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Caminó junto a sus amigos, por el pasillo de pequeñas y delicadas rocas, en el jardín delantero de su casa. Metió las llaves en la cerradura de la puerta, pero antes de que él mismo la abriera, alguien más la abrió desde adentro, dejando ver a un Xiao Zhan bastante serio, recargándose en el marco de madera.
—¿Puedo saber por qué llegas a esta hora?— su tono de voz no hacía otra cosa más que confirmar su estado de ánimo. Su real seriedad, a Yibo no le importaba en absoluto.
—Tal vez porque quiero y porque puedo. No me interesa saber si te parece correcto o no— respondió.
—¡Entra, rápido!— ordenó pretendiendo consumir su enojo. Zhan se recorrió los suficientes centímetros, para que el peliazul pudiera pasar.
—¡Ehm!... mi extraño compañero, yo lamento interrumpir, pero nosotros solo queremos saber si Bo puede acompañarnos a un... — comenzó a decir Hao. Luego de haberse ganado toda la atención del pelinegro su mente se puso en blanco.
Todos habían ensayado su respectiva parte del discurso, pero menos él, no podía recordar lo que decía la nota que Ziyi le había dado.
Zhan no era un estúpido, aun así, sin abrir la boca, se cruzó de brazos y espero a que se refrescara la memoria del amigo de Yibo.
—Acompañarnos a una fiest...— Cheng, como buen amigo, intentó arreglar el error, desgraciadamente terminaron con un error al cuadrado.
—El quiso decir que...— ahora fue el turno de Jiyang. Todo su espectáculo se había ido a la basura, de eso no había dudas, nunca hablaron sobre probables improvisaciones, además de que siendo honestos, no tenían muchas ideas para inventar.
—Tenemos que estudiar— soltó Ji Li. La primera idea en su diminuta mente y en definitiva, lo último que harían en la vida.
—Sí, sí, es eso. Tenemos que estudiar, todos juntos, con refrescos y un poco de música tranquila— Ziyi acabó por confirmar, la excusa más estúpida del mundo mundial.
—¿Entras tú o te hago entrar yo?— Zhan volvió a dirigirse a Yibo. Detrás de pésimas actuaciones, no se tragó ninguna de sus mentiras.
—¡No voy a entrar todavía!— se negó. La mirada del pelinegro se asemejaba a la de un criminal en serie, bueno, no con demasiada intensidad, pero sus ojos café oscuro tenían un poder de intimidación.
Yibo rodó los ojos y de mala gana entró a su casa.
—Respecto a su táctica de estudio— Zhan ahora se dirigió a los otros chicos. No los ofendía, ni nada por el estilo, pero de alguna forma los hizo sentirse amenazados— ¡Wang Yibo estudiará solo! le será más productivo— al terminar de hablar, su rostro no expresaba nada bueno, por fortuna, nada más les cerró la puerta en las narices.
—¿¡Qué demonios te pasa!?— reclamó furioso el peliazul ya dentro de la casa.
—Tengo entendido que todavía no te liberas de tu castigo ¿cierto? Mejora tu conducta y después habrán negociaciones.
