Capítulo 45

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 ―No es gracioso ―replicó Max enojado.

―Claro que sí, para nosotros lo es ―respondió Facundo, de brazos cruzados apoyados sobre la pared.

―Me voy a vengar ―dijo Max frotándose las mejillas con sus manos.

Era inútil, las marcas rojas en su rostro aún eran visibles, aunque en su defensa, no se notaba que habían dibujado exactamente.

―Mira como tiemblo ―La sonrisa de Facu se amplió aún más.

Estaban afuera de la habitación del trono secundaria. Era una estupidez utilizar dicho término, en ninguna de esas habitaciones había un trono propiamente dicho. Eran simples salones, similares al del CED 5, aunque más amplios y elegantes, donde se desarrollaban diferentes ceremonias.

―¿Piensan discutir mucho más? ―refunfuñó Aradia frunciendo el entrecejo.

Mateo se encontraba a unos metros, pálido y sentado sobre una silla de pana verde.

―No discuto. Simplemente le informo al troglodita que no llore cuando me vengue ―dijo Max fijando la mirada en su hermana.

―Ay, habla el más llorón de todos.

Máximo dio un paso hacia su hermano, en un claro intento de partirle la cara. Facundo se rio, le encantaba provocarlo.

―Suficiente ―reclamó ella.

Max aulló de dolor cuando se golpeó contra una pared invisible.

―Mat no es justo, no te metas ―se quejó avergonzado.

Mateo estaba jadeando, con los ojos levemente entrecerrados.

―Yo también tengo ganas de pegarle al idiota de tu hermano, pero no es el momento ―dijo finalmente.

Aradia se acercó hasta donde estaba él y le tendió su mano. Mateo desvió la mirada unos instantes de su rostro a su mano, pensando si realmente debía aceptar aquello.

―No muerdo... Salvo que tú quieras ―dijo emulando una sonrisa, de forma desastrosa.

―Ay Aradia, que asco ―replicó Facundo desde la pared.

Mateo tomó suavemente su mano y se incorporó. Aradia volvió a contener la mitad de su peso mientras lo sostenía con su brazo derecho.

―Esto no cambia las cosas ―replicó él sobre su oído.

―Claro que no ―contestó en un susurro, observando como el pelo de su nuca se erizaba en respuesta―. Pero es, siempre juntos a pesar de todo, ¿No? ―Terminó observándolo a escasos centímetros de su rostro.

La respuesta quedó contenida en su boca. La puerta se abrió y Blackwood los llamó desde el interior para que pasasen. Mateo se soltó de su agarre rápidamente.

―Lo siento. Debo estar detrás tuyo y demostrar que soy capaz de protegerte ―La observó fijamente, consumiéndola una vez más con la mirada.

Ella se giró, no sin antes rozar sus dedos con los suyos. Su señal, su marca registrada. Nada cambiaría, aunque tuviese que luchar como Blackwood ya se lo había anticipado.

La habitación del trono era espléndida. La cámara principal estaba abovedada: una especie de cúpula central de la cual se desprendían una serie de vitrales que permitían el ingreso de los pocos rayos de luz que se filtraban del exterior. El símbolo, el que representaba al Concilio con sus dos "C" en forma de luna, estaba pintado sobre el techo. A través de él, múltiples hileras de runas se desprendían en todas direcciones. Todo era en una explosión de pintura negra y dorada.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora