Capítulo 42 - Berlín T1

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"El amor es la única razón por la que merece la pena vivir." - Berlín❤️

¿Robar? Robar siempre ha sido parte de mi vida. Algunas veces era más fácil, otras, mucho más difícil. Mientras espero con el resto de la banda a que me entreguen un nuevo pasaporte, a que nos brinden a todos una nueva vida, no puedo evitar pensar en el pasado. 

Y, joder… Si hay algo que echo de menos, es robar junto a mi padre. Daría lo que fuera por tenerlo aquí. Pero, en cambio, frente a mis ojos solo hay una triste pared. 

Oigo los murmullos de los demás. Están emocionados. No es para menos. Hemos robado al Banco de España y hemos salido victoriosos. 

Una puta locura. 

Pero no era mi primera puta locura. 

Mi padre tuvo varias bandas antes que esta. Pero yo, en especial, recuerdo una. Porque esa también era mi banda. 

Ahora, mirando esta pared de piedra, me viene a la memoria una de esas locuras: la vez que robamos 44 millones de euros en joyas. 

Yo tenía unos 13 años. Mi padre arrastraba una maleta por las calles de Madrid. Yo, a su lado, caminaba con la cabeza gacha, golpeando alguna que otra piedra que me encontraba en el camino. 

Nos paramos cuando llegamos a donde ella esperaba, con un taxi ya preparado para irse. 

- Creo que está todo lo que me pediste. 

- Gracias.

Tras un silencio, se abrazaron. Después ella cogió su maleta y caminó hacia el taxi. Al pasar por mi lado, me acarició la mejilla y me besó la cabeza. Levanté la vista del suelo para mirarla un último segundo. Me sonrió y se fue sin mirar atrás. 

Me sequé con el puño de la chaqueta una lágrima rebelde antes de que alguien pudiera verme llorar. 

- ¿Ha sido por mi culpa? - pregunté, mirando a mi padre. 

- No, no, no, claro que no, princesa. No. 

Me abrazó, pero yo no creí en sus palabras. Ninguna mujer se quedaba demasiado tiempo con nosotros. Para mí, era obvio que yo no les gustaba. Ninguna quería ser mi madre. Ni siquiera la mujer que me había dado la vida quiso quedarse.

Empezó a llover. Caían las primeras gotas cuando un coche camuflado de furgón policial paró a nuestro lado. Subimos antes de mojarnos demasiado. 

Entonces sí, sonreí al ver que los miembros de la banda también me sonreían. 

- Yo también quiero una pistola - me quejé al ver que le pasaban una a mi padre. 

- No, tú ahora te quedas aquí - ordenó él. 

- ¿Qué? ¿Por qué? - hice un puchero -. No es justo. 

- Porque nadie se va a creer que seas policía. 

Me giré hacia Bruce, que señalaba la placa de su uniforme falso. En eso tenía razón. Le saqué la lengua y me crucé de brazos. Él me devolvió el gesto. 

Así pues, cuando llegamos al lugar en el que robarían el cáliz, yo me quedé en el coche jugando con el móvil. Aburrida. Por lo menos, papá había prometido que podría participar en lo demás. 

Porque el cáliz solo era la punta del iceberg. Solo era un señuelo para poder robar lo que realmente nos interesaba: 63 joyas de 34 ciudades distintas, todas la misma tarde. 

Sonreí al pensar lo divertido que sería. Volví a ponerme seria cuando escuché a mi padre gritar, y comprendí que ya habían salido. Me bajé del coche y me acerqué. Mi padre apuntaba con una pistola a un pobre hombre arrodillado.

- ¿Papá? 

Él giró la cabeza. Su expresión se relajó y me sonrió. 

- Hola, mi niña - volvió a girarse hacia aquel hombre, que temblaba de miedo. Volvió a hablar, en un tono más relajado -. ¿Y tú te has dado cuenta de lo que has hecho? 

- No… - apenas pude escuchar la respuesta del hombre. 

- Esa es la grandeza del amor, que saca lo mejor de nosotros. Hasta de un despojo como tú, eh, suplicando ahí de rodillas, y, hace unos segundos, un héroe gritándome a la cara - la rabia volvía a su voz. Se agachó delante del hombre y volvió a apuntarle con la pistola -. Pero el amor se acaba, imbécil. El amor se acaba. No merece la pena perder la vida por él - me miró. Empezó a hablar antes de girarse de nuevo hacia el hombre -. Lo que realmente vale la pena es seguir viviendo, hasta que aparezca en tu vida esa persona por la que morirías sin ni siquiera pararte a pensar. 

Di un paso hacia delante. No sé por qué, fue un impulso. Al notar movimiento, el hombre arrodillado pasó de mirar a mi padre a mirarme a mí. Papá también se giró. 

- Al coche - ordenó, poniéndose en pie. 

Todos obedecimos sin decir ni una sola palabra. El hombre se quedó allí, de rodillas, sollozando, mientras nos alejábamos del lugar del delito. 

Nadie habló en todo el camino. Tampoco había nada que decir. Y no volví a hablar hasta aquella noche, preparando las maletas. 

Me acerqué arrastrando los pies hasta la habitación de mi padre, que ya nunca más sería su habitación. Tampoco la de su, ahora, exmujer. 

- ¿Puedo verlo? - pregunté. 

- Claro. 

Sonrió. Puso un maletín encima de la cama y lo abrió, antes de apartarse para dejarme admirar el interior. 

El cáliz brillaba. Tenía algunos rubíes y esmeraldas incrustadas, que lo hacían hermoso. Papá rió al darse cuenta de que yo miraba las gemas, embobada. 

- Ahora descansa. Mañana, rumbo a París.

Asentí. Caminé de vuelta a la puerta. Al llegar allí, me giré de nuevo. 

- Buenas noches. 

- Buenas noches, princesa. 

Volví a mi habitación. Cerré los ojos en cuanto apoyé la cabeza en la almohada, y no pasó mucho tiempo antes de quedarme dormida. 

Aun así, al día siguiente no me sentía descansada. La primera parada del día fue para entregar el maletín con el cáliz a quien lo pasaría por la frontera. La segunda, el aeropuerto. 

No fue hasta nueve días más tarde que empezó la diversión. Cuando llamaron a la puerta, me levanté de mi silla y fui corriendo a abrir, siempre bajo la atenta mirada de mi padre. 

Abrí un poco para ver si eran ellos y no el servicio de habitaciones o algún que otro indeseado. No hubo problema, era la banda. Los dejé pasar y volví a cerrar tras asegurarme de que ponía el cartel de “no molestar”. 

Era hora de hacer, ¿cómo decirlo?, cosas fuera de la ley.









Puees empiezo con esto. Primer capítulo cortito para ir calentando. Aunque solo Dios sabe cuándo seguiré. En fin, algo es mejor que nada y más vale tarde que nunca.
Algunas personas me pidieron que hiciera otras historias a parte de esta, y bueno, qué decir. Primero quiero acabar con esto, nos lleve a dónde nos lleve, y veremos que tantas ganas y tiempo libre tengo en el futuro.
Como siempre, gracias a todos por estar ahí. Se os quiere mucho❤️❤️🥹

La Casa De Papel (partes 3 y 4)//¿Y si Berlín hubiera tenido una hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora