Capítulo 2

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Afrodita

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Afrodita

Por anticuado o estúpido que suene, cuando crees que has perdido la batalla llega una luz... una especie de segunda oportunidad para poder redimirte a tu oscuridad.

Altas, bajas constantes de las cuales era muy difícil poder librarse, fue la tormenta que empecé a vivir a mis tan solo 14 años causando que a mis apenas dieciséis años quisiera terminar. Simplemente darme por vencida y dejar de ser aquel sol descolorido que arrastraba las pocas ganas que le quedaban.

Las cosas cambiaron drásticamente para mí y para mi familia. No normalizo la idea de las discusiones que se hacen presentes como de costumbre gracias a que cada uno de los integrantes de mi familia contiene un carácter...que no ayuda a ninguno de nosotros y bien mi temperamento no me ayuda a la hora de querer defenderme de acusaciones o cosas estúpidas.

― ¡No puedo creer que me quieras sacar del colegio, prácticamente ahí crecí! ― ¡No me puedes hacer eso Dione! ¿Qué te pasa? ―exploto.

En ocasiones me culpo a mí misma por mis acciones, no justifico el trato hacia los demás, lo que hago constantemente debido a las secuelas y ansiedad que me cuesta controlar. Solo han pasado tres meses.

― ¡Me causas ansiedad! ―le menciono a la mujer que tengo frente a mí con el puesto de llamarse madre.

Dione Rousseau es una mujer con carácter fuerte y con corazón inmenso, pero eso no influye con sus decisiones ni con su criterio. No tengo dudas que es la mejor madre y mi mayor ejemplo a seguir, pero sus decisiones chocan constantemente y no ayudan a mi persona.

Aprieto mis puños sobre mis costados. La rabia me atrapa y me consume. Uno cree que...con ir a rehabilitación por un verano completo, con unas citas con el psicólogo, medicación, y alejarte de lo que te hacia daño. Se arregla tu "problemita" pero no es así viene resultando ser una tortura completa dejar de ser dependiente ya sea a sustancias, personas u objetos.

Tú dependencia se vuelve de las peores sensaciones del mundo y más cuando la usabas para poder librarte del dolor.

Cada día maldecía mi alrededor por la culpa que sentía o mejor dicho la culpa que tengo todavía. La terrible necesidad que se apoderaba de mi conciencia 24/7 por el daño que le había hecho a los demás al llevar tal hecho, por dejar las cosas que tanto he amado y luchado en mi corta vida resultaba tan mísero y triste al final de cada día.

― Por supuesto que sí. ―toma aire y siento como se avecinda la guerra

― ¡Dime hija! ―se pone de pie y me mira a los ojos. Siento su mirada ámbar adsorbe zafiro de los míos.

― ¡¿Qué esperabas?!

― ¡Pasaste por tantas cosas en ese lugar y lo último que quiero es que recaigas en eso!

Busco Un Giro Interesante [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora