Capítulo 20

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Demoraron varios minutos en recomponerse y seguir otros rastros. Siguieron rumbo al norte, donde encontraron el rastro impregnado en una parvada de patos. Aún más al norte, casi con el límite de los treinta kilómetros, encontraron un ciervo. Máximo chilló de felicidad pero Facundo gritó enojado que esa no era Akemi. Max preguntó cómo estaba tan seguro, Facu simplemente emitió que ese venado tenía astas y Akemi no.

Luego descendieron nuevamente en dirección al sureste.

―Si no nos apuramos, pronto anochecerá ―anunció Lara, unos metros por detrás de Facundo y Aradia.

Máximo hacía varios kilómetros que venía apoyándose sobre ella de manera intermitente, le habían exigido demasiado con ese último escudo. Aradia dejó de observar preocupada a su hermano para girarse y chocar de lleno con la espalda de su otro hermano.

―Facundo, ¿qué mierda haces? ―sentenció frotándose la nariz, la cual había impactado de lleno en la espalda de su hermano.

―Shh ―respondió su hermano poniéndose alerta.

Lara sacó automáticamente su arco y ordenó a Max ponerse detrás, entre ella y los otros dos. Aradia convocó la espada y se colocó a la derecha de Facundo, dándole la espalda a Max por el otro lado. Rápidamente, armaron un triángulo dejándolo a Max resguardado en el centro.

El viento soplaba suavemente, era frío y seco, característico de la región. Los árboles crujían en respuesta, todo parecía en calma. Aradia observó como su hermano volvía a olfatear el aire con sumo cuidado.

―Sentir cuatro rastros de Akemi juntos no es normal, ¿Qué clase de maldad ejecutó esta vez? ―dijo negando con la cabeza Facu.

―No veo nada ―comentó Max confundido.

―Ni los vas a ver, los escucho. Por el peso de los animales creo que son...

―Pumas ―dijo Lara señalando a la distancia.

A unos cien metros sobre una elevación natural del bosque, una especie de lomada, se hallaban cuatro pumas olfateando el aire.

―Se supone que al encontrarte un puma debes poner los brazos sobre la cabeza, gritar y moverlos rápidamente y no darle la espalda ―dijo Max colocando sus brazos sobre su cabeza.

Aradia golpeó el hombro de su hermano levemente. Al girarse, se percató que su hermano y Lara habían salido corriendo.

―¿Es que son joda? ―recriminó enojado.

Su hermana se encogió de hombros y lo obligó a correr tras los otros.

―¿Facundo, eres estúpido o tus papas son primos? ―recriminó Max una vez que llegó junto a su hermano.

Corrían a través del bosque en zigzag en dirección al lago. A la distancia, podían escuchar a los pumas corriendo tras ellos.

―Mis papás también son tus papás. Y no, los escuche rugir y salí corriendo, actúe sin pensar ―sentenció su hermano frunciendo el entrecejo.

―Los pumas no rugen, gruñen en todo caso. Siempre actúas sin pensar ―comentó Aradia haciendo una mueca―. Nos siguen. Separarnos no es factible, nos destrozaran.

Se frenó de golpe. Se giró a la vez que canalizaba energía y luego envió un pequeño remolino de agua. Este parecía danzar alrededor de los árboles y los pumas. Estos, distraídos, comenzaron a retroceder, claramente aterrados.

―Nos da unos minutos de margen. Facu, todo tuyo.

Su hermano la miró con los ojos abiertos de par en par. Luego, al comprender, sonrió lentamente.

Concilio de Brujos: La hermandad OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora