Capítulo XXVIII

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—Se retrasó —pareció reclamar el actor, mirando su reloj de pulsera como por décima vez en un lapsus de cinco minutos—. Jodida Cara Redonda, se le dijo como treinta veces que no-

—Cálmate, viejo —Kirishima colocó una mano sobre su hombro—. Ella lo sabe. Y no está atrasada, que tú hayas querido llegar seis horas antes no es su culpa.

Bakugo se quitó la mano de su amigo con un rápido movimiento. Volvió a mirar su reloj y gruñó.

—Ser parte de mi equipo significa seguir los horarios.

—No empieces, niño —habló Keigo del otro lado, mirando su celular—. Recuerda: está bajo mi alero. Esto no es a tu pinta.

Katsuki entrecerró los ojos y se dejó caer sobre una silla, sin decir nada más. Miraba a su alrededor todavía buscando con la mirada a la castaña y a la mocosa. Había mucha gente esperando igual que él para entrar a la sala de embarque y partir, pero debían estar todos primero. Quería evitar mirar su reloj nuevamente, pero la ansiedad lo estaba consumiendo: ¿por qué tardaba tanto? ¿Y si decidió no ir? No, eso sería contraproducente. Ya había firmado un contrato y la última vez que la vio en esa pequeña fiesta, le dijo que se verían en el aeropuerto. Y además, le había contestado el mensaje que le envió hace unas horas. Debía llegar.

Tal vez solo estaba pensando demasiado las cosas. Pero no podía quitarse esa inquietud, el porqué demonios solo le importaba en ese minuto verla llegar y saber qué realmente ella sería parte de ese nuevo paso en su vida...

—¡Esperen! ¡Van muy rápido!

La voz de Naomi se hizo notar, por lo que Bakugo se puso de pie en casi dos segundos. A lo lejos veía la castaña cabellera de la maquilladora acercarse... Junto al bastardo. Rodó sus ojos por ello. Detrás y casi corriendo Naomi iba cargando su maleta ridículamente enorme. Se detuvieron a unos metros de donde estaba el resto del equipo.

—¡Chicas! ¡Por aquí! —Kirishima saludaba animadamente, agitando su mano en el aire. Bakugo rápidamente lo detuvo, dándole una mala mirada—. ¿Qué?

—Haces el ridículo —contestó, volviendo a echarse sobre el asiento y cruzándose de brazos.

Kirishima rio y lo siguiente que escuchó fue los pasos apresurados de la adolescente hacia ellos, el sonido de las ruedas de su equipaje sonando contra el piso.

—¡Kiri! ¡Señor Bakugo! —se detuvo frente al pelirrojo, saludándolo con un breve abrazo—. ¿Mina no vino a despedirse?

—No, ya la conoces —medio sonrió—. ¿Estás lista, Naomi?

—Más que lista —sonrió ampliamente—. Sigo sin creerlo, honestamente.

—Yo tampoco —se escuchó decir a Bakugo, sin mirarle.

Cuando su representante le dijo que una forma de convencer a Uraraka de ir era que su sobrina podía estar ahí también, Bakugo quiso matarlo. No era que le cayera mal la mocosa, al contrario; no le desagradaba del todo. Pero no quería pensar que Ochaco podía estar más pendiente de ella que del objetivo principal del viaje. Pero el trato ya estaba hecho, y si no fuera por ello, no contaría con su maquilladora. Además, Keigo puso a una de las asistentes a cargo de Naomi, cosa que dijo que le cobraría a Bakugo más adelante.

—Prometo comportarme, señor —sonrió la menor—. Oh, ¿y Dynamight? ¿No vendrá?

Bakugo suspiró cansado.

—No es un jodido paseo. Lo están cuidando en un hotel de mascotas, si eso te interesa saber —la miró enarcando una ceja.

Naomi pareció sonreír un poco más tranquila, y volvió su atención hacia el pelirrojo, hablando de cualquier cosa. A unos pocos metros, Ochaco la observaba y no podía evitar sonreír al verla tan emocionada y sobre todo, feliz.

Bajo Los FocosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora