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El estacionamiento del colegio estaba repleto de alumnos. Chicos despidiéndose de sus familiares o asegurando sus vehículos, pero todos estaban apresurados para entrar a clases. El director del plantel se encontraba en la reja dando la bienvenida, como si estuvieran ingresando a un lugar mágico, de esos que salen en los cuentos de hadas, algo muy ridículo como pensaba la mayoría.
—Ya te puedes ir, no será bueno si llegas tarde— mencionó el pelinegro.
Zhan había estacionado el auto en el único espacio libre, a mitad del campo, en dónde la vista era perfecta desde todos los ángulos.
Se escuchó el crujido que indicaba que la puerta ya no tenía seguro, por último se estiró y se recargó cómodamente en el respaldo del asiento.
—¿No te quieres asegurar de que entre a clases?— Yibo lo desafió una vez más, él creía que no tenía nada nuevo que perder. No recibió una respuesta, Zhan solo se bajó del auto en silencio— ¿Qué rayos haces?
—¿Quieres que te lleve a tu salón? ¿no es así?— el pelinegro señaló el edificio con su mano.
—¡Por supuesto que no!¡Ya vete de aquí!
—¡Yo no estoy para tus jueguitos Wang Yibo!¡ahora camina!— Zhan estaba dispuesto a llevarlo hasta la puerta de su aula de clases.
—¡No lo haré!— y en realidad no lo hizo.
Zhan lo tomó de las presillas de sus jeans y lo giró, obligándolo a caminar a su lado.
Era de esperarse, llamaron la atención de varios, incluyendo a los amigos de Yibo; estos aún no entraban al colegio por estar esperándolo, pero al ver con quién se acercaba y, por la mirada de pocos amigos que su acompañante les daba: entendieron que era mejor esperarlo dentro del salón de clases.
“¿Qué hace un chico cómo él con el pesado de Wang Yibo?”
“De seguro lo amenazó”
“¿cuánto le habrá pagado para que salga con él?”
Murmuraba la mayoría de los presentes que los veían.
No tuvieron que competir para ganarse la portada de los noticieros escolares.
—¡Yibo! ¡que alegría tenerte aquí con nosotros!— exclamó el director con real sarcasmo, y con apetito de chisme— ¿ustedes están saliendo?— preguntó curioso.
—¡No!— dijeron o más bien, gritaron al unísono.
—No es así señor, soy Xiao Zhan, los señores Wang tuvieron que irse por un tiempo a Nueva York...
—¿Usted es el joven al que le dejaron encargado de su hijo?— interrumpió el director
—Sí, por el momento soy el tutor de Wang Yibo— por lo menos pensó en algo que sonara mejor que: "soy el niñero"