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—Hace frío... —Hayoung aún se encontraba hablando con Jungwon, estaba anocheciendo y los chicos seguían en el agua. Agradecía tener algo de compañía, pero con cada segundo que pasaba su inquietud era más grande. Se abrazó a sí misma para sobar sus brazos y calentarlos, cuando vio al chico ofrecerle algo.

—Toma. —Jungwon le tendió su chaqueta.

Hayoung aceptó sonriente y se la echó por encima de los hombros, los de la chaqueta eran anchos y pudo apreciar que los del chico también lo eran, algo en lo que antes apenas se había fijado, pero le pareció un detalle atractivo.

—¿No pasarás frío? —preguntó preocupada, pero él negó con la cabeza—. ¿De verdad? Bueno, gracias.

—De nada. —sonrió para ella, y tuvo que admitirlo; su sonrisa era muy tierna.

Durante el camino que recorrieron por la playa hablaron sobre estudios, Jungwon convenció a Hayoung para que viviera con ellos, lo cual antes debería de hablar con su hermano, pero la idea era demasiado atractiva y no había problema en ello. También pudo conocer bastante más sobre él, como por ejemplo que sabía Taekwondo, entre otras cosas. Por las historias que este le contó, también dedujo que a pesar de ser el segundo menor siguiendo a Riki, era una especie de líder entre todos ellos. Quien más mandaba y quien dirigía al resto. Por eso insistió en que su llegada sirvió para que aquellos chicos fueran más ordenados. Fue un alivio para él.

...

Tuvieron que pasar cuarenta minutos más hasta que los chicos salieron del agua y, claramente, Sunghoon fue directamente con su hermana.

—Perdón por hacerte esperar tanto tiempo. Se me ha pasado. Lo siento —se disculpó, claramente preocupado y apresurado. Podía parecer exagerado, pero sabía lo que aquello era para Hayoung—. ¿Ha ido todo bien? —le extendió la mano a su hermana para ayudarle a levantarse.

—¡Sí! —exclamó tan pronto como se ponía en pie de un salto, y Sunghoon pareció feliz.

La charla con Jungwon hizo más amena la espera. Nunca le había gustado la playa, no soportaba el mar, todo eran recuerdos espantosos que le azotaban y con tan solo pisar la arena su pulso se aceleraba y los nervios recorrían cada rincón de su cuerpo. Entrando al mar, era incluso peor. Y en ese momento no quiso mostrarlo, pero le estaba pasando, solo que Jungwon la distrajo un rato.
Simplemente no quería preocupar a su hermano ni tampoco condicionarle a no divertirse con sus amigos por cuidar de ella. Ambos tenían una vida diferente aunque todo hubiera estado conectado y Sunghoon aún cargara con la culpa de algunas cosas, y la necesidad de cuidar de su hermana por encima de todo.
Este sabía perfectamente la situación de Hayoung y se sentía algo culpable. Por una parte entendía lo que ella quería decirle todas esas veces que trataba de convencerlo de que estaba bien fuera y no tenía que preocuparse tanto, pero por otra no estaba seguro. Sabía que ella necesitaba ayuda y a veces no se animaba a pedirla. Por eso y otras cosas, estaba feliz de tenerla de vuelta.

...

Una vez llegaron a casa y todos se asearon en los baños y cenaron, cada uno se marchó a su cuarto. Sunghoon estaba detrás de Hayoung, ella sentada en una silla. La puerta estaba cerrada, y Sunghoon dio un suspiro mientras entrelazaba sus dedos en el pelo azabache de ella.

—Lo siento por hacerte esperar tanto rato allí, otra vez. —Sunghoon le hacía una trenza a su hermana—. Debí haber cancelado el plan nada más escuchar que iríamos allí, en verdad lo siento. A veces soy estúpido.

—No te preocupes —respondió Hayoung—. Ya sabes que no es culpa tuya. Y te he dicho mil veces que no tienes que dejar de vivir por mí. Además, yo tengo que superar miedos —habló, aún sabiendo que de esa forma no iba a superarlos.

—Bueno...

Sunghoon siempre se había sentido culpable de muchos de los traumas y miedos de su hermana, de algunos más que otros, pero siempre se sentía mal por no poder ayudarla en ningún momento en el que pudo haberla salvado de una mala experiencia. Y, sobre todo, por no haber sido fuerte y haber caído ante las mismas amenazas monstruosas que ella, en esas pocas ocasiones en las que sí se ánimo a intentar ayudarla y tuvo consecuencias.

Nadie sabía eso, nadie sabía lo que sucedía con ellos dos, con su situación, su infancia y su familia ahora casi inexistente. Por eso nadie los ayudaba ni aconsejaba, pero ambos estaban muy afectados. Especialmente Hayoung. Ella fue la que más lo sufrió.

Una vez terminó de peinar a su hermana, ambos se acostaron en la cama, Sunghoon abrazó a su hermana para que se durmiera y, aunque le costó, Hayoung logró tranquilizarse y dormir, pero no por mucho tiempo.

. . .

Uno...
Dos...
Tres...

Gritos se escuchaban en la habitación.

—¡Mamá! ¿Sunghoon? ¡Que alguien me ayude! —La pequeña pedía ayuda desesperadamente mientras sus ojos se achicaban y trataba de protegerse con sus débiles y minúsculas manos adoloridas.

Se encontraba, una vez más, sumida en una angustia conocida, mientras recibía golpes que solo servían para dejar grandes marcas emocionales y físicas en su vida, de las cuales siempre recibía preguntas, y nunca respuestas. ¿Por qué tenía que pasarle todo aquello?

Ya no sabía si gritar o permanecer en silencio. Sufriendo de la misma manera, de todas formas.

Que alguien me ayude...

Un golpe sonaba, otro no, el siguiente tampoco... Cada vez escuchaba menos aquellos ruidos que provocaba su cuerpo al chocar con objetos. Su cabeza daba vueltas y su vista se nublaba. Sentía que perdía la capacidad auditiva a medida que caía dormida. Desmayada.

¿Estaba viviendo realmente aquello? ¿O, por el contrario, era todo producto de su imaginación, que de manera macabra quería revivir todo aquello? ¿Por qué? ¿Por qué seguía estancada en aquel dolor?

El último golpe que escuchó antes de caer dormida fue una botella de cristal aún con un poco de líquido dentro, contra su delicado cuello.

...

—¡Sunghoon! —Hayoung despertó de repente, estaba en la casa de su hermano, todo era normal, pero no recordaba nada de lo ocurrido—. ¿Qué...?

Sunghoon se despertó de repente, alarmado y angustiado. Había pasado dos años sin vivir aquello en carne y hueso, tan solo algunas llamadas nocturnas y desesperadas de ella. Y desde luego que no extrañaba esos odiados momentos.

—¿Estás bien? ¿Hayoung?

En cuestión de segundos, ella ya estaba arrodillada en la cama, con su espalda apoyada en la pared, mirando a un punto fijo con los ojos llorosos y abrazando sus rodillas.

Sunghoon conocía esa situación demasiado bien, y por mucho que le fastidiara, no podía hacer nada más que arrodillarse y consolarla.

—... —un silencio los invadió cuando ella empezó a sollozar—. Cuéntame qué has soñado ahora.

...

𝐏𝐔𝐙𝐙𝐋𝐄 | Yang Jungwon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora