Entonces me plante en seco porque mi sentido del olfato me daba señales de alarma.
Uno de los caminos tenía el olor a Damian, su sangre estaba vertida en la tierra, pequeñas y finas gotas del color de vino tinto.
Otro era un olor demasiado delicioso y frío para ser mortal.
Y como es de saber, me adentre al segundo camino. El aire azotaba fuerte esta noche que si fuera humana, me calaría hasta los huesos. La única luz que emanaba esta noche era la del cuarto menguante de la luna.
Camine por la inmensa hierba que tocaban mis pies, alerta a cualquier pequeño ruido que pudiera ser alarmante. Seguí el suave olor dulzón, alerta. Entonces note algo a mis espaldas. Gruñí y saque mis colmillos.
Entonces sentí como me atravesaban la pierna con una delgada estaca de madera. Gruñí del dolor mientras caía al suelo. Con un dolor de los mil demonios, intente levantarme del suelo, con mi pierna ardiendo de dolor por la estaca que estaba enterrada en ella. El dolor empezaba a hacerse insoportable como si las astillas quemaran mi piel de hielo.
Grité, presa del dolor.
Instintivamente, mis manos tomaron mi pierna sangrienta y herida, tratando de apaciguar el dolor pero era imposible. Era como si tuviera un millón de clavos ardientes en la piel.
Lloriqueaba del dolor mientras gritaba a la inmensa penumbra del bosque. No tenia fuerzas, no podía ni mover la pierna para poder irme a casa y pedirle ayuda a Rachel. Me sentía desesperada, como si me estuviera ahogando en el océano, sin poder salir a flote...
Entonces escuche unas pisadas, el sonido propio a las pisadas de un humano... Guarde silencio, en la penumbra, tratando de hacerme pasar por las sombras, atenta. Mis ojos brillaban a la intensidad del esmeralda, por lo que los cerré para que volviera a cambiar el color al normal y aburrido café chocolate.
Aun recordaba la primera vez que vi aquellos escalofriantes ojos esmeraldas en el reflejo de un espejo viejo de madera. Eran los ojos del monstruo, del Evanesce. Escalofriantes y hermosos a la vez. Ese día de puro espanto, tire el espejo, que se rompió en mil pedazos. Recordaba que había durado mucho tiempo con aquellos ojos verdes. Era normal en un Evanesce tener así los ojos. Representaban que éramos distintos. Aparecían cuando uno de nosotros estaba hambriento o en plena pelea, cuando la adrenalina toma poder de tu cuerpo, aparece aquel color brillante en los ojos. A mi no me gustaba, claro. Me recordaba que era diferente, que no era normal. Y así dure hasta que Rachel y yo vivimos juntas. Ella me enseño trucos, ya que había leído mucho de los Evanesce cuando ella apenas era una aprendiz en los Elegidos. Me enseño a hipnotizar, a controlar mi sed, alguno que otro don de los Evanesce y a cambiar el color de mis ojos a como lucían cuando yo era humana. Un aburrido y normal color cafe oscuro. Y adoraba esa normalidad en mi, aunque fuera solo una mascara de mis verdaderos ojos...
Espere atenta a ver que o quién aparecía entre los arbustos y árboles, preparándome para lo peor pero tratando de controlar el flujo de adrenalina en mis venas para dejar el color café en mis ojos, como también la apariencia débil y paliducha que tenía, solo para hacer creer a cualquiera que fuese, que no valía la pena clavarle una estaca a una chica chaparra y debilucha. Se escucharon los pasos más cerca, el crujido de las hojas al partirse en el suelo, el movimiento del viento a travez de las ramas de los arboles...
"¿Quien esta ahí?" Pregunto una suave voz masculina demasiado familiar para mi gusto.
La debil luz de la luna incompleta se reflejo en el bello rostro moreno de Damian. Sus ojos marrones brillaban a causa de la luz. Buscaban entre las sombras, buscando al autor del grito hasta que posó sus ojos sobre mi y respiro hondo.
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The Chosen Ones I : Evanesce
FantasyElizabeth Lee despertó en una nueva realidad: ahora era inmortal y peor, su misma condición era un caos. Mitad hija de ángel y mitad vampiro. Hija de la luz y del infierno. Debido a su condición híbrida lo único que El Creador pudo hacer fue encarga...