CAPÍTULO 37. Plan Organizado

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Estamos de regreso a la fábrica. Esta mañana me dieron de alta en el hospital tras unos días de ingreso. Vamos en el coche de mi padre; Willy y yo, detrás, sin apenas dirigirnos la palabra.

Después de aquel día en que me desperté y Ruthy me contara su versión de su enrevesado plan, Willy y yo apenas nos hablamos. Supongo que con todo lo que ha pasado es mejor un poco de silencio, para analizar las cosas más razonadamente.

Pero no soporto sentirme tan apartada de Willy. Parezco una cría que no sabe ni lo que quiere. He de pensar más las cosas para entenderme a mí misma. Sino, las consecuencias pueden ser muy malas para ambos. Y quien las pagaría peor sería nuestro hijo, con el tiempo. Y eso sí que no lo permitiré.

- Ya hemos llegado. – Dice mi padre terminando de aparcar, sacándome de mis pensamientos.

- Gracias suegro. – Dice Willy riéndose alegre mientras sale. Willy me abre la puerta, todo un caballero. – Adelante my lady.

- Gracias caballero. – Digo cortésmente cuando termino de salir del coche, pero cuando intento apartarme, Willy me coge del brazo.

- Quiero hablar contigo a solas, por favor. – Sus palabras retumban a suplica. Asiento.

Cogemos mis cosas del maletero y nos dirigimos a la habitación que aun ocupo yo sola. Willy al entrar me mira triste, como nostálgico. Realmente esta situación le duele tanto como a mí.

- Espera papá. Quisiera volver a mi verdadera habitación. – Digo mientras le cojo de la mano a mi padre para evitar que abra mi maleta. Miro a Willy que me sonríe triste todavía. – Mi lugar es estar al lado de Willy, a pesar de todo. Tanto en lo bueno como en lo malo. Mi sitio es donde él esté. - Willy salta a abrazarme fuertemente. Cuánto he echado de menos sus brazos, sentirme así estando con él.

- Está bien pareja, ya habrá tiempo para eso. Willy llevara a la habitación para que descanse. No debe de hacer esfuerzos. – Willy no me suelta, me abraza tan firmemente que me siento fundir en sus brazos.

- Ya voy. Ven mi vida. Te prepararé la cama. Ayer cambié las sabanas y puse las que te gustan a ti, mi amor. Las de estrellitas. – Dice como un niño alegre por su trabajo. Le beso la mejilla como señal de conformidad.

Willy me prepara la cama, doblando ordenadamente las sabanas para que me pueda meter en la cama sin mucho jaleo. Me arropa tiernamente. Besa mi frente mientras me tararea una canción. Intenta dormirme, pero estoy tan emocionada por ver de nuevo a mi hijo en monitores mañana que me es imposible conciliar sueño alguno.

- Iré a ordenar algo de comida. ¿Quieres algo en concreto mi pequeña Natalia? – Dice mi padre una vez que termina de traer mis cosas y dejarlas a un lado de la puerta. Niego con la cabeza. – pero hija mira, tienes que comer, llevas desde ayer sin comer. Hoy no has desayunado. No te hace bien estar en ayunas tanto tiempo.

- Dígale a la señora Bucket que le suba un poco de sopa de col. Le sentará bien. Un plato caliente siempre sienta bien. – Dice Willy dándole la razón a mi padre.

- Enseguida vengo, entonces. – Se marcha y nos deja a Willy y a mí solos.

- Pero, ¿por qué le has dicho eso a mi padre? De verdad, no tengo hambre.

- Mi amada esposa, tu padre tiene razón. Estar siempre en ayunas no te hace ni bien a ti ni a nuestro hijo. Y es algo que hay que terminar de hacer. Ya he estado a punto de perderte en varias ocasiones. No pienso cometer más errores contigo. Te amo. Y eso nada ni nadie podrá cambiarlo. Y para que lo sepa todo el mundo, prepararé algo que nunca pensé que haría.

Natalia y la Fábrica de ChocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora