Capítulo 21

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"Somos muy pequeños, como ratones que tienen que ir por la vida haciendo agujeros, porque no tenemos ni idea de otra cosa que hacer". - Moscú❤

Pasaron, ¿quince minutos? Tal vez menos, tal vez más... pero por ahí. Yo seguía leyendo el libro, nadie había entrado ni salido de la sala en ningún momento, y todo parecía tranquilo. A lo mejor, el Gandía este se había cagado y había preferido esconderse.

Me sorprendió su voz saliendo de los altavoces, resonando en todo el Banco.

- Al habla Gandía - nosotros nos miramos, extrañados -. Jefe de seguridad del Banco de España. Me encuentro oculto, a salvo y en disposición de cometer cualquier acción que sea necesaria para recuperar el control y la seguridad...

- ¡Nos quiere matar uno a uno! - interrumpió...

- ¡Tokio! - exclamé.

Joder, tenía a Tokio.

- No os separéis, os está vigilando - nos avisó.

- Y cómo habéis oído, tengo una maravillosa compañía - siguió Gandía.

Por un rato no se escuchó nada más. A lo mejor ya había terminado. O, lo más probable, estaba poniéndole a Tokio algo en la boca para que no hablase.

- Simplemente quería darle las gracias a Palermo - dijo -. Sus consejos para liberarme de las esposas dislocándome el pulgar me han hecho un hombre libre.

- Mierda, si es que lo sabía, joder - murmuré.

Pues, ¿quién os pensabais que me lo había enseñado a mí?

- Gracias a él, espero poder ayudaros a todos.

Y ahí sí, terminó.

- Me cago en la hostia - dije, y me levanté del sillón.

- Eh, quieta ahí, tú - me dijo Bogotá.

- Quieta y una mierda - respondí -. Voy a ir a ver lo que está pasando. Las cosas se están empezando a joder pero bien. Me conoces, y sabes que no me voy a estar quieta. Dame un arma.

Bogotá me pasó una pistola.

- Cargada - añadí.

- Está cargada.

Me acerqué a la puerta para salir.

- Sidney - me llamó Nairobi -. Ten mucho cuidado.

- Sí - sonreí, y salí de allí.

Bajé corriendo con los rehenes. Pero ya se habían llevado a Palermo.

Recorrí el Banco, pistola en mano, buscándolo. Escuché voces venir del baño. Una era de Denver. La otra era una voz de mujer, pero nunca la había escuchado antes. ¿Una rehén?

- Denver, ¿sabes a dónde se han llevado a Palermo? - pregunté, abriendo la puerta.

Pues efectivamente, Denver estaba hablando con una chica a la que ya había visto antes, entre los rehenes.

- Eh, a ver, perdona - le dije -. Pero, si has acabado, tal vez deberías volver con los demás rehenes. Deja, te acompaño.

- ¿Se puede saber porque el Profesor no decidió mejor infiltrar a la chiquilla esta? - le comentó a Denver.

- Oye, ¿pero tú quién coño eres?

- Sidney - me dijo Denver -. Te presento a Manila; rehén infiltrada de la banda.

- Oh... encantada, Manila - saludé.

- Sí, pero aún no eres Manila - intervino Denver -. Porque tienen que crees que eres rehén. Ya lo hemos hablado. Y ahora tira.

- Espera, Denver - lo paré, justo cuando salían del baño -. ¿Sabes a dónde han llevado a Palermo?

- Claro, a donde Nairobi - contestó -. Por cierto, ¿tú no estabas descansando?

- Sí, estaba - mascullé. Llego a saberlo y no salgo.

- ¿Por qué descansando? - preguntó Manila -. ¿Estás bien?

- Bueno, casi me matan - respondí -. Ahora me tengo que ir.

- Espera - dijo Denver -. Voy contigo. Manila, vuelve con los demás, va.

Cuando llegamos, estaban todos hablando con el Profesor.

- ¿Es cierto que ayudaste a escapar a Gandía? - preguntaba el Profesor.

Cerré la puerta despacio y con cuidado de no hacer ruido.

- Sí, señor - respondió Palermo. Puta madre.

- ¿Eres consciente de que ha estado a punto de matar a Nairobi y a Helsinki? Y a mi sobrina - dijo, poniendo énfasis en las últimas dos palabras.

- Daños colaterales - contestó Palermo, a lo que yo le di una colleja.

- Daños colaterales, eres un cabrón - le dijo Nairobi.

- Tranquila - le dijo Paquita.

- ¿Por qué lo hiciste, Palermo? - preguntó el Profesor.

- Tokio dio un golpe de Estado. Me vi en la obligación moral de salvar el plan. Ahí está mi lealtad, señor. Tuve que restaurar el orden, el establecido, porque usted jamás me relevó del cargo - contestó.

- Lo hice de facto. Además eso no tiene nada que ver con haber soltado a Gandía.

- Por supuesto que sí - aseguró Palermo -. Tuve que generar el caos. Era obvio que él iba a ir a por ella.

- Podría haberla ejecutado - le echó en cara Nairobi.

- Reitero: dio un golpe de Estado - repitió Palermo.

- Todo mentira. Iba a escaparse como una puta rata e iba a llevarse los secretos de Estado - interrumpió Denver.

- El muchachito está equivocado - señaló Palermo.

- Te paré yo, en la puerta, con el maletín - intervino Helsinki -. Ibas a negociar, hijo de puta.

- ¿Ah sí? ¿Con los papeles que yo me robé? ¿Que están ahí en el maletín? Ahí, ¿por qué no se fijan?

- Denver, abre el maletín - ordené. Él lo hizo.

- ¿Qué hay dentro? - preguntó el Profesor.

- Magdalenas - respondió Denver. Abrí los ojos como platos y miré a Palermo.

- Palermo, haya lo que haya dentro del maletín no supone ninguna diferencia - le dijo el Profesor -. Has traicionado a la banda. Les has puesto a todos en peligro y por tu culpa Gandía tiene presa a mi oficial al mando. Escúchame. Te voy a dar una oportunidad de resarcirte. Pero no olvido lo que has hecho. Y, por supuesto, no recuperas el poder.

- Bien, entonces vuelvo al hall con los rehenes, ¿qué carajo hago? - preguntó Palermo.

- Lo primero, callarte - exclamó el Profesor -. Y no, no bajas al hall. Soltadle. No es momento de dividirnos. Cuando todo esto termine, entonces dictaremos sentencia.

Palermo levantó las manos, atadas. Bogotá se levantó, cogió una navaja y le cortó las cuerdas, dejándolo libre.

- Y ahora escuchadme todos atentamente - siguió el Profesor -. Ante un lobo solitario, el sitio más vulnerable es el vestíbulo, así que es lo primero que tenemos que evacuar. Palermo, Estocolmo y Helsinki, agrupad a todos los rehenes en la biblioteca. Gandía no quiere escapar, lo que quiere es mataros. La puerta no importa. Es vital que no os pongáis las caretas porque él puede hacer lo mismo y entonces no le distinguiríamos. Bogotá, ¿cuál es la situación en la fundición?

- Han parado los hornos, tienen miedo - contestó.

- Pon a Nairobi a salvo en la biblioteca  - ordenó el Profesor -, y baja, no podemos permitirnos tener la fundición parada. Denver. Río y tú pasáis a la acción. Comienza la cacería. Vais a ser los más expuestos, así que pertrecharos. Cascos, munición, cargadores, todo lo que necesitéis. Barred toda la primera planta. Y cuando termineis una habitación la precintais.

- ¿Y el resto de plantas que? - preguntó Denver.

- Helsinki y Estocolmo se incorporarán cuando los rehenes estén en la biblioteca - respondió el Profesor -. ¿Sabe todo el mundo lo que tiene que hacer?

- Y yo qué - intervine -. ¿Estoy pintada o qué?

- Sidney... No puedo arriesgarme a que te pase nada - dijo -. Ya ha estado a punto de matarte. Llega a hacerlo y yo no sé qué haría. No me lo perdonaría nunca.

- Profesor - dije -. Eso pasó porque no tenía suficientes balas en la pistola, porque me las gasté haciendo el gilipollas. Y reconozco que fue mi culpa, pero si me dan una pistola bien cargada... yo creo que puedo ayudar.

- No, Sidney. Tú padre me pidió que te protegiera, y...

- Mi padre no está aquí.

- Sidney. Por favor, no hagas nada. Escucha, si algo pasase, si por lo que fuera escuchas algo que no deberías escuchar, gritos, disparos, explosiones... Entonces coge la primera arma que encuentres y corre a ayudar. Pero por ahora, por favor, estate quieta.

- Está bien...

- Vale, pues ahora todos al trabajo. Ah, y una cosa más. Suerte. Y tened mucho cuidado.

Cada uno se puso a lo suyo. Yo me senté de nuevo en el sillón. Todos salieron y yo me quedé sola. Suspiré y agarré el libro para seguir leyendo. Tenía la pistola cerca, por si acaso la necesitaba. Pero no me dio tiempo.

Gandía me sorprendió por detrás y me agarró de manera que no podía moverme.

- Permíteme, princesa - susurró mientras me inyectaba algo en el brazo.

Y todo se volvió negro.

Hi
¿Qué tal? Puede que el lunes no pueda publicar capítulo. Intentaré subirlo pero es posible que no pueda. Muchos exámenes.
Gracias por leer    I♡U

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora