CAPÍTULO 28: Noche de Bodas (Parte 1)

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Esa misma noche una limusina estacionada enfrente de la fábrica nos espera para llevarnos al hangar privado de Willy, donde cogemos su jet privado.

El interior de la nave es de ensueño

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El interior de la nave es de ensueño. Todos los asientos de cuero blanco, los muebles de madera fina de roble, el suelo es de moqueta color beige. Es todo muy elegante y lujoso, como mi amado chocolatero.

- Tome asiento por favor, señora Wonka. – Dice Willy detrás de mí, en un susurro sensual a la vez que me sujeta de las caderas y me inclina un poco hacia atrás hasta pegar mi espalda sobre su pecho. Siento como Willy respira profundamente mi olor, rozando la punta de su nariz sobre mi cuello.

- Suena extraño. – Me limito a decir, presa de estas sensaciones tan placenteras que recorren mi cuerpo al sentir el roce y las caricias de Willy por mi cuerpo.

- Te acostumbrarás, mi amor. Ahora eres mi esposa, además de la dueña de mi corazón, la mujer de mi vida. – Willy comienza a dar suaves en mi cuello, todo mi cuerpo se estremece.

- Señor Wonka en breve despegaremos, le aconsejo que tomen asiento y se abrochen el cinturón de seguridad. – Nos interrumpe el copiloto. Ambos asentimos y tomamos nuestro asiento. Cogidos de la mano, sin dejar de mirarnos ni de sonreírnos.

Todo esto es como un sueño, un sueño que empezó queriendo conocer al gran y famoso chocolatero. Después con sentirlo a mi lado y ahora, ¡estoy casada con él! Es lo que añoré siempre. Ser feliz. Y lo soy al lado de este hombre que me llena, que me hace feliz y me hace sentir amada.

Despegamos a la vez que Willy se inclina hacia mí y atrapa mis labios con los suyos en unos besos profundos e intensos. Llenos de amor, de deseo, de sensualidad. Cada beso estalla dentro de mi, haciéndome sentir más amada y protegida a su lado.

- Te amo, mi princesa. – Willy me dice entre besos. Pegamos nuestras frentes y nos dejamos sentir.

- Yo también te amo. – Le digo en una sonrisa, a lo que él me responde acariciando mi mejilla con delicadeza.

- Sé que te oculté de nuevo la verdad, sobre mis planes con Lucy, pero todo era una sorpresa para ti, mi amor. Perdóname. – Inclino más mi cabeza y me pierdo en su mirada azul/violeta que tanto me hipnotiza, me atrapa.

- A quien debes perdonar es a mi, amor. Desconfié de ti, me sentía muy engañada. Dudé de ti, cuando en lo más profundo de mi sabía que tú me amabas. Pero te prometo que no volverá a pasar mi amor. De aquí en adelante, estaré siempre convencida de ti y de tu amor. Te amo.

- Yo también te amo.

Nos volvemos a besar hasta llegar a nuestro destino. A París.

Bajamos del avión y cogemos un coche privado que nos esperaba en el hangar, el cual nos lleva al hotel, en donde ya tenemos nuestra reserva y un botones nos guía hasta nuestra habitación, una suite nupcial de película, de ensueño, con vistas de frente a la torre Eiffel.

El botones deja nuestras cosas al lado de la puerta, Willy le da propina y se despide deseándonos una agradable estancia en el hotel. Una vez solos, Willy me abraza de nuevo por detrás, mirando a la gran belleza de esta ciudad francesa.

- ¿Te gusta mi amor? ¿Eres feliz? – Me pregunta con cierto temor en su voz, como si estuviera haciendo algo mal. Pero me limito a apoyar mi cabeza sobre su hombro, suspirando profundamente y dejándome llevar entre los brazos de mi esposo.

- Me gusta más estar contigo, amor. Y, ¿si soy feliz? Estoy más que feliz, me siento tan amada y protegida, así, entre tus brazos. – Digo en tono cariñoso. Willy me coge entre sus brazos y me lleva a la cama. Me deja sobre ella con cuidado y se coloca sensualmente sobre mi.

- Entonces déjame demostrarte todo mi amor, mi princesa. – Comienza a besarme tiernamente. Sus manos acarician mis brazos y mis caderas, subiendo lentamente hasta llegar a mis pechos. Gimo entre besos lo que a Willy le excita aún más. Sus labios bajan hasta llegar a mi cuello, donde lo mordisquea levemente, provocándome corrientes de placer por todo mi cuerpo. Continúa bajando sus besos hasta llegar al centro de mi pecho, pero se detiene.

- Es mejor continuar esto donde lo tengo planeado mi amor. – Le dice en tono ronco y excitado. Todo mi cuerpo es un volcán, lleno de placer por él.

Willy me ayuda a alistarme y nos vamos a un barco pequeño privado en un muelle del río Sena, en donde, en su interior, nos guarda una maravillosa cama con sábanas blancas, cubiertas de pétalos de rosas y claveles. Iluminado solo con velas aromáticas alrededor de la cama.

-       Es aquí en donde quiero hacerte mía, en donde quiero sentir tu cuerpo, en donde quiero amarte, ahora y siempre, como mi esposa, como la Señora Wonka, mi amor

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- Es aquí en donde quiero hacerte mía, en donde quiero sentir tu cuerpo, en donde quiero amarte, ahora y siempre, como mi esposa, como la Señora Wonka, mi amor. – Dice Willy detrás de mí a la vez que coloca sus manos sobre mi pecho, masajeándolo suavemente. Me dejo llevar por nuestra locura y nuestro deseo. Me gira despacio hasta quedar frente a él y, despacio, vuelve a besarme. Sus manos comienzan a bajar peligrosamente hasta mi intimidad, por encima de mi ropa, sin separar sus labios de los míos. Me aferro a él, rodeando su cuello con mis manos.

Willy comienza a desvestirme, despacio, intensamente placentero. Nuestros labios no se despegan, ni para respirar, mientras Willy me desviste.

Después, cuando estoy completamente desnuda frente a él, deja de besarme y se limita a contemplarme desnuda.

- Eres preciosa. – Dice a la vez que dibuja esa sonrisa en su cara, esa sonrisa que muestra su lujuria. Su mirada se llena de deseo imparable. Se quita su camisa y sus pantalones en segundos, quedando solo en bóxer, dejándose notar, en la fina tela, a su miembro completamente erecto y duro. Suspiro al contemplarlo. - ¿Te gusta mi amor? – Dice a la vez que toma mi mano y me la coloca sobre su miembro. Solo asiento. Willy suelta su risita infantil tan característica de él. Willy me acomoda en la cama, se quita su bóxer y, colocándose encima de mi, nos volvemos a besar mientras sus habilidosas manos acarician cada poro de mi piel, a la vez que él se retuerce de placer, frotando su miembro duro sobre mi entrada, provocándome una intensa locura de placer por todo mi cuerpo.

- Te amo, mi señora Wonka. Siempre estaremos juntos. – Me susurra a la vez que coloca su miembro sobre mi entrada.

- Siempre mi amor. – Digo aferrándome a las sábanas y sintiendo como su miembro entra dentro de mi.

Comienzan sus lentas embestidas, si dejar de abrazarnos, sin dejar de besarnos. Sus penetraciones aumentan cuando se inclina y me contempla encima de mí, sonriendo y dándome más duro. Nos sonreímos, haciéndonos sentir como nuestro sudor y nuestros flujos comienzan a mezclarse dentro de mi. Willy cae rendido, exhausto, sobre mi.

Abrazados, amándonos en silencio, escuchando nuestras respiraciones jadeantes, nos quedamos dormidos, en esta maravillosa noche de bodas, donde, como en todas las veces, me siento la mujer más feliz del mundo en los brazos de mi ahora esposo, el maravilloso chocolatero. Mi chocolatero.

Natalia y la Fábrica de ChocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora