Bajo Los Focos

Capítulo XII

Volvieron a casa en absoluto silencio. Ochaco mantenía su vista gacha, mirando sus dedos como si fueran lo más interesante del mundo, poniendo especial atención a su anillo de compromiso. Shoto conducía despacio, suspirando de vez en cuando y dando furtivas miradas a su novia a su lado.

—Pudo haber sido peor —dijo, cuando estaban a pocos metros del departamento de la chica, como si de ese modo se pudiera distender el ambiente.

—¿Peor? ¿En serio, Sho? —Ochaco volteó a verlo con su ceño fruncido—. ¿Acaso no escuchaste todo lo que me dijeron?

El muchacho tensó sus labios antes de detenerse en un semáforo.

—Y es por eso que evitaremos lo más posible esas cenas, cariño. Hicimos lo que debíamos hacer, y está listo. No más.

La castaña suspiró, esperando llegar lo más pronto posible a su hogar. El recordar lo sucedido hacía casi una hora atrás la tenía ya mareada, hastiada y dolida. Ochaco nunca esperaría ser recibida con los brazos abiertos por su suegro (al contrario de Rei, esa mujer era una santa a sus ojos), pero quería al menos que el tipo disimulara su disgusto, más aún sabiendo que serían familia oficialmente en cuestión de meses.

Porque en cuanto soltó la noticia, Touya rio de forma sarcástica, Natsuo preguntó si no era una broma de mal gusto, Fuyumi parecía gratamente sorprendida y Rei fue la única en levantarse de su lugar para abrazarla en apoyo, bajo la furiosa mirada de su marido quien sin tapujos, preguntó en frente de ella cómo "la zorra interesada" logró "convencerlo de semejante estupidez". Obviamente que los hermanos mayores sintieron que eso fue darles el pie para seguir con sus insultos, hasta que ella se hartó, golpeó la mesa y los mandó al diablo. Shoto no se quedó atrás, amenazó con no volver a contestar sus llamadas ni volver a visitarles si no se disculpaban y que nada les haría cambiar de parecer con respecto a su decisión de casarse. Luego de eso, se fueron rápidamente, no sin antes escuchar a Enji decir que esperaba que la próxima vez que volviera, fuera para darle la noticia de su fallido matrimonio.

Claramente, la castaña no era ni sería bienvenida, y si bien ella lo sabía muy dentro de sí, no pudo evitar sentir el dolor del rechazo de la familia de a quien ella consideraba el amor de su vida.

—Llegamos —anunció el de cabello bicolor, estacionando donde siempre. Ambos bajaron y él rodeó sus hombros con un brazo, atrayéndola hacia él y caminando sin apuro hacia la entrada del edificio.

Uraraka abrió despacio, encontrándose a Yaomomo y Naomi en el living viendo televisión con unos snacks en la mesa de centro. La castaña sonrió levemente, tratando de disimular en su rostro todo lo mal que se sentía.

—No tardaron —dijo la adolescente, mirando a sus tíos ceñuda—. ¿Pasó algo?

—Lo de siempre, Naomi —admitió, suspirando y dejando su bolso en un colgador cerca de la entrada—. ¿Y Mina?

—No pudo venir —contestó la chica de cabello negro—. Pero Naomi y yo nos divertimos de todos modos.

—Gracias por verla, Yaoyorozu —habló el único hombre del lugar.

Escucharlo decir su nombre siempre lograba sonrojarla.

—N-No es nada —contestó, colocándose de pie—. Bien, me iré. Si necesitan algo, estoy al lado —sonrió, despidiéndose de la menor con un beso en su mejilla.

—Claro, gracias, Yaomomo.

La muchacha se despidió rápidamente y salió de ahí, dejando a la pareja y a la adolescente solos.

—¿Tan mal fue?

—No quiero hablar de eso ahora, Naomi —suspiró, dejándose caer a su lado en el sillón—. ¿Te quedas esta noche, Sho?