Capítulo 35

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"Querida, al final, el amor es lo que nos hace ver la vida de otro color". - Mariví Fuentes (Madre de Raquel)❤

Tiempo después, llamaron a la puerta. Yo me había puesto música y trataba de aclararme las ideas mientras jugueteaba con un lápiz y una hoja de papel, la cual acabé llenando de garabatos que ni siquiera yo sabía lo que significaban.

- Pasa - dije.

Manila entre abrió un poco la puerta, lo justo para meter la cabeza y decirme que abajo ya casi estaba todo acabado.

- Por si quieres pasarte - señaló.

- Claro. Ahora mismo voy.

Dejé el lápiz encima de la hoja, apagué la música, me puse un pinganillo para estar comunicada con el Profesor y Logroño en todo momento, y seguí a Manila hasta abajo. Allí todos trabajaban para meter las últimas pepitas en la máquina. Lisboa, Estocolmo, Helsinki y Matías no estaban allí. En cuanto me vio, Palermo me tendió un cubo, y yo empecé a ayudar también.

Hasta que solo quedó un pequeño puñado. Palermo lo cogió, me miró y lo depositó en mi mano. Yo me acerqué a la máquina y tiré por ahí lo que quedaba del oro.

- Se nos está acabando el agua - dijo Bogotá.

- Aquí estanque de tormentas - habló Logroño al otro lado -. Está oscilando el agua.

Todos nos acercamos a la gran tubería que se hundía en la tierra, detrás de la gran máquina. Parecía que estábamos en un partido de fútbol, en un empate en el último minuto de juego, y rezábamos porque nuestro equipo marcase gol. Y pasó.

- ¡Ya está! - exclamó Benjamín -. ¡Acaban de salir las últimas pepitas!

Palermo y yo nos miramos, ilusionados.

- ¡Está! - gritó él.

Todos empezamos a gritar de júbilo, a abrazarnos y a sonreír como hacía tiempo que no lo hacíamos.

"Ojalá Nairobi y Tokio estuviesen aquí", pensé.

Mientras todos celebrábamos, pude ver a Denver marchándose. Miré a Manila, que también lo había visto, y ella me devolvió la mirada. Ambas sabíamos lo que pasaba; yo, desde luego, no pensaba meterme en esas cosas, a menos que interrumpieran el plan de alguna manera, así que lo dejé irse.

Entre risas y demás, fui yo la que cogió la iniciativa: empecé a dar palmas y a cantar "Bella ciao". Nada más empezar, Río se me unió también. Más tarde Bogotá. Luego Manila y Palermo. Algunos incluso cogieron lo primero que vieron para usarlo como instrumentos. Lisboa y Matías, que acababan de llegar, se unieron a nosotros también.

Mientras bailábamos y cantábamos, por primera vez en varios días (lo que a mi parecer había sido una maldita eternidad) me lo pasé bien de verdad y pude volver a saber lo que se sentía ser feliz. En realidad, aquel sentimiento se remontaba más allá del inicio del atraco, más allá de los últimos dos años. Aquello que ahora sentía, la alegría que hacía latir mi corazón, era algo que casi no recordaba.

Tiempo después, aún con la sonrisa en la cara, Lisboa vigilaba mientras yo estaba sentada en una mesa detrás de ella.

- No hay demasiado movimiento fuera - decía Lisboa, tanto para mí como para el Profesor -. Solo algunos vehículos abandonando el perímetro.

- Estad alerta, pero creo que vais a tener algo de calma - respondió él -. La policía me sigue buscando en el centro de Madrid. Aprovechad para descansar.

Lisboa se alejó de la ventana. Me miró y me hizo un gesto para que la siguiera. De un salto me bajé de la mesa en la que estaba sentada y la seguí.

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora