Capítulo 21

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―Si no te quedas quieta, voy a terminar cortándote una oreja ―amenazó Lara mientras volvía a acomodar el pelo en su espalda y sacudía las tijeras entre sus manos.

―Pero solo las puntas. Aunque no sé... ¿Mejor un cambio radical y me lo corto a la altura de los hombros? ―preguntó girando la cabeza y haciendo que Lara resople enojada en respuesta.

Las tijeras volvieron a cortar solo aire, ansiosas por entrar al fin en contacto con el pelo.

Se encontraban en el ala de enfermería desde hacía tres días. Su pierna había mejorado considerablemente, solo quedaba una cicatriz con piel rosada y una costra por encima. Sus hermanos y Lara se encontraban en el mismo pasillo pero en diferentes habitaciones. Sin embargo, por las noches todos terminaban en una especie de pijamada en la habitación de ella. Tener a su familia tan cerca la reconfortaba. Imperceptiblemente, Lara se había convertido en uno de sus miembros, casi sin notarlo.

―La ceremonia de la luna es en tres días, no voy a masacrarte el pelo... Digo cortarlo por los hombros. Ya hablamos sobre esto, debes ponerte un vestido y lucirte para la presentación ―dijo poniendo los ojos en blanco y moviendo su mano aún aferrada a la tijera.

―No voy a lucir un vestido ni exhibirme como trofeo del Cuervo ―sentenció Aradia con una leve mueca.

―Ya lo hablamos, no es ser un trofeo, es ser astuta. Te mantienes cerca de tus amigos pero aún más cerca de tus enemigos ―dijo mientras volvía a acomodar el pelo sobre su espalda―. Ahora quédate quieta de una vez por todas.

Unos minutos más tarde, Lara anunció que había terminado y la dejaba sentarse. Si bien la herida de la pierna había mejorado considerablemente, permanecer parada y quieta producía que volviera a latirle la zona y a producir esa familiar y asquerosa sensación de escozor. No lo sabía, pero las garras de los trolls siempre contienen ciertas toxinas que, si bien no son tóxicas para ellos, producen un dolor insoportable. Ella realmente se había salvado, simplemente había obtenido un leve rasguño.

Lanzó una mirada cargada de envidia a su familiar, quien se encontraba durmiendo en la esquina de la habitación, dentro de una caja. Se había pasado cada día junto a ella en la enfermería y cada bendito día, durmiendo al menos unas veinte horas.

Lara se había marchado a tirar el pelo al baño y a limpiar todo lo usado. Aradia sabía que ella ya no debería estar en el ala de enfermería, sus heridas no eran de gravedad. Sin embargo, se quedaba para hacerle compañía. Su sueño, esas últimas noches, había sido intermitente. Si bien podía dormirse apenas cerraba los ojos, despertaba a mitad de la noche totalmente empapada en sudor y vociferando palabras ininteligibles. Sus hermanos se habían preocupado y se habían instalado con ella antes de que pudiese quejarse, pero era Lara quien había resultado un apoyo incondicional, no emitía palabras pero le apretaba la mano en los momentos necesarios.

Sospechaba que la agitación y el estupor nocturno tenían mucho que ver con el laberinto y el troll, con el siguiente impacto (aunque en menor medida) y con los planes del Concilio para la próxima ceremonia de la que poco estaba informada. Pero por sobre todo, aún recordaba aquel sueño extraño que Mateo había dicho que era una premonición. Aún no lograba descifrarlo ni tampoco había vuelto a hablar con él.

―Te ves como si te hubiesen apaleado ―dijo Akemi desde la puerta―. Otra vez ―agregó mirándola de arriba a abajo.

Aradia rio en respuesta y se incorporó al verla. Cruzó la habitación en dos pasos para estrecharla en un abrazo.

La puerta del baño se abrió, Lara emitió un grito y corrió a abrazarlas también.

―Lo siento, lo siento, lo siento ―emitió Lara descontroladamente.

El abrazo fue perdiendo fuerza y quedaron las tres apretujadas contra el umbral de la puerta.

―No tienes que disculparte, las heridas fueron superficiales. Además, era una prueba, si no lo hubieses hecho, quizá no la hubieses superado ―comentó sonriendo levemente.

―¿Dónde estabas? ―preguntó Aradia confundida. Le sorprendía que no la hubieran llevado a una habitación en el ala médica como a ellos.

―En mi habitación. Soy la heredera de la dinastía Fukushima, así que recibí cuidados especiales ―aclaró ante la mirada cargada de dudas de las otras dos―. Igualmente, mis heridas eran superficiales, fue un exceso de Hiro enviar médicos para mi cuidado ―exclamó frunciendo el entrecejo y encogiéndose de hombros.

Aradia no pasó por alto el hecho de que Akemi no le dijera abuelo, sino que lo llamase por su nombre de pila. Había muchos secretos en las diferentes familias reales, de eso no le quedaban dudas.

―Tu hermano sabía donde estaba ―agregó Akemi confundida.

―¿Facundo? ¿En serio preguntas por qué Facu no nos dijo algo? ―dijo entre risas Aradia.

―Tienes razón ―respondió Akemi riendo―. Aunque creí que había madurado un poco durante las pruebas.

―No lo digas delante de él o te acosara con piropos una semana entera ―comentó seriamente Aradia.

Sus risas fueron aplacadas por los ruidos provenientes del patio. Las tres giraron sus cabezas en dirección a la ventana del cuarto.

―Blackwood está junto a dos personas caminando en el jardín ―comentó Lara espiando por la ventana―. Y... ¿Haciendo crecer árboles? ―agregó confundida.

Akemi resopló y observó detenidamente a través de la ventana.

―Camille Leroy y Friedrich Klein, jefes de sus respectivos clanes. Interesante, deben considerar que la ceremonia de la luna de este CED será importante para enviar a dos miembros del Concilio de tanto renombre.

Aradia sintió un pinchazo en su estómago y el terror la invadió por dentro. Reconocía ambos apellidos de la lista de los clanes que conformaban el Concilio.

―Quiero conocer a Camille, por favor Akemi ―comentó Lara.

Aradia parpadeó confundida observando la mirada esperanzada de Lara y la sonrisa efusiva de Akemi.

―Entiendo Lara, haré todo lo posible. Camille es una persona muy agradable, entenderá tu interés de conocerla, es casi seguro que tengan algún antepasado en común ―comentó Akemi.

Aradia recordó que los dones de los Leroy eran precisamente el dominio del arco y la magia curativa. Recordó como la madre de Mateo también estaba emparentada con los Leroy pero cuando abrió la boca para emitir algún tipo de comentario, Akemi respondió su pregunta.

―Los Leroy son una de las familias que tienen más ramas secundarias. La madre de Mateo, por ejemplo, proviene del clan Moreau, una línea sucesoria secundaria de los Leroy, de las pocas reconocidas por ellos. Camille tiene un don con el arco excepcional y su magia curativa es de las más fuertes que he visto.

―Cuando dices reconocidas te refieres a que los consideran como miembros secundarios del clan ¿No? ―preguntó Lara.

―Sí. Existen muchas personas, aún más luego del primer impacto, que poseen dones pero no pertenecen a ningún clan conocido.

―¿Por qué aparece ahora? ¿Por qué tantos despertaron en el mundo como motivo del primer impacto? ―preguntó Aradia confundida.

―La profecía indica que, cuando los brujos nigromantes acechan, todos los brujos son convocados para la guerra. Cuando el mal debe ser derrotado, el bien resurge aún con más fuerza. Los nigromantes, a través de los oscuros, solo buscaban asesinar a esos posibles brujos, esos posibles defensores del sistema actual.

―¿Por qué los nigromantes buscarían destruir el mundo? Ellos tampoco podrán vivir y reinar si ya no tienen un lugar ni a quienes reinar. Si todo se destruye ¿Qué gobernarán? ―preguntó Lara confundida.

―Porque la profecía explicita que el mundo que conocemos será destruido, es probable que si los nigromantes ganan, instaurarán un nuevo sistema, uno muy diferente al que conocemos actualmente.

«Uno teñido de sangre y oscuridad», pensó Aradia. 

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora