Capítulo 13

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―¿Qué lees? ―susurró una voz junto a su oreja izquierda.

Aradia se sobresaltó. Cerró el libro de golpe y se giró. Apoyado sobre la baranda del entrepiso, estaba Mateo en una postura totalmente relajada.

―Vas a matarme del susto ―le respondió colocando el libro en su lugar. Ya había leído (y memorizado) toda la información que necesitaba acerca del Concilio y sus 12 clanes.

Últimamente, su poder de retención de información importante era abrumadora. Solía tener buena memoria, pero ahora era muchísimo mejor. Volvió a recordar los nombres de los doce clanes, preguntándose si pertenecería a alguno de ellos. Anotó mentalmente investigar sobre las diferentes líneas secundarias.

―Deberías estar más atenta, un enemigo te atacaría sin piedad ―dijo mofándose de ella.

―Dudo mucho que un enemigo me ataque en la biblioteca del CED al mediodía, pero tomaré tu consejo en cuenta ―Hizo una mueca de desagrado con su rostro.

―Nunca sabes donde vas a encontrarte un enemigo ―respondió en tono malicioso―. Por cierto, Blackwood estaba sorprendido y enojado de no verte hoy en el entrenamiento.

―Me importa muy poco lo que piense Blackwood ―respondió ella enojada y cruzándose de brazos.

―Solo te comentaba. ¿Por qué no viniste? No me trago el cuento de que te sentías mal ―replicó él con una sonrisa de lado.

―Era la verdad, no me sentía bien ―contestó desviando la mirada. No era del todo falso, realmente no se sentía bien con el sueño que había tenido.

―Confianza Cobby. ¿Qué pasó?

Tenía razón. Se supone que estaban confiando el uno en el otro. Quería contarle aunque, a decir verdad, le daba vergüenza. Suspiró profundamente y se sentó en el piso, apoyando su espalda sobre la estantería empotrada a la pared. A su derecha, una ventana dejaba filtrar la luz del sol. Mateo la miró frunciendo el entrecejo, confundido, y se sentó a su izquierda.

―Tuve un sueño, pero creo que fue algo mucho más vívido ―Lo miró esperando una reacción. Mateo la observaba fijamente. Su mirada denotaba preocupación―. Mira.

Levantó levemente los pantalones cargo azul marino que tenía ese día y le mostró los arañazos en sus tobillos. La mirada confusa de Mateo se posó sobre su piel. Las mejillas de Aradia se encendieron. No porque mirara sus tobillos, sino que se sentía como una loca expuesta mostrando el delirio al cual fue sometida durante esa noche.

―¿Qué sucedió en el sueño? ―replicó preocupado.

―Estaba en un bosque. Corría de algo aunque no sé de qué. Me lastimé los tobillos y de mis manos corría sangre. Luego no sé, se hizo de noche y caían rayos. Y por último, se armaban como pilas de rocas ―Gesticuló con sus manos―, que se desmoronaban con esos rayos. Se partió la tierra, caí dentro y desperté ―La velocidad con la que contó todo fue abrumadora. El tono de sus mejillas comenzaba a ser cada vez más intenso.

―Escucha. Akemi me dijo que ayer pudieron hablar sin "necesidad de hablar" ―Elevó sus cejas sutilmente―. Me contó que, al igual que ella, tú también puedes proyectar tu alma ―Apoyó la mano sobre el suelo y acercó su torso hacia ella.

―¿Antes sentías que tenía ese poder? ¿Ahora lo sientes? ―preguntó ansiosa, también apoyando su mano sobre el suelo, a escasos centímetros de la de él.

―No, antes no lo sentía ―desvió la mirada levemente hacia el centro de la habitación―. Sentía que había poderes, pero no cuales. Ahora que ya despertó ese poder en ti, lo percibo.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora