Capítulo 1

2.5K 90 4
                                    

"Me he pasado la vida siendo un poco hijo de puta, pero hoy creo que me apetece morir con dignidad." - Berlín❤

Me llamo ______. Nací hace 19 años en un pequeño pueblo a las afueras de Madrid, España. Mi madre me abandonó al mes de haber nacido, y fue mi padre quien pasó a hacerse cargo de mi. Pero había un problema: mi padre era un ladrón, uno muy bueno. Tal vez os suene el nombre de Andrés de Fonollosa. Pues es mi padre.

Para adaptarme tuve que aprender a robar. A los 5 años robaba carteras, móviles o pequeños paquetes de comida en tiendas. A los 10, participé en mi primer atraco junto a mi padre. Yo creo que hacíamos un buen equipo.

Toda mi vida estuve escapando de la policía, así que nunca nos asentamos complemente en un sitio; nos mudábamos a cada poco. Hasta que llegamos a Florencia, donde parecía que podría vivir una vida más tranquila.

Allí mi padre conoció a una mujer llamada Tatiana, con la que decidió casarse. Ya era como la quinta vez que se casaba, yo desde luego había perdido la cuenta, pero como aquella mujer era muy amable conmigo, no puse pegas. Y mi padre invitó a mi tío, Sergio Marquina (tal vez él también os suene), y a otro puñado de amigos que yo había conocido cuando era más pequeña. Los invitados se podían contar con los dedos de las manos, pero era mejor así, cuanta menos gente supiera donde estábamos... pues mejor.

Tras la boda, mi padre y mi tío se fueron juntos. Parecían preocupados o tramando algo... ¿un atraco? Tal vez.

Durante varios meses planeamos (exacto, yo participé también), tal y como yo ya había averiguado, un atraco, en el que al parecer ya había estado trabajando mi padre. Martín también ayudaba. Me había cuidado cuando era pequeña y, para ser sincera, su compañía me agradaba, aunque era un poco... no sabría como decirlo. Pero esto ya es otra historia porque, al parecer, lo que habíamos preparado no era suficiente así que, tras unos meses, mi padre se marchó con mi tío para ir a cometer el "atraco del siglo". Así lo llamaban.

- ¿Y yo por qué no puedo ir? - pregunté, decepcionada.

- Es muy peligroso - respondió mi padre, colocándome un mechón de pelo detrás de la oreja -. Y tiene que salir bien. Te prometo que cuando vuelva iremos de vacaciones a Jamaica. ¿Qué te parece?

- ¿Y no podemos ir a Hawai? - pregunté, sonriendo.

- Pues claro que podemos, princesa. ¡Seremos millonarios! - exclamó, y los dos reímos.

- No es por aguaros la fiesta pero, Andrés, tenemos que irnos - intervino mi tío.

- Tranquilo, hermanito, relájate - dijo mi padre, con ese tono de voz que le hacía parecer estar siempre tranquilo.

- Oye y... ¿yo con quién me quedo? - pregunté de nuevo.

- Pues con Martín, claramente. Y con Tatiana - contestó papá, sonriente -. Te cuidarán bien.

- O sea que a parte de que te marchas tengo que quedarme cuidando de la cría - masculló Martín por lo bajo. Mi padre, o no lo oyó, o no le importó, porque no contestó.

- Bueno, ahora sí. Hermanito, coge las maletas - dijo mi padre -. Nos vamos. Adiós Martín, nos vemos en unos meses. Adiós, princesa.

- Adiós papá. Te quiero - me despedí, abrazándole fuertemente.

- Yo también te quiero - y se despidió dándome un beso en la frente.

Pasaron más de cinco meses sin que supiera nada de mi padre o de mi tío. Y, obviamente, estaba preocupada.

La noticia llegó un día a eso de las cinco de la tarde. Martín se había decidido a colgar un cuadro, y yo le estaba ayudando a colocarlo bien.

- Más a la derecha. No no, demasiado; más a la izquierda. ¡Alto! No, fatal. Muévelo un poco más hacia...

Estaba a punto de decir "abajo" cuando llamaron a la puerta. Corrí a abrir, con la esperanza de que fuera mi padre. Era mi tío, Sergio. Me alegré igual.

- ¡Tío! - grité, y me lancé a sus brazos -. ¡Dios mío, ya pensaba que ese atraco no acababa nunca! ¿Dónde está papá?

Él no respondió. Se libró de mi abrazo y me cogió por los hombros. Su agarre no era firme, parecía que le temblaban las manos. Me miró a los ojos; los suyos estaban cubiertos de lágrimas.

No hicieron falta palabras para que lo comprendiera.

Jamás volvería a ver a mi padre. Porque él había muerto.

- Sergio, no me jodas - al parecer Martín también lo había comprendido.

- Yo... hice lo que pude - susurró mi tío.

Y mi corazón se partió. Fue como si me lo hubieran agarrado y lo hubieran machacado con un mazo. Pero peor. Porque esta noticia dolía más.

- Papá... - susurré, sintiendo como las lágrimas resbalaban lentamente por mis mejillas.

Me solté del débil agarre de mi tío y salí corriendo. No veía por donde iba. Las lágrimas cegaban mis ojos y el dolor cegaba mis sentidos. Salí al patio. Llovía muchísimo, como pocas veces. Era como si el tiempo se hubiese puesto de acuerdo con mis sentimientos. Yo amaba a mi padre. La nuestra no era la típica relación padre-hija; nosotros éramos casi como que amigos. Y eso se había acabado para siempre.

Completamente descalza, corrí por la hierba empapada hasta que mis pies no pudieron más y me caí de rodillas. Empecé a llorar como nunca antes, con la cara entre las manos. Grité de dolor. Porque dolía mucho.

Al cabo de unos minutos, me puse en pie. Mis piernas apenas podían sostenerme y me temblaba todo el cuerpo. Subí las escaleras con algo de esfuerzo y entré en mi habitación. Cerré de un portazo y me tiré en la cama, boca abajo.

Me quedé dormida de tanto llorar.

Holaaa
Primer capítulo :)
No os olvidéis de votar y comentar que os ha parecido. Perdón si hay errores, pero soy humana. O no...
Cualquier duda o cualquier cosilla podéis decirla en los comentarios o podéis escribirme un mensaje privado. Respondo a todo.
A partir de ahora publicaré capítulos los lunes y los viernes entre las 7pm y las 8pm hora española. O sea que el viernes 9 subo el capítulo 2.
Bye!

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora