Capítulo IV

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—Y, te lo juro mi amor, era... escalofriante. Es increíble como es capaz de tensar a tanta gente con su sola presencia.

Shoto conducía hacia el apartamento de la castaña, escuchándola atentamente. Tenía la costumbre de pasarla a buscar y cenar junto a Naomi allí, para todos era más cómodo.

—Bakugo. Lo conozco, lo tuve en mi agencia. Fue la peor semana —colocó una de sus manos sobre el muslo de la chica—. Eres fuerte, Ocha. Lo tolerarás.

La castaña hizo un puchero que hizo reír a su prometido. Se detuvieron en una luz roja y él aprovechó para acercarse y robarle un beso, logrando tranquilizar a Uraraka.

—¿Ya le dijiste a tus padres? —preguntó Todoroki, cambiando el tema. La castaña negó—. Podríamos ir a visitarlos el sábado, aprovechamos de que vean a Naomi y le damos la noticia.

—Perfecto —sonrió más tranquila—. Y, ¿qué hay de tu familia?

Shoto arrugó su nariz, claramente incómodo.

—Eso lo podemos dejar para después.

Ochaco asintió despacio, tomando la mano de su prometido por sobre la palanca de cambios. Sabía que la pregunta no le había caído muy bien, era de conocimiento general que ellos no se llevaban realmente. Pero, ella sería familia de Enji Todoroki, por lo que debía intentar acercar a su futuro esposo con su suegro, si quería tener una vida familiar en paz.

Aparcaron frente al apartamento de la chica, Ochaco se adelantó hacia su hogar mientras que Shoto compraba la cena de esa noche. Entró, anunciando su llegada y dejando su maletín a un costado.

—¡Aquí viene la novia! —escuchó a Naomi decir. A su lado, Momo Yaoyorozu, su vecina, rio.

—Bienvenida —saludó la chica de cabello oscuro. Ochaco se acercó a saludarla con un breve abrazo—. ¿Todo bien?

—Sí, me retrasé un poco. Gracias por verla, Yaomomo.

—Sabes que no tengo problema.

La adolescente rodó sus ojos mientras no quitaba la vista de su teléfono.

—Tengo quince, por Dios. No necesito niñera.

Tanto Uraraka como Yaoyorozu se dieron una mirada algo incómoda.

Sabían que la chica no necesitaba niñera, pero lo hacían más que nada por precaución. Recomendado incluso por la terapeuta que comenzó a atender a Naomi después del accidente de sus padres: vigilancia constante con personas de confianza.

—Bien, señorita quinceañera, ¿hiciste tus tareas? —cambió el tema—. ¿Ordenaste tu cuarto?

—Ajá —respondió, enfocada en la pantalla—. Todo listo, todo en orden.

La castaña hizo como que le creería. Sabía que si se dirigía al dormitorio de la chica, no encontraría "todo en orden", pero se sentía muy cansada como para discutir.

—De acuerdo. ¿Te quedas a cenar, Yaomomo? —preguntó, mirando a su amiga.

—Oh no, no te preocupes. Dejé mi cena lista antes de venir.

—¿Segura? Shoto traerá algo del restaurante del frente —sonrió.

—Uh, sí, segura —la chica intentó devolverle el gesto, pero solo pudo dibujar una sonrisa poco convincente—. Ya me voy. Si necesitas cualquier cosa, solo avísame, Ochaco.

La muchacha de cabello azabache se colocó de pie, despidiéndose de sus amigas. Iba saliendo, cuando se topó de frente con el prometido de su vecina, quien le sonrió levemente.

Bajo Los FocosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora