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—Reescribamos las estrellas, BoDi... —Susurró sobre los labios del peliazul y pronto, los labios de Zhan le pedían permiso para entrar... Y Yibo... él aceptó el desafío.
Inconscientemente dejaron de bailar, si es que en algún momento llegaron a hacerlo. Solo disfrutaban la plenitud y el privilegio de estar juntos. Dentro de una metáfora, tenían el resto de la pista de baile a su total disposición.
En el pasado, el destino les otorgó una experiencia similar, reflejada como la fantasía de un sueño, un maravilloso sueño, que despertó el afán a las órdenes de una curiosidad compartida. Finalmente podían reconocer que su ubicación estaba bastante lejos de la realidad. No estaban besándose con esa fiebre apasionada y pecadora... Estaban besándose con algo mucho mejor...
Aquel vínculo permaneció construido. Ellos succionando la dulce esencia del otro, disfrutándose a profundidad entre cálidas y bohemias caricias, extraviando la cordura en cada fragmento de sus labios, al borde de un erótico sentimiento desorientado.
El más increíble detalle estaba presente en la guerra que había dentro de tan emotiva conexión. Los dos distribuyendo apasionadamente los movimientos de sus miembros gustativos, como víctimas de un frenesí, ocasionado por un mismo deseo.
Yibo era un enigma en casi todos los sentidos, pero Zhan conocía sus propias habilidades... La sensualidad de su vehemente estrategia le permitió adquirir el control de aquel peliazul.
Su voracidad masculina se impregnó en el labio inferior de Yibo. Ante la eufórica sensación, continuó jugando en el único y adictivo sabor de sus labios, mientras que incrementaba su fuerza cada vez que sus manos lo envolvían. Yibo no sentía dolor alguno, únicamente se inundaba de satisfacción.
Los segundos perfectos no son eternos, lamentablemente. Se terminaron separando debido a la necesidad de recuperar el aire perdido y, de paso, atenuar su condición cardíaca, ya que sus corazones palpitaban a un solo ritmo acelerado.
Zhan no lo resistió por mucho tiempo; como todo un drogadicto a su droga, sus brazos rodearon las caderas de Yibo y, una vez más, lo condenó hacia él, con la intención de no soltarlo jamás y así continuar en su deliciosa aventura.
El del cabello azul cayó en cuenta de que seguían en el centro del baile y de que estaban rodeados de gente, a pesar de que nadie les prestaba atención. Entonces, en la primera oportunidad que tuvo, se alejó de Zhan y de sus adictivos atributos.
—¿Qué pasa?— Susurró el pelinegro utilizando el lado sensual de su voz. Xiao moría por incorporase, quería volver a perderse entre los dulces labios del menor.
—Lo siento... Y-Yo no puedo—/Sin dar otra explicación, Yibo salió corriendo, dejando a Zhan con una expresión de: ¿Tan mal beso?
