Capítulo 20

420 25 0
                                    

"Tú tienes que ser libre y valiente, porque créeme, se necesita más valor para el amor que para la guerra". - Helsinki❤

La banda se reunió en la misma sala. Faltaba Palermo. Yo seguía en el sillón, sin ánimo de levantarme. Aunque Bogotá tampoco era que me diera muchas más opciones; en cuanto trataba de levantarme, me lanzaba una mirada asesina que si las miradas mataran yo ya estaba más que muerta.

- Río - le dijo Denver -. ¿Se puede saber por qué mierda no has podido disparar?

- No lo sé - respondió Río -. Me bloqueé.

- ¿Y por qué te bloqueaste, Río? - preguntó Tokio.

- Porque no soy un puto asesino - indicó.

- No hace falta ser un puto asesino - dijo Denver.

- No puedo coger a un tío, meterle un tiro en el pecho y hacer como si nada - insistió Río.

- Pues se lo pegas en la pierna.

- ¡Que no puedo!

- ¡Pues lo pegas al techo! ¡Lo pegas al suelo, adonde puto sea para que se quede quieto me cago en mi puta vida!

- ¡Que te estoy diciendo que no puedo, coño, que me bloqueé! Dijo que tenía familia. Y estaba desarmado. No podía.

- ¿Por qué no podías? Dinos a todos por qué no podías. ¡No podía, porque tiene un puto trauma! Porque yo se lo dije, y no me hiciste ni puto caso. Y ahora por tu culpa, eh, por tu culpa, casi matan a Helsinki, a Nairobi y a Sidney.

- ¡Denver, ya! - exclamó Tokio -. Río nos avisó. Y Helsinki, Nairobi y Sidney están vivos, eso es lo importante.

- Hay otra cosa mucho más importante - intervino Helsinki, levantándose de la silla en la que le hacían las curas en el cuello -. ¿Cómo se soltó? Tú llevaste a Gandía al baño.

- Sí - contestó Río.

- ¿Le pusiste bien las esposas? - preguntó Helsinki.

- Evidentemente.

- Evidentemente - repitió Denver -. ¡Evidentemente! Pues mira, evidentemente, hay algo que no me cuadra una puta mierda. Tokio, ¿cómo se escapa un tío que está esposao? Nairobi, ¿a ti se te ocurre algo? ¿Se te ocurre algo? ¿Cómo? Nada, ¿no? Ves. A mí hay algo aquí que me huele bastante raro.

- El pulgar - interrumpí. Todos se giraron para mirarme.

- ¿El pulgar? - repitió Denver.

- Es lo único que te impide quitarte las esposas. Solo tienes que coger - agarré el dedo pulgar de mi mano derecha y lo doble hacia delante -. Clac. Y a vivir la vida. Duele un poco, pero es fácil. Y efectivo - todos estaban perplejos -. Río no es un traidor.

- Sidney tiene razón, Río no es ningún traidor - la voz del Profesor salió del walki -. Tenemos un problema mucho más urgente. Escuchadme bien. Ahora el mayor peligro es que Gandía pueda contactar con el exterior y que nos ataquen de forma coordinada desde dentro y desde fuera al mismo tiempo.

- ¿Cuál es el plan, Profesor? - preguntó Tokio.

Recordé el día en el que conocí a Gandía.

***

- Hay que matarlo - dijo mi padre en cuanto subimos al coche.

- ¿A quién? - preguntó mi tío.

- A ese - indicó, mirándolo por la ventanilla.

- No somos unos asesinos - señaló mi tío.

- Entonces seremos unos cadáveres - dijo mi padre, mientras me colocaba bien un mechón de pelo que se me había soltado de la trenza.
***

- Es un asesino - indicó el Profesor, sacándome de mis pensamientos -. ¿Habéis encontrado el armero?

- No aparece por ningún lado - respondió Tokio -. Lo hemos buscado por todas partes pero no hay ni rastro de un armamento militar. Ni siquiera donde nos ha dicho Sidney. Y sé que ella no nos ha mentido. Gandía debió cambiarlo de sitio.

- El armero no sé, Profesor - intervino Bogotá -, pero las esposas estaban en la biblioteca. El muy cabrón se las ha quitado él solito. Posiblemente como Sidney nos acaba de explicar.

- Ante el menor riesgo, actuad con determinación - nos dijo -. En defensa propia, pero con determinación. Porque él no va a dudar. Es un excombatiente sin escrúpulos. Sin piedad. Y está intentando mataros.

- ¿Tú que vas a hacer con el centro de mando? - preguntó Tokio.

- Voy a atarles las manos a los de fuera para que no se salten la tregua - respondió -. Eso...y voy a hacerles ver que estamos mejor que nunca, Tokio.

Y yo no sé si el Profesor de verdad se lo tomó en serio o se puso a organizar una fiesta, porque de un momento a otro nos trajeron unas puñeteras paellas con unas cervezas. Bogotá bajó y nos subió un poco a mi y a Nairobi.

Y mientras, los demás buscaban a Gandía.

Un rato más tarde, Bogotá decidió ver como iba la herida de Nairobi.

- Mira que ya no me fiaba de ti ni un pelo - le dijo ella.

- ¿Y eso?

- Porque eres de la cuadrilla de Palermo y de Berlín. Aunque, bueno, Sidney es hija de uno de ellos... Pero tú además vas de machito ibérico.

- Machito, pero hombretón - intervino Paquita, la enfermera -. Un hombre como un castillo.

- Lo que es es un sensible - dijo Nairobi.

- Te voy a poner la inyección, Nairobi, bonita - avisó Paquita.

- ¿Otra? - preguntó Bogotá -. Si no la dejas respirar.

- Son antibióticos - respondió -. Tiene riesgos de infección.

- Eres lo más, Paquita - rió Nairobi -. Se lo he mandado yo que me la pusiera.

- Bueno, si son órdenes de la paciente... - aceptó Bogotá.

- ¿Sabes eso de que no te tocaba yo ni con un palo? Me lo estoy pensando.

Yo, que estaba leyendo un libro que muy amablemente Bogotá me había traído con la comida (se ve que mi tío había pedido también que metieran un libro para mí), levanté la mirada inmediatamente. ¡Dios, pero que parejita más mona!

- Eso ha sido una declaración de intenciones en toda regla, eh - dijo Bogotá -. ¿O no, Paquita? Si a mí... con lo del palo... ya me tenías.

Me mordí el labio para no empezar a gritar como loca. ¡Si es que lo sabía, joder!

- Pues ahora ya te estoy viendo venir, vestida toda de blanco por ahí - siguió Bogotá -. "Sí quiero, sí quiero..."

- Bueno, a ver, no te vengas tampoco tan arriba porque tú a mi no me vas a hacer el octavo - contestó Nairobi, que acarició la cara de Bogotá.

¡Qué jodidamente hermosos que se veían juntos, puta madre!

- Pues yo... me ofrecería a organizar la boda - dije.

Ellos me miraron y se rieron. Yo reí también. La tragedia aún no había comenzado. Este era un momento de calma antes de la tormenta. 

Gracias por leer💘

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora