Capítulo XXIV

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Cuando regresó a su casa, sentía una tranquilidad enorme dentro de sí. Su perro salió a recibirle alegremente, Bakugo se agachó a su altura para acariciar su cabeza en modo de saludo y se percató como el animal olfateaba animosamente su camisa.

—¿La extrañabas también? —preguntó, sabiendo que no recibiría respuesta.

El can ladró un par de veces y Katsuki se dirigió de inmediato a la cocina, preparó el plato de comida de Dynamight y lo dejó en el suelo a su lado en la mesa, el rubio solo se sirvió una taza de café, mientras revisaba su celular. Se detuvo en un contacto y dudó un poco: ¿debía escribirle algo? Después de esa declaración de amistad, Bakugo le dijo que él solía tener los números de sus amigos. Era mentira, con suerte tenía el de Kirishima, Hawks y un par de productores. Solo era una excusa para tener su teléfono.

Dudó unos segundos, pero finalmente desistió. No podía tentar su suerte y mandarle algo, quizás estaba con el bastardo dos mitades y podría enojarse. Y aunque el pensamiento era tentador, era mejor no meterla en problemas.

¿En quién carajos se estaba convirtiendo?

Negó con su cabeza, dejó su celular a un costado y prendió el televisor que tenía en la cocina: malas noticias como siempre, programas basura, series más basura. Dejó puesto el noticiario local, sin querer, justo en medio de una entrevista a Enji Todoroki. Sintió su sangre helarse ante la vista del hombre; aún recordaba como el tipo le hablaba con odio, como nunca creyó que lo del atropello fue accidental -incluso siendo él mismo su abogado defensor. Enji parecía odiar todo aquel no fuera igual o superior a él.

Como detestaba a ese tipo. He ahí también porque el odio hacia cualquier miembro de esa familia. Ni la chica se salvaba. Solo le bastó verla ese día en la prueba de vestidos de Ochaco para saber que ella podía ser de la misma calaña. Todos los Todoroki eran así. Conocía a Touya, aunque cuando lo hizo, el bastardo se presentó como Dabi. Claro, debía esconder su verdadera identidad si no quería que descubrieran al hijo del prestigioso abogado de bar en bar, de prostituta en prostituta. Se habían conocido en esas tantas fiestas a las que Katsuki asistía con Ayane, así que sabía que el maldito tampoco era de los trigos limpios.

Llegaba a sentir lástima por Ochaco. La pobre chica no sabía en qué familia se estaba metiendo. Solo esperaba que la trataran bien cuando adoptara su apellido de casada.

Gruñó. Pensar en eso lograba enojarlo de inmediato. Y todo por culpa de Enji y sus herederos.

El sonido de su teléfono lo alertó y no tardó en contestar al ver quien llamaba.

—Es tarde, Keigo. ¿Pasa algo?

Lo logré —sabía que el mayor sonreía a través de la otra línea—. Mañana te necesito temprano en mi oficina. Ocho y media en punto, con Kirishima. ¿Entendido?

—Estás demente —Bakugo apagó el televisor y se colocó de pie, caminando hacia su habitación—. ¿No me puedes decir por teléfono y ya?

No, niño. Esto es importante. Ocho y media, ningún minuto más tarde.

Cortó, dejando a Bakugo bastante confundido. Al menos había logrado olvidarse de su odio justificado hacia Todoroki. Ahora solo tenía la curiosidad de saber qué diablos su representante quería.

Le mandó un mensaje a Kirishima para comunicarle de la reunión, dejó el teléfono de lado y tras ponerse su pijama, se dejó caer en su cama. Dynamight subió con algo dificultad y se recostó a su lado, cayendo dormido de inmediato.

Katsuki no podía pegar un ojo. Sentía que había demasiadas cosas en su mente, siendo la principal una castaña de ojos marrones. Volvió a tomar su teléfono, ignoró el mensaje de Kirishima preguntando porqué, y buscó el contacto de la maquilladora: Mejillas. Tecleó algo rápidamente y tras enviarlo, decidió apagarlo. No tardó mucho en dormir, y por primera vez en semanas, no tuvo pesadillas.

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