Capítulo 30

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Estaba en cuclillas frente a la azotea improvisada de Blackwood. Luego de destruir los cristales, pasó poco tiempo para que pudiesen dominar a los golems y suprimirlos en su totalidad. Lara se les había unido y había ayudado a Camille con las flechas con punta de rayo, como ella le decía.

Akemi se había convertido en una serpiente, que parecía poder conducir electricidad. Era escalofriante ver cómo se enrollaba alrededor de los golems dando descargas eléctricas, que ella o sus hermanos le proveían. Lenta y tortuosamente se iba acercando hasta su centro de energía, donde daba la última descarga para dejarlos fuera de combate.

Máximo había adquirido el hábito, influenciado por su maestra Akemi, de desarrollar un escudo de energía con electricidad y lanzarlo a sus contrincantes. Akemi le había dicho que si él no se sentía cómodo saliendo de su tipo defensivo tan marcado, que reinvente su defensiva y la convierta en ofensiva.

Facundo, fiel a su estilo catastrófico, lanzaba rayos desde el cielo a diestra y siniestra, provocando que todos a su alrededor se asusten y lo insulten. Él parecía divertirse con la situación. Si no fuera porque era su hermano, y estaba casi segura de que lo amaba, juraría que el hecho de pelear era una excusa, que él disfrutaba más atormentando a las almas que se encontraban junto a él. Obviamente, fue el único que pudo manejar a la perfección el rayo en su estado natural, su control perfecto de la energía era francamente envidiable. Como un control tan perfecto, podía estar en la mente de alguien que ponía todo patas para arriba a su alrededor, era un completo misterio.

Ella y Mateo habían vuelto a pelear juntos, como algo totalmente natural. No habían nombrado la extraña figura que ella le había parecido ver en el bosquecillo.

Suspiró profundamente mientras se incorporaba de encima del último golem que había derrotado hace escasos segundos. Miró el campo a su alrededor, una leve claridad se filtraba en el cielo. La tormenta había amainado en su totalidad casi al instante en el que los cristales fueron destruidos, como si fueran ellos quienes la habían convocado en primer lugar. Cada centímetro del parque estaba cubierto por restos de rocas amontonadas. Delante de ella, sus hermanos bromeaban, totalmente agotados. Al parecer, Facu había hecho un chiste muy malo sobre golems, piedras y su hermano Máximo. Calculó que tenía que ver con eso, porque Max estaba rojo de ira gritándole a Facundo.

Sobre la azotea, Blackwood hablaba nuevamente a través del portal con la dama misteriosa. A su lado, estaban Camille, Friedrich y León, todos sumidos en un silencio absoluto. Ella desconocía el alcance de los ataques en otros CED o incluso en el Concilio mismo.

Miró a su alrededor confundida. La humedad del rocío de la mañana comenzó a impregnarse en las plantas de sus pies, incomodándola. Su vestido, o lo que quedaba de él, se mecía con la suave brisa, envolviéndose alrededor de sus piernas, las cuales estaban rojas por las costras de sangre seca. Las uñas en sus manos estaban todas rotas e, incluso, algunas desprendidas en su totalidad. Su hombro izquierdo era una bola deforme de color violeta.

―Está arriba ―emitió Akemi caminando tras ella.

Su vestido estaba recortado a la altura de sus rodillas. Había utilizado la practicidad al momento de la batalla y cortado él mismo a favor de la comodidad. Su pelo enmarañado estaba lleno de hojas y ramas pero sus ojos grises brillaban de calidez y cariño.

―No se como supiste que estoy buscando ―Rio ella en respuesta.

―Tendría que ser ciega para no notarlo ―respondió arqueando las cejas―. Aunque es un él lo que estás buscando.

Ante la risa de Akemi, ella desvió la mirada sonrojándose. Los brazos de Akemi la rodearon con tal rapidez que ella se quedó fija en el lugar, sin saber cómo responder.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora