Capítulo 12

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Sentía frío en los pies. Estaba corriendo aunque no sabía por qué. El viento se arremolinaba en torno a los árboles provocando un crujir de hojas constante. Corría entre ellos, esquivando en zigzag diferentes troncos, miraba sobre su hombro cada dos por tres. Su corazón latía desbocado y su respiración estaba agitada. Dos minutos más y caería rendida por el agotamiento. Observó sus pies, estaba descalza, de ahí provenía el frío. Sus tobillos estaban marcados por múltiples líneas rojas, como si la maleza se enredara y lastimara sus pies tratando de evitar que siguiese corriendo.

Frenó al divisar un claro. Una punzada de dolor atravesó sus manos. Levantó sus palmas a la altura del pecho, la sangre escurría entre sus dedos en grandes gotas hacia el suelo. Tenía puesto un vestido, no recordaba habérselo colocado. Este se enroscaba entre sus piernas al compás del viento. Giró sobre sus talones, confundida, mirando todo a su alrededor.

El sol se ocultó y el cielo se oscureció. Dio un giro más sobre sí misma y el sol volvió a salir. Frenó de golpe. Nada de esto tenía sentido. El sol se volvió a ocultar dando paso a la noche, la luna iluminó el cielo. En ciclos cortos de segundos, el día y la noche se sucedían una y otra vez.

Abrió la boca para gritar pero no surgió ningún sonido. Las lágrimas empezaron a escocerle los ojos. La sangre continuaba escurriendo de sus manos aunque no había herida alguna.

El viento comenzó a rugir con más fuerza. La noche se instaló por completo ganándole al día. Una serie de rayos azules y violetas comenzaron a surgir desde el cielo. Caían en picada pero sin generar ningún ruido. Lo único que ella escuchaba para ese entonces, era su respiración agitada.

La tierra retumbó en la lejanía. Se giró hacia donde provenía el ruido. Entrecerró los ojos, empañados en lágrimas, para poder observar lo que sucedía. Una serie de rocas comenzaron a elevarse y tomar forma de pilar lentamente. Cuando terminaban de formarse, un rayo caía del cielo provocando que se desmoronen. Un escalofrío recorrió cada centímetro de su cuerpo. Dio un paso y luego otro. Comenzó a acercarse hacía los pilares de roca. Su intuición le decía que debía aproximarse y observarlos detenidamente. Había algo de eso que debía prestar particular atención.

No había recorrido más de diez metros, cuando el suelo bajo ella crujió. Una línea apareció y comenzó a dividirse la tierra, formando una fosa. La angustia atravesó su pecho. Comenzó a temblar incontroladamente y a obligar a sus piernas a correr más rápido. El vestido, una especie de falda de gasa, flameaba por detrás de ella. Gritó, aunque ningún sonido salió de su boca. Era tarde. Primero, sintió que sus pies se quedaban sin soporte. Su corazón se paralizó. Luego, sintió como empezaba a caer lenta y tortuosamente a la fosa. Solo alcanzó a ver un leve destello verde antes de la total oscuridad.

Se despertó con la espalda empapada en sudor. Jadeaba incontrolablemente y su corazón latía al punto de casi salirse de su pecho. Aradia se incorporó lentamente de su cama y apoyó las piernas sobre el suelo. No le extrañó que estas temblacen sin control alguno. Tocó sus mejillas que estaban humedecidas. Se incorporó lentamente para ir al baño a lavarse la cara.

Su habitación, contenía una cama con un acolchado azul marino y un ropero de tamaño mediano. Incluía un baño, pero ningún accesorio u adorno más. Era la habitación más impersonal y menos cálida que había visto en su vida. Un golpe en la ventana la hizo sobresaltarse.

Merlín se retorcía contra el vidrio tratando de entrar desesperadamente. Seguro había sentido su nerviosismo y había acudido en su ayuda.

―Si supieras que lo que me inquietaba era solo un sueño ―susurró mientras lo dejaba entrar.

El gato se frotó entre sus piernas y la miró fijamente. Se agachó suavemente para acariciarlo. Se quedó helada. Observó las mismas heridas del sueño, delgadas líneas rojas, en ambos tobillos.

***

La biblioteca estaba ubicada en el primer piso, obviamente cerca del director, quien amaba los libros. Durante toda la mañana se la pasó en su cuarto escondida. Le dijo a Mateo que no iría al entrenamiento, que se sentía mal. El sueño que había tenido, mejor dicho la vividez con que lo había tenido, no salía de su cabeza. Intentó recordar cada parte y fragmento del mismo buscando algún significado. Llegó a la conclusión que no era más que eso, un simple sueño.

La biblioteca era un espacio mediano, con múltiples estantes de ambos lados y unas mesas en el centro donde sentarse a leer. No era muy grande pero contenía una especie de entrepiso al cual se accedía por detrás del escritorio. Allí se encontraba el libro que le había indicado Akemi. Subió la escalera y viró a la derecha. Empezó a observar los estantes hasta que encontró en el tercero un libro gordo de cuero negro y letras doradas. En el lomo se leía "Historia antigua, inicios de la magia". Lo tomó totalmente emocionada y rebuscó en el índice. Al leer el mismo, rápidamente se decepcionó un poco. No era un texto informativo propiamente dicho sino una recopilación de historias narradas en primera persona de diferentes sucesos. Había varios por ejemplo, sobre una guerra entre clanes del siglo catorce. Al parecer, duró muchísimos años.

Avanzó hasta la página 252, donde estaba el texto que a ella le interesaba.

Siglo X: Creación del Concilio

Durante los primeros siglos, los brujos no tenían clanes, se enfrentaban unos a otros indiscriminadamente. Se agrupaban en tribus, por conveniencia. Se producían masacres tanto en brujos como en "apagados". Los inocentes comenzaron a morir en masa, lo que dio inicio a las cacerías de brujos. Muchos grupos de apagados o dormidos, comenzaron a entrenarse en el ocultismo y en destrezas físicas. Uno de los primeros grupos fueron "los crows". Estos fueron exterminados por los brujos durante el siglo XIV, siglo en el cual se desató la peste negra (que se cree, fue creada por brujos nigromantes) y la guerra entre los clanes Greco y Conti. Otras asociaciones menos famosas fueron los Non Maleficis, Ignis y naturalis elementa. En la actualidad todas estas sociedades desaparecieron o fueron destruidas.

Se cree que alrededor del siglo VIII o XI, los brujos descubrieron la nigromancia. A partir de entonces, comenzaron a crear las llamadas criaturas del submundo. Son incontables los tipos y razas de estas criaturas, incluso muchas fueron extinguiéndose con el correr de los años. Se conocen a: vampiros, cambiantes, seelies o elfos, oscuros y trolls, entre otros.

Por la aparición de la nigromancia, los seres del submundo (quienes creaban caos entre los apagados) y la utilización de estos para la guerra entre clanes, los brujos empezaron a pensar en la creación de un consejo de brujos. Así nació el Concilio de Brujos.

Pierre Leroy convocó a las nueve familias de los clanes más poderosos en el año 975 (Siglo X). De esta forma, quedó conformado el Concilio de Brujos oficialmente por los siguientes clanes: Leroy, Blackwood, Klein, McGrath, Fukushima, Kontos, Skallet, Greco y Conti. Pierre es designado Rey. Se instaura el sistema de la "Luna de la cosecha" para la elección del siguiente gobernante. En dicho evento, cada familia participa con su miembro más fuerte (independientemente si era la cabeza del clan o no) por el proceso de selección del sucesor del Rey.

Con el descubrimiento de América y su incorporación a la cartografía, 3 familias más fueron agregadas en el año 1633: Chak Kin, Abreu y Mahealani.

El motivo de que sean 9 o 12, es que para los brujos del medioevo, era muy importante el número 3 y sus derivados. Hoy, dicha superstición ha perdido fuerza. 

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora