CAPÍTULO 34. Promesas Rotas

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Ese mismo fin de semana, Willy me invita ha hacer un viaje a la India, dice que quiere que yo también conozca el mundo, como también lo hizo el cuando viajaba, en busca de nuevos sabores y nuevas recetas para su chocolate, para perfeccionarlo al máximo.

Acepté emocionada su invitación, pero dentro de mi sentía la misma preocupación que cuando regresamos de nuestra luna de miel, ¿y si la prensa nos sigue y vuelven a inventarse cosas sobre mi?

No quiero ni pensarlo, y menos ahora cuando el señor Salt lleva desde ayer enviándome ramos de flores.

Cuando le conté a Willy sobre las flores inmediatamente ordenó, enfadado y furioso, a sus Oompa Loompas que, cualquier cosa que llegue por correo a mi nombre, que lo investiguen, no quiere sorpresas cuando se trata de mi.

Partimos a la India esa misma mañana. ¿Y si el príncipe de la India le ha pedido a Willy que le construya un nuevo palacio entero de chocolate?

Sería maravilloso conocer a la realeza de la India, aunque hace unos años leí en una revista que el Príncipe Pondicherry ascendió a rey, y que ahora lo quieren ascender a emperador, para que reine y gobierne en la India.

- No he sabido más sobre ese príncipe maleducado desde la última vez que me envió una carta pidiéndome otro nuevo palacio de chocolate. – Me dice Willy besándome la frente mientras me abraza, a las puertas de nuestro hotel. Me quedo mirándole sorprendida. ¿Cómo es posible que siempre sepa lo que estoy pensando?

- ¿Maleducado? – Pregunto curiosa, llena de intriga de saber por qué lo ha llamado así.

- Era un hombre muy obsesionado por la riqueza y la belleza. Siempre, todos los días que estábamos construyendo su palacio, me enseñaba sus tierras, su oro, como si quisiera darme envidia. Demasiado prepotente y codicioso. Aunque su esposa era muy hermosa, ninguna mujer se parece ni de cerca a tu mirada tan bella, a tus rasgos tan perfectos, a tu sonrisa tan maravillosa. – Nos besamos y entramos en nuestra habitación.

- Si te traje hasta aquí, a la India, era para tener unos días de intimidad, un tiempo para nosotros, nos lo merecemos por todo lo que nos está pasando, mi amor. – Dice mi amado chocolatero cuando le da propina al botones por ayudarnos a subir nuestras cosas. – Gracias. – Dice Willy en indio.

- Pero, ¿Cuántos idiomas realmente sabes? – Pregunto en voz alta sin darme cuenta. Me tapo la boca sorprendida de mi pregunta.

- Muchos, más de los que te dije el primer día que nos vimos, que nos hablamos. Además, el indio lo aprendí en las pocas semanas que estuve aquí, haciéndole el palacio a ese príncipe. – Asiento mientras me siento en los pies de la cama, agotada.

- ¿Estás cansada? – Me pregunta Willy a la vez que sujeta mi mentón y lo levanta para mirarnos. Asiento, extrañada, pues no es normal en mi cansarme tan rápido. Willy besa tiernamente mi mejilla.

- Voy a prepararte un baño, así estarás y te sentirás más cómoda y más tranquila, mi amor. No quiero que ni tu ni nuestro hijo estéis incómodos ni cansados. – Entra en ese momento al baño, dejándome sola en la habitación.

Al momento escucho el agua correr del grifo del baño, mientras Willy tararea una canción ... la conozco. Es la canción de introducción de aquel día en la fábrica, su canción. Me rio en silencio al sentir su alegría y su energía. Es muy agradable sentirse atendida por un hombre como Willy, que siempre está atento a mis necesidades, a mis problemas, a mi estado.

Coloco mis manos sobre mi barriga, que está un poco más hinchada, sintiendo como la vida de mi hijo crece día a día dentro de mi. Respiro hondo y me levanto para mirar por la ventana, deslumbrándome por la cultura y la belleza de este país tan exótico.

Natalia y la Fábrica de ChocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora