Capítulo 44

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La luz de la enfermería era enceguecedora. Internamente, Aradia se preguntaba cómo Mateo podía dormir con aquello. Se aseguraría que la próxima vez que no pudiese dormir por sus pesadillas, le pediría un poco del brebaje milagroso a Katherine.

Su estómago le dio una sacudida al percatarse de que no tenía pesadillas hace varios días. Luego del segundo impacto, todo había acabado. Supuso que el motivo era el cansancio y que solo podía dormir pocas horas al día. Pero se dio cuenta que el común denominador de esa semana caótica, fue que siempre durmió acompañada. Si no era por Lara, era Mateo o esa habitación del hospital repleta de gente.

Mateo abrió débilmente los ojos y la observó confundido.

Estaba sentada en un sillón individual, de costado, con las piernas colgando de un apoyabrazos, mirándolo atentamente. Una sonrisa iluminó el rostro de ella.

―Cobby, ¿Qué demonios te pasó? ―preguntó él confundido, incorporándose en la cama.

―¿Por esto? ―dijo señalando sus piernas retorcidas sobre el apoyabrazos―. Me cansé de sentarme bien, al cuerno Blackwood y sus indicaciones protocolares.

―Me refiero a tu ropa ―dijo volteando los ojos.

Llevaba puestos unos pantalones negros ajustados, con bolsillos, de una tela sumamente fina y elegante. En los pies, calzaba unas botas cortas y con taco. Por último, un top con encaje y transparencias manga larga que apenas dejaba ver una franja de piel sobre su ombligo. Un blazer estilo capa, también negro terminaba el conjunto.

―Me lo dio Katherine. Me dijo que puedo vestirme como quiera ―sentenció ella sonriendo.

Era mentira, sabía que Katherine se sentía culpable por todo lo que había pasado con Blackwood, por lo que la dejaba tomarse ciertas libertades.

Una sonrisa leve apareció en los labios de Mateo.

―Ya deseo ver la cara de Blackwood cuando te vea ―dijo finalmente.

Sus brazos seguían vendados con sumo cuidado, apenas los movía. Era probable que el roce de la piel con las vendas aún le provocase algún tipo de ardor. Lo observó atenta y se contuvo de extender sus manos hacía él.

―Duele menos ya. El médico que pasó hace poco aplicó una abundante cantidad de energía. Es una herida mágica, realmente va a doler a pesar de todo, pero al menos, alivia un poco el dolor ―Una mueca coronó su cara.

Aradia miró un punto fijo entre las mantas, buscando que priorizar entre todo lo que deseaba decirle.

―Te has hecho muy amiga de Katherine, por lo que veo ―susurró él.

Mateo alargó suavemente su mano izquierda y rozó los dedos de ella. Aradia elevó la mirada y lo observó atentamente.

―¿Te permite también llamarla así? ―preguntó confundida.

―Claro ―una risa armoniosa brotó de su boca―. Robert era mi tío, siempre tuve una buena relación con ella. Hace mucho deseaba presentártela, sabía que podría ayudarte con ciertas cuestiones.

Claro, se refería a las benditas visiones. Y ahora sin saberlo, las semejanzas con Katherine eran aún mayores. Mateo debió notarlo también, porque su mirada fue ensombreciéndose poco a poco.

―Robert tenía un hijo ¿Sabes? Su madre murió hace mucho tiempo por lo que Katherine lo crio como si fuera suyo, aquí en el Concilio. A muchos no les agradó, pero no había nada fuera del protocolo por el cual exigirle que dejase de hacerlo. Mi primo ama a Katherine como si fuese su madre.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora