Capítulo 41

325 11 9
                                    

"Hay veces en las que simplemente quieres pulsar un botón de pausa y esperar a que la tormenta pase." - Sidney❤️

- ¿Pensabais que os ibais a ir de rositas dejándome una reserva de latón? - Tamayo casi reía, como enloquecido -. Y, como veo que amenazar a toda su banda no funciona, voy a apuntar a su sobrina con esta pistola. La última mujer viva de su familia. Y la persona a la que más quiere en el mundo... ¿o me equivoco? Como a su propia hija. Dígame dónde está el oro.

- No puede hacer esto - dijo mi tío. Noté en su voz que estaba nervioso -. No puede. Y lo sabe.

- Me importa una mierda lo que puedo o no puedo hacer. Dígame dónde o le vuelo los sesos a la hija de su hermano. Y después a todos los demás.

- Tamayo - dije yo. Él pareció soprenderse al no verme asustada, aparentemente -. Usted sabe perfectamente que ese latón es lo mejor que tiene. Si me mata, o si mata a cualquiera de la banda, alguien se encargará de sacar todo a la luz. Y sabe lo que eso significa. Yo no, porque ya le he dicho que era muy mala en economía. Pero lo que sí sé es que estará jodido y con la mierda hasta el cuello. Quedará ante el mundo como un imbécil que no pudo ganar y al que se la colaron. Y se enterarán, porque creame que se enterarán, de que para intentar recuperar el oro apuntó a la cabeza y mató a una mujer de 19 años. El hombre que mató a una joven para intentar recuperar un oro del que ni siquiera estuvo cerca, cuando podría perfectamente haberlo dejado como estaba y nadie nunca se habría enterado ni habría cuestionado nada. Eso lo convertiría en un monstruo, creo yo. Ahora mismo, a los ojos de todo el mundo, es usted quien lo ha conseguido. Quizá no un héroe, pero sí quién ha salvado su economía. Quién sabe, quizá goce de servicios especiales a partir de ahora. Pero tiene que aceptar el latón, bajar esa pistola, ordenar a sus hombres que bajen las armas... y ayudarnos a salir de aquí.

Él apretó la pistola contra mi frente durante un momento largo, mirándome a los ojos. Solo se oían nuestras respiraciones. Finalmente, bajó la pistola con un gruñido. Suspiré aliviada. Mi tío corrió a mi lado y se agachó ante mí, sujetando mi cara entre sus manos, que le temblaban levemente, como para asegurarse de que estaba bien y de que realmente no me había perdido para siempre. Lisboa se acercó también.

- ¿Estás bien? - preguntó.

Asentí y sonreí. O, al menos, hice el intento. Los nervios todavía seguían a flor de piel.

- Esta cría... - dijo Tamayo, señalándome, aparentemente más calmado - es jodidamente lista. Muy bien. ¿Cómo cojones tenéis pensado salir de aquí?

- Muertos - respondimos el Profesor y yo al unísono, sonriendo.

- ¿Qué? - esta vez fueron ellos dos lo que hablaron a la vez.

- ¿Que mejor manera de salir de aquí, de escapar y asegurarnos de que no nos buscan más, que si todos creen que estamos muertos? - expliqué.

- Queréis que finjamos vuestra ejecución - repitió Tamayo, como asegurándose de que lo había entendido bien.

- Exacto.

- Vale - aceptó, tras un largo suspiro -. Vosotras podéis reuniros con los demás. Contigo todavía quiero aclarar unos cuantos puntos de nuestro acuerdo.

Lisboa y yo nos miramos. Miramos al Profesor justo después. El asintió y movió la mano en un gesto para que nos fuéramos. Eso hicimos. Los guardias del pasillo nos dejaron pasar. Al llegar abajo, los guardias ya habían recibido la orden y habían bajado las armas y soltado a los demás. Nos soltaron a nosotras también en cuanto entramos.

Sonreí al verlos a todos. Ellos sonreían también. Corrí para abrazarlos, uno a uno, luego en un abrazo grupal. Cuando mi tío bajó al fin, éramos todos un mar de lágrimas, descargando la tensión que habían dejado todas las emociones que nos habían embriagado en los últimos 10 minutos escasos.

Minutos más tarde salíamos de allí metidos en bolsas para cadáveres. En cuanto sentí el movimiento de una furgoneta y dejé de oír voces para pasar a oír solo el motor, bajé como pude la cremallera de la bolsa y me incorporé. Miré a mi alrededor y, todavía sin poder creerme que lo hubiéramos conseguido, pegué un chillido de emoción.

Habíamos salido de ahí vivos. Habíamos podido salvarnos. No. Había podido salvarnos. Yo había podido.

"No a todos", me recordé.

Pensé en Nairobi y en Tokio y en seguida toda la euforia fue sustituida por tristeza y algo de angustia. Sabía que no había sido culpa mía. Pero no podía hacer otra cosa que recriminarme porque, tal vez, algo podría haber sido distinto de haber tomado otras decisiones.

"Aunque, tal vez, así habrías muerto tú y todos tus esfuerzos no habrían servido de nada", pensé, para reconfortarme.

"No te preocupes por los muertos. Ellos están bien. Preocúpate por los vivos, por los que aún estamos aquí contigo. La culpa de una muerte la tiene quien aprieta el gatillo, no el testigo que no hizo nada para evitarlo. Así que no llores por los que ya no están, y sonríe por seguir tú con vida".

Eso me había dicho mi padre mucho tiempo atrás. Entonces no entendía que significado tenía todo aquello, pero después de todo lo que había sucedido en el Banco, lo comprendía bien.

Así que eso hice.

Sonreír.






AAAAAAAAAH. POR FIN. EL FINAL.

Algo corto pero, igualmente, aquí está, para vosotros. Llevo tanto tiempo con esto que ahora mismo siento ganas de llorar.

Posiblemente haré un epílogo de esto o algo así, y bueno, quien sabe, igual me da por ahí y tenemos secuela o, más probable, precuela. Ahondar un poco en el principio, cuando Sidney y su padre cometían los atracos juntos, sería interesante, me parece. Pero quién sabe.

Por ahora, como este es el último capítulo, oficialmente, quisiera dar las gracias a todos los que han leído y/o apoyado esta historia. Porque de verdad que cuando empecé lo hice como puro entretenimiento, simplemente para plasmar mis pensamientos por escrito y dejar constancia de mis estupideces; nunca, y repito, nunca, en ningún momento, me había siquiera imaginado poder llegar a las mil visitas... a estas alturas, hemos llegado casi a las trece mil. Puede que no sea mucho pero, lo digo de todo corazón, gracias por todo. Me hace muy feliz poder contar con vosotros, haciéndome crecer, de algún modo, e iluminando una pequeña parte de mi alma que, al ver que esto os gusta, piensa: "oye, ¿recuerdas que ayer pensaste que esto no servía para nada? igual sí sirve para algo".

Gracias. Estaré eternamente agradecida.

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora