CAPÍTULO 9. Un Hombre Misterioso y Un Nuevo Comienzo

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Hoy es sábado, son más de las diez de la mañana y apenas tengo ganas de ponerme a estudiar. Eso ya lo hice ayer por la tarde y por la noche. Solo puedo ponerme a limpiar mi apartamento, leer algún libro o ... ir a dar un paseo por la ciudad. Esto último me llama más la atención, pues mi apartamento está más que limpio, leer un libro no me apetece mucho realmente, y por último, solo me queda la opción de ir a dar un paseo; ya que es la idea que mejor me despierta la mente.

Así que me doy una ducha rápida, desayuno algo nutritivo y suave. Vuelvo a mi vestidor y elijo algo cómodo y casual.

Salgo a la calle y voy sin rumbo fijo, a un ritmo normal

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Salgo a la calle y voy sin rumbo fijo, a un ritmo normal. Miro al suelo levemente mientras mis pies siguen avanzando sin un destino en concreto. Solo camino y camino, hasta que, de repente, me vino a la mente una idea. ¿Y si voy al lugar donde trabaja Charlie? Así le podría invitar a un zumo o algo en su hora de descanso. No lo pienso más, pues es una idea estupenda. Me dirijo alegremente hacia la avenida de la fábrica, pero, el puesto de limpieza de zapatos está ... vacío. Miro hacia los lados y no veo rastro ni de Charlie ni de aquel hombre que le dio el trabajo ayer a Charlie.

- Si busca al pequeño, un hombre vestido raro con un abrigo grueso de pelo negro se lo llevo. – me dice una señora que limpiaba el portal de su casa, a unos pocos metros del puesto de trabajo de Charlie.

- Gracias, señora. – la idea, aunque era buena, se desvanece mientras prendo viaje de vuelta a mi apartamento. Pero, otra idea golpea mi mente. ¿Y si visito a la familia Bucket? Pero se desvanece, pues no quiero ser descortés. Ya comí con ellos dos veces, si voy seguramente me vuelvan a invitar, aunque les vaya mejor esta vez, no quiero molestar. Sin embargo, mis pies me llevan, inconscientemente, a la puerta de su casa. Llamo y el que sale es el abuelo Joe.

- Hola, Natalia. Pasa, joven. – asiento tímidamente y entro a la pequeña casa.

- Hola, Natalia. ¿Qué pasa? – me pregunta la madre de Charlie desde la cocina, cociendo unos guisantes. – traes una cara rara. ¿Hay algo en lo que podamos ayudarte?

- No lo sé ...- les empiezo a contar a la familia mi idea de visitar a Charlie en su nuevo trabajo para invitarle a un zumo en su descanso. Pero, que lamentablemente, no lo encontré allí.

- Ah, sí. Es cierto. Hace escasos minutos estuvo aquí. Nos dijo que tenía que ir con cierto señor a ayudarle en una cosa muy urgente.

- Pero, ¿Charlie conoce a ese señor para que se haya ido con él, solo? – pregunto un poco curiosa, pues esta familia parece muy unida como para dejar al pequeño salir solo, así como así.

- Sí que lo conoce, de hecho, tú también lo ...- el abuelo Joe no pudo terminar su explicación por el carraspeo de garganta del abuelo George. Ambos se miran unos instantes muy cómplices, lo que me hace pensar que aquí hay gato encerrado.

- ¿Se puede saber qué pasa aquí? – pregunto un poco irritada. No me gusta para nada que me oculten cosas.

- Lo siento, querida. Pero le prometimos tanto a Charlie como a ... este hombre misterioso, que no te dijéramos nada. Que todo se sabrá esta noche. – me dice la madre de Charlie sirviéndome un poco de café. – Si te sirve de algo, querida, todo tiene su motivo. Esta noche lo sabrás todo. Confía en mí. – La madre de Charlie me sonríe cariñosamente. Solo me queda, por lo que veo, resignarme y aceptar la decisión de Charlie, de no querer que sepa con quién está y dónde.

Natalia y la Fábrica de ChocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora