Capítulo 36

250 16 0
                                    

"Te han enseñado en la vida a diferenciar de buenos y malos. Si esto lo hacen otras personas, no pasaría nada". - El Profesor❤

Tiempo más tarde, yo estaba de nuevo en mi habitación, acabando de leerme el libro que el Profesor había logrado meter para mí, cuando la voz de mi tío salió del otro lado.

- Sidney, ¿me recibes?

Sonaba preocupado. No me gustaba nada el tono de su voz.

- Aquí Sidney. Dime. Oh, ¿quieres que vaya a por Palermo o...?

- No. Estoy en línea privada contigo. Escúchame... Nos han robado el oro.

- ¿Cómo? Pensaba que éramos nosotros los que estábamos robando el oro.

- Entraron haciéndose pasar por policías cuando teníamos todo el oro cargado. Nos ataron y se han llevado todo.

- Así que el estafador resultó estafado... Un momento, ¿dices que entraron justo cuando los lingotes estaban en los camiones, justo antes de salir?

- Sí.

- Mierda... o tenemos un topo, o quien nos ha robado conocía el plan.

- _________, estoy persiguiendo a los culpables. Avisa a quien creas conveniente. Te prometo que todo va a acabar bien.

- Sergio, yo te creo. Confío en ti, y lo sabes. El problema son los demás. Todos sabemos que sin el oro no hay nada que hacer, y en cuanto se enteren de que ya no hay oro...

- Y por eso mismo pienso recuperarlo.

- Suerte.

En cuanto corté la comunicación, salí corriendo en busca de Lisboa, quien, convenientemente, resultó estar con Palermo. Al verme, los dos supieron que algo andaba mal.

- Alguien ha robado el oro - solté.

- Claro, nosotros estamos robando el oro - dijo Lisboa.

- No, no. Nosotros lo hemos robado y alguien nos lo ha robado a nosotros. El Profesor está buscando a los ladrones.

Lisboa y Palermo se miraron llenos de preocupación. Les expliqué lo que mi tío me había contado.

- ¿Profesor? - llamé al acabar, mientras los tres nos mirábamos sin saber muy bien que pensar de todo -. Profesor, estoy con Palermo y con Lisboa. Te están oyendo.

- Los camiones están vacíos. Han vaciado 90 toneladas de oro en media hora, esto... esto no se improvisa, conocían el plan.

- Entonces, solo pudo haber sido una persona - aseguró Palermo -. Y vos sabés exactamente quién fue.

- No, no, no, estaba al corriente del objetivo, pero no sabía ni cómo íbamos a sacar el oro ni... ni ningún detalle del plan - dijo mi tío -. Tú mismo lo guardabas todo cada noche en la caja fuerte.

Se le notaba frustrado, y oírle así de verdad hizo que yo me preocupase más. Por no hablar de que ya había descubierto de quién hablaban: Tatiana. Ella era la única persona de fuera del atraco que podía saber todo. Porque era o ella o un monje del monasterio que nos hubiese oído hacía años, y lo último era bastante cuestionable.

- Sergio, tu hermano estaba enamorado, ¿de verdad pensás que para él la estrategia de un plan escrita en un papel era más importante que el amor? ¿Eso creés?

- Pues sí. ¡Cuando la vida de todos nosotros depende de ello, por supuesto que sí!

- La gente habla en la cama, Sergio - dijo Lisboa -. Y tú el primero. Me contaste el plan París en la cama porque sabías que nadie lo podía oír. Sabías que estabas poniendo la soga al cuello a todos tus compañeros para salvarme a mí. No contabas con tu sobrina, claro, ¿pero acaso habría cambiado algo? Los dos sabíamos que después de eso iban a entrar. Y Tokio ha muerto. De eso habla la gente en la cama; de los secretos que ponen en riesgo la vida de los demás. Lo hizo tu hermano...lo hiciste tú... y lo hice yo.

Abracé a Lisboa, que había empezado a llorar. A mí también se me saltaban las lágrimas, pues aunque una parte de mí no quisiera admitirlo, parte de la culpa era mía, pues yo le había mostrado a mi hermano, Rafael, el lugar exacto en el que estaba el estanque de tormentas. Le había dejado solo, con lo que había tenido tiempo de echar un vistazo. Porque estaba cien por ciento segura de que Tatiana y Rafael estaban trabajando juntos.

Palermo nos abrazó a ambas. Dos o tres minutos más tarde, mientras seguíamos los tres abrazados, el Profesor volvió a hablar.

- Este es un mensaje para toda la banda - ahora lo iban a saber todos... -. Nos han robado el oro. Entraron en el estanque de tormentas haciéndose pasar por policías. Estamos yendo tras ellos. Buscamos varios camiones con volquete. Cargaron en ellos los lingotes de oro y luego lo cubrieron todo con tierra. Viajan sin tapar la carga para no despertar sospechas.

- Es vital que nadie sepa que nos han robado el oro - dijo Lisboa, que se había levantado del abrazo, pero yo seguía con mi cabeza sobre el pecho de Martín -. Ni los rehenes, ni la policía, nadie. Porque, en caso de contratiempo, eso nos liquidaría, ¿entendido?

Poco a poco, todos empezaron a responder. "Entendido", "recibido"... Pero Denver y Estocolmo no contestaban. Lisboa, Palermo y yo nos miramos extrañados.

- Río, escúchame - siguió mi tío -. Necesito que hackees todas las cámaras de tráfico que están cercana a la cantera de Santa Bárbara, ¿de acuerdo? Marsella, vete al estanque de tormentas, llévate a dos mineros, al capitán y esos camiones. Cuando llegues te deshaces de los furgones policiales y pones en marcha el plan pulgarcito. Y a todos los demás, antes de que se desate una crisis y empecemos todos a pensar en qué carrera estudiamos en un penal de máxima seguridad, os doy mi palabra. Vamos a recuperar el oro... y os vamos a sacar de ahí.

Suspiré y me separé lentamente de Palermo, que hasta entonces me había estado acariciando el pelo como cuando me cuidaba en el monasterio y fingía quedarme dormida viendo alguna película.

Yo le creía. Yo creía a mi tío. Pero me daba la pequeña sensación de que era la única que todavía no perdía la esperanza.

- Voy a buscar a Estocolmo y Denver - dijo Lisboa.

- Te ayudo - dije, levantándome.

Fuimos buscando por todo el Banco hasta que, al fin, los encontré.

- ¡Eh! ¿No sabes llamar o qué pasa, tía? - exclamó Denver en cuanto entré.

- Oh, Dios. Lo... lo siento - me disculpé, girándome.

Estaban los dos desnudos, cubiertos con una manta; o iban a follar, o acababan de hacerlo.

- Lisboaaaa - llamé, aún de espaldas -. ¡Los he encontrado!

Ella llegó, entró, vio la escena, me vio a mí y volvió a mirar para ellos.

- Nos han robado el oro - informó.

- ¿Qué? - susurró Estocolmo.

- Silencio absoluto sobre esto. Si alguien se entera, se acabó. Estamos muertos.

- Me cago en la puta - masculló Denver.

- Vamos, Sid - me dijo Lisboa, y ambas salimos de allí para dejarles un poco de intimidad.

- Al parecer han resuelto su triángulo amoroso, ¿no? - comenté, a lo que Lisboa me respondió con un "sí" y una pequeña risa.

- Voy a ver cómo le va a Río con las cámaras, ¿vienes?  - ofreció.

- No es como que tenga nada mejor que hacer...




Hola! Como el lunes no voy a publicar ya os lo digo ahora, feliz día del amor y la amistad❤❤ Gracias por seguir apoyando esto. Os amo

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora