Capitulo 22

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Pasaron dos horas cuando por fin Theodore encontró el portal que nos llevaría a los cuarteles de los Elegidos. En si, esta era invisible para cualquier ojo que no fuera el de un ángel y aún asi era complicado encontrarlo. Esto tenia el fin de que ninguno encontrara los Cuarteles y atentara contra ellos.

Solo podías definir los Cuarteles con la palabra: limpio. Los edificios era de un color blanco iridiscente. Ningún papel tirado que, hasta los basureros tenían un aspecto limpio y ordenado.

A mi mente se había venido la pregunta ¿y si esa supuesta luz que ves al morir sea realmente que pases por los Cuarteles? Tal vez, ya que hasta quedabas ciego ante la nívea vista ante mis ojos.

Caminamos, en silencio a través del suelo pulido color blanco, el cual nos llevaba a unas enormes puertas transparentes de cristal tan claro, que si no fuera o Elegida o Evanesce, probable me hubiera golpeado con el en la cara. Era tan limpio, tan perfecto que sentía que cometía un sacrilegio al tocar con mis dedos la puerta para poder abrirla. Theodore se me adelantó y deslizó la puerta con la mano. Nos hizo una seña con la mano que nos invitaba a entrar.

Dentro había distintos edificios de ese mismo color blanco iridiscente que se alzaban hacia el cielo, tan altos como una secuoya. Tenían diferentes diseños, todos igual de impresionantes.

A diferencia del sendero, aquí había gente, bueno, ángeles.

Era como si te hallaras en un campus, solo que todo de blanco. Los ángeles eran de distintas razas, de distintos tonos de piel y sexo. Todos llevaban abiertas las alas, como si estas fueran un orgullo.

Y lo era al parecer, ya que al pasar yo, algunos empezaban a murmurar otros hasta dar grititos ahogados.

"Ella no es pura" decían.

Y si, estaban en lo cierto. Mis alas no eran como las de ellos, de ese blanco tan iridiscente que cegaba la vista. Mis alas eran blancas casi en su totalidad, excepto en las puntas, las cuales eran negras como el petróleo, brillantes y atemorizantes.

Agachaba la cabeza. Era lo que me marcaba. Lo que me diferenciaba de estas personas. Lo veia en sus ojos. El desprecio, la curiosidad e incluso la superioridad. ¿Y asi querrían aliarse con los Hibridos? Tendrían que trabajar su orgullo un poco. Llegamos a un edificio que se alzaba a nosotros. No habia puerta hasta el decimotercer piso, por lo que tuvimos que volar a la entrada, como los pajaros a sus nidos. El cristal se abrió y nos dejo pasar a una gran sala ya de colores normales. La madera pulida del suelo, los muebles color blanco con los brazos de los sillones del color de la madera del suelo, las luces de focos que alumbraban la penumbra de la sala. Enfrente de nosotros se alzaba un enorme escritorio de madera rojiza donde se hallaban trabajando siete ángeles que portaban las misma túnicas blancas con las que trabajamos Rachel y yo. Algunos seguían metidos en sus asuntos pero los tres de en medio se detuvieron durante un segundo a vernos.

"¿Quien se atreve a venir ante el Consejo?" Preguntó el ángel de en medio. Sus facciones eran delicadas y jóvenes, como de un chico de dieciocho años. El cabello negro largo le caía en una trenza que le llegaba hasta los hombros, revelando que el chico no era de esta época. Sus claros ojos celestes miraban recelosos hacia mi dirección.

"¿Y quien dejo entrar a esta inmunda criatura oscura?"

"Yo, Theodore Lionheart, general de la Legión de Elegidos de Gran Bretaña. Necesito tener una reunión de Consejo urgentemente"

El ángel de lado derecho al chico de la trenza, un chico con el cabello rubio corto, con los ojos color miel y piel rosada habló.

"¿Con que motivo?"

Theodore tomo aire y respondió.

"Las Hilkanians, quieren desatar una guerra"

Hubo un silencio enorme en toda la sala que solo las respiraciones podían se escuchadas.

The Chosen Ones I : Evanesce Donde viven las historias. Descúbrelo ahora