Latidos

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Una ola de calor le inundo el cuerpo y sus entrañas ardieron, no sabía cómo decirle que el también lo sentía, que el también empezaba a mirarle con ternura y deseo, que un sentimiento de paz le invadía al verle, que creía morir en vida cuando sin vergüenza alguna se besaban apasionadamente, que su corazón latía, bombeando sangre a sus mejillas haciendo que se sonrojara.

Podría simplemente admirarle por horas sin notar que pasase siquiera un segundo, que no había dolor en el mundo más fuerte que cuando le escuchaba sollozar en la noche, mientras que fingía estar dormido, quería contarle sus secretos, el secreto de la vida misma, entregarle su alma cubierta de chocolate como si de un dulce de San Valentín se tratase.

Pero no pudo, en su garganta se posaron las mariposas que en su estómago danzaban impidiendo que hablase, se quedó mudo, intentando decirle con sus ojos llorosos por la emoción que el también empezaba a amarle, que no imaginaba como seria amarle completamente y la única respuesta que obtenía era hundirse en la locura.

Como describir todo ello con un "yo también", no era suficiente, no habían en el mundo suficientes palabras y significados para describirle cada sensación que recorría su cuerpo.

Se acercó a él lentamente y le beso con absoluta ternura, le acaricio la mejilla mientras sonreía, con la esperanza de poder susurrarle lo suficientemente fuerte a las aves para que entonaran una melodía.

Y él lo entendió, como si hubiesen nacido para comprenderse, le miro con amor tocando su piel, admirando la inusual belleza de las pecas que descansaban por su rostro, acariciándole con miedo de fracturar la piel que parecía ser de porcelana.

Al atardecer bajo un manzano, la cálida brisa les invitaba a despojarse de sus atuendos, las caricias que no se intensificaban y los besos que con total suavidad se posaban en las pieles que ardían como fuego.

El rubio besaba el pecho descubierto del pelirrojo, tocándole, haciendo que se erizaran sus pieles mutuamente, los ojos zafiros del pelirrojo se humedecían, conmovido por la perfección del momento, mientras que los ojos grisáceos del rubio brillaban, admirando la perfección del ser que le acompañaba, completamente encantado, queriendo convertirse en una burbuja, para proteger a el suave cuerpo que temblaba bajo él.

Después de varios minutos, en los que las aves y el mundo habían presenciado, el inicio de su amor, el inicio de un sentimiento con el que las estrellas que no estaban presentes, estallaron y el tiempo juro mantener viva la luz de estas, mientras que aquel amor que apenas nacía, creciera, durara todo lo que esas destellantes luces estuviesen y que se extinguiese solo con la muerte misma de su humanidad.

Unieron sus cuerpos, sus almas, suspirando, entregándose por completo, deseando que fuese eterno, no era sexo, era una demostración de los sentimientos que los consumían, era amor creándose en sus corazones y sus cuerpos intentando demostrarlo.

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✨ENCANTADOR✨*draron*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora