto escuchando gritos en un parque de atracciones mientras espero a que los locos de mis primos bajen de una atracción a la que, sinceramente, me daba miedito entrar.

Nos vemos❤

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora