Capítulo 41

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Hacía frío. El cielo era un manto de oscuridad con apenas leves fulgores de estrellas. El viento rugía alrededor de una manera abrumadora. El suelo estaba tinteado de blanco, había vuelto a nevar.

Respiro fuego. Inundó su ser de su amada esencia, haciendo que el brillo entre rojizo y dorado de su energía contrastará con el rojo de su vestido. La mano le ardía, aún teniéndola vendada, continuaba apretando sus uñas sobre su palma. Estaba enojada por cómo se habían estado dando las cosas, el vaivén emocional en el que había caído en picada sin posibilidad de anticiparse.

Se subió aún más la capucha de la capa en un vano intento de combatir el viento sobre su rostro. Hacía veinticuatro horas que estaba allí y ya su piel comenzaba a resecarse y cuartearse, producto del viento y frío atroz de la tundra. Se aferró con sus manos a los bordes de la capucha y suspiró profundamente. Atravesó como una hormiga colorada el primer trecho del puente, buscando en la oscuridad la figura altanera del Cuervo.

Estaba apoyado sobre la baranda del puente, mirando absorto el lago espejismo en una clara posición meditabunda. Sus hombros estaban contraídos y su mirada chispeaba en la oscuridad cernida.

―Hola de nuevo, niña ―dijo aún sin mirarla.

―Te fuiste prácticamente corriendo de allí. ¿Qué pasó? ―preguntó ella confundida.

Blackwood cerró los ojos y redujo su expresión en una mueca extraña. Los segundos pasaron y Aradia lo observaba atentamente. Parecía sumido entre el dolor y la desesperación, sentimientos que no creyó ver jamás en él.

Súbitamente, él se giró hacia ella y sus miradas se encontraron.

―Katherine te contó sobre su historia ―dijo finalmente mientras colocaba las manos en sus bolsillos.

Su traje negro, de una tela extraña, aún siendo negro, tenía un brillo extraño que contrastaba con la oscuridad. Aradia pensó que quizá, Blackwood dominaba la luz y las sombras hasta para verse increíble en todo momento.

―Sí ―dijo ella. Aunque sabía que no era una pregunta sino más bien una afirmación―. La historia de cómo su familia fue masacrada y su historia con Robert Moreau.

Blackwood desvió sutilmente la mirada hacía el lago, en un claro intento de acomodar sus ideas. A ella se le cortó la respiración al darse cuenta que la familia de Katherine fue masacrada, como sus antepasados, como la familia de Akemi... Como tantas familias de brujos a lo largo de la historia. Cada linaje estaba teñido de sangre de una manera única y perturbadora.

―Obviamente respetó los aspectos de mi historia ―dijo él aún sin observarla.

―Algunos detalles me dijo, otros no. ¿Será que ahora pretendes contarme toda tu historia? En todo este tiempo en el Concilio pasaron demasiadas cosas, creo que merezco explicaciones, no justificaciones ―exclamó ella extendiendo las palmas de sus manos.

El viento rugió sobre el lago, provocando pequeñas olas. El débil reflejo de la luna impactaba sobre la superficie negra del agua provocando una luz blanquecina preciosa. Blackwood se apoyó de espaldas a la baranda y la observó detenidamente.

―¿En serio crees que es mi forma de justificarme? No necesito excusarme por mis acciones, niña ―dijo en un tono duro―. Pero si quiero compartir cosas sobre mi pasado contigo.

―¿Por qué no quieres que repita tus errores?

―¿Eso te dijo Katherine? ―preguntó riendo―. Claro que no, si fuera por mi dejaría que te golpees la cabeza contra la pared y aprendas por las malas ―. Se giró bruscamente y la miró de arriba a abajo―. Que es la forma en la que estás acostumbrada a aprender.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora