Capítulo 1

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¿Qué pinta debo tener?

Por milésima vez en lo que iba de la mañana, le agradecí al cielo por la poca suerte que me permitió tener este dormitorio para mi sola. No podría imaginar mi vergüenza si otro ser humano me viera en este momento.

Con el cabello medio atado en un moño, el cepillo de dientes colgando de mi boca y la cremallera de mi pantalón abierta, avanzaba a trompicones por mi habitación, tratando de encontrar mi teléfono, que no deja de sonar.

Son las 7:50 a.m. dijo la exasperante voz de la alarma, desde algún lugar en mi cama.

Genial.

Para cuando por fin encontré mi teléfono, enterrado entre las cobijas, los números en la pantalla ahora marcan las 7:52, el moño que llevaba en la cabeza terminó de desarmarse y no me quedaba nada de pasta dental en la boca.

—Maldición.

Ya era tarde todos modos, así que solo me regresé al baño e intenté arreglarme para parecer una estudiante de universidad. Me peiné el cabello y lo dejé caer lacio a ambos lados de mi cara. Terminé de cerrar el pantalón y completé mi maravilloso estilo con una hoodie azul y tennis negros. Perfecto para la primavera.

A pesar de haber quedado sola a una edad muy corta, lo que obligó a ser responsable de mi misma desde joven, aún seguía siendo terriblemente olvidadiza, así que revisé mi mochila tres veces antes de encaminarme a la puerta y salir por fin.

El dormitorio de chicas estaba casi vacío, a excepción de unas cuantas almas dormilonas, como yo, que corrían hacia la salida. La diferencia entre ellas y yo, era que las demás chicas iban junto a sus compañeras de cuarto, cargando juntas los bolsos y cuadernos. Yo estaba por mi cuenta.

La única razón por la que había logrado llegar hasta aquí era gracias a la beca que me daba el Gobierno. Para conseguirla, había sacrificado horas de sueño y por supuesto, los amigos. Pero eso estaba bien.

Estaba siempre demasiado ocupada tratando de sobrevivir. Y siendo la asistente de algunos de mis profesores.

Ayudarles no estaba dentro de mis obligaciones como estudiante, pero no me sentía en la posición de negarme. Por eso estaba cansada todo el tiempo, y a veces algo malhumorada.

Incluso ahora, estaba exhausta. Tanto que estuve a punto de quedarme dormida un par de veces, mientras caminaba por el campus, y quizás por eso no me percaté del chico que corría a toda velocidad, justo en mi dirección.

Lo que si noté, fue el líquido hirviendo que me empapó el pecho y me despertó por completo.

—¡Mierda! —grité, tal vez demasiado fuerte.

—Lo lamento, lo lamento. Este café ni siquiera es mío —dijo él, como si esa información fuera relevante— Te ayudo.

—¡No! —por puro reflejo, le di un manotazo a sus manos, que se dirigía hacia mi pecho.

—Claro, que idiota. Lo siento. Ven, vamos. Te llevaré a la enfermería.

La piel me ardía demasiado como para protestar, además de que estaba distraída, intentado separar la tela, que seguía caliente, de mi pobre cuerpo lastimado.

—De verdad lo siento mucho —repitió el chico— ¿Duele mucho?

¿Qué pasaba con la gente preguntando lo obvio?

Levanté la cabeza, lista para disparar mi mejor mirada irritada, cuando sus ojos me detuvieron en seco. Eran oscuros, profundos y amables. Estaban abiertos de par en par por la sorpresa y me miraban con preocupación. Tal vez eran imaginaciones mías, pero podría jurar que sus mejillas se habían enrojecido ligeramente por un segundo.

Puzzle Piece || Mark Lee [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora