Capítulo 28

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Un rayo azul surcó la intensidad de la noche impactando de lleno en la bestia más cercana. La puntería de Aradia no era perfecta, el rayo se había desviado de su objetivo principal, el centro verde del golem, y terminó impactando en su hombro derecho. La bestia emitió un grito agónico, los pelos en los brazos de Aradia se erizaron. Intentó agudizar sus sentidos y percibir algo a través de la humareda que levantó la caída del rayo. La noche seguía siendo cerrada, las lloviznas eran intermitentes. Blackwood continuaba con su incesante ayuda a través de la manipulación de las sombras. Shadow sobrevolaba la zona graznando fuertemente. La visión del campo de batalla se veía maximizada para Blackwood a través de los ojos de su familiar. Inti también volaba no muy lejos de allí.

―Siéntelo ―comentó Camille a su lado movilizando sus manos lentamente a modo de demostración―. El rayo es caprichoso, tiene vida propia, es difícil determinar dónde impactará.

Aradia la observó preocupada. Camille Leroy tenía la cara perlada por el cansancio, sus ojos verdes brillaban en la oscuridad intensamente, pero Aradia podía observar en ellos una fatiga absoluta. Si la energía del Cuervo, un hombre que dominaba el Concilio y con un nivel de energía superior, estaba menguada, ella suponía que la de Camille también se encontraría en niveles alarmantes.

Un gritito eufórico por detrás de ellas las hizo desviar la mirada. Máximo había logrado emitir unas leves chispas en sus manos.

―Mi nivel de energía no es suficiente. Serán ustedes quienes irán hasta allí ―dijo Camille señalando hacía el campo―. Yo los cubriré con mis flechas. Friedrich y León me asistirán.

―No va a funcionar ―recrimina tajante Facundo.

―Prefiero morir ahí luchando que acá llorando ―respondió Aradia encolerizada.

―Dramática ―dijo Facu en una mueca.

―Akemi nos cubrirá. ¿Tu energía es suficiente para convertirte en algo? ―dijo Aradia ignorando a Facundo y provocando que perdieran el equilibrio.

Dos puños de roca atravesaron el aire e impactaron sobre el muro de contención. Presa del pánico, Aradia saltó entre las volutas de humo que levantaba la pared resquebrajada. Aterrizó dentro del campo de batalla, a unos metros de distancia del golem y convocó su espada en un rápido movimiento. Una débil llama, como una única vela iluminando una habitación en penumbras, apareció en su mano.

Una figura difusa apareció a su izquierda, de entre los pies del golem, corriendo en su dirección. Mateo apareció junto a ella, guiado aparentemente por el débil rastro de la luz.

―Tus hermanos están por allá con Akemi ―dijo señalando―. Hay que dividirnos y cubrir mejor el terreno. No hay tiempo de que practiques convocar el rayo en el punto exacto donde quieres, transfiérelo a tu espada.

El golem cerca de ellos, empezó a lanzar patadas hacia donde se encontraban. La polvareda comenzó a disiparse y vislumbraron piernas de rocas hacía donde miraran.

Empezaron a correr en dirección al centro del campo. Un relámpago violeta iluminó la noche y unas pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer. Aradia maldijo en silencio por el clima tan ambivalente de esa noche.

Frenaron en seco. Una brisa suave envolvió sus piernas mientras hacía crecer la llama en sus manos. Mateo se ubicó a su espalda, se cubrirían mutuamente. Vio a lo lejos pequeñas chispas y supuso que sus hermanos estarían peleando por allí.

Mateo alzó su espada lentamente. Su rostro también estaba cubierto de hollín, su saco se había perdido en algún lado y su camisa tenía el cuello teñido de negro carbón.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora