Capítulo 31

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Aradia observaba a su hermano cavar en el patio del CED a través de la ventana del comedor. Estaba sentada en el lugar donde siempre se ubicaba junto a sus hermanos. Era temprano, apenas había salido el sol. La cálida luz teñía cada rincón del jardín bañado en rocío. Habían pasado tres días desde lo acontecido en el segundo impacto.

―Lo vas a ojear si lo seguís mirando así ―recriminó Facundo a su lado.

Suspiró profundamente. Acomodó su rostro entre sus manos, tenía los codos apoyados sobre la mesa, en una expresión de aburrimiento.

―Es mi hermano, puedo observarlo cuanto quiera ―replicó haciendo un mohín con su boca.

―No lo estás mirando, lo estás analizando. No es una bestia que atacar, o sea sí, Max es un bruto, pero merece compasión ―dijo pícaramente.

No respondió aunque volteó los ojos. Observó como su hermano movía rocas ayudado por Lara, parecían enfrascados en una conversación tensa.

―No sé qué les pasa ―dijo apenada.

Facundo desvió la mirada que había posado en su hermana. Levantó las cejas al observar el intercambio de palabras entre su otro hermano y su novia. Lara gesticulaba con sus manos y empezó a recriminar algo de lo que ellos no estaban enterados. Máximo, ofendido, empezó a caminar hacia el centro del campo, ignorándola.

―No te metas ―concluyó Facu.

―Pero es que...

―Pero nada. Nadie se mete cuando tu te pierdes por ahí a meterle la lengua en la garganta a Mat ―dijo conteniendo una risa.

―¡Idiota! ―gritó dándole un puñetazo en el hombro, frente al cual, su hermano respondió con un quejido sordo.

La realidad es que en esos tres días se había "perdido" en incontables oportunidades. Se ruborizó sin poder hacer nada para evitarlo. Cada vez que se cruzaban solos en algún pasillo, se desviaban a alguna habitación libre y se devoraban por incontables minutos. Todo habría pasado a otro terreno mucho más íntimo en menos de lo que tarda un suspiro, si no fuera porque Lara se había instalado en su habitación. Desconocía la causa, pero desde lo acontecido con los golems, Lara se había quedado a dormir en el cuarto con ella, impidiéndole los encuentros nocturnos con Mateo que ahora empezaba a anhelar.

Sabía que algo pasaba entre su hermano y Lara, pero ninguno de los dos había emitido algún tipo de comentario al respecto. Por lo que, a pesar de cuanto anhelaba dormir con otra persona, se había tragado cada sentimiento y había permanecido firme para su amiga.

―No sé a qué te refieres ―dijo simplemente, desviando la mirada.

―¡Oh, si! Yo creo que sí ―dijo Facu disfrutando de avergonzar a su hermana.

La puerta del comedor se abrió y salvó a Aradia de tener que decir algo. Hoy era su día de descanso y Facu solo tenía la mañana libre. Eran los únicos que aún se encontraban en el salón.

―Buenos días ―emitió Blackwood sonriendo.

A Aradia le hubiese impresionado que el Cuervo le dirigiese una sonrisa genuina, si no fuera porque su mirada se había desviado hacía quien estaba por detrás de él. Mateo secundaba a Blackwood, totalmente serio. Estaba vestido con pantalones oscuros y una chaqueta con una camisa por debajo. Aradia elevó sus cejas levemente. Si bien parecía tener puesto un uniforme, no era el típico usado en el CED.

El Cuervo carraspeó descaradamente. Aradia lo miró y sonrió, rogando no ponerse colorada.

―Buenos días señor Blackwood ―respondió finalmente.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora